Como parte de la celebración del 150 aniversario de la creación de las Unidades de Ferrocarriles Militares, el Centro de Historia y Cultura Militar de Melilla publicó una interesante investigación sobre el tranvía en nuestra Ciudad Autónoma, vehículo que nunca circuló en el territorio por diversas circunstancias.
Según cuenta el documento, en 1899 se esbozó el plano para un medio de transporte de este tipo, de tracción animal, pero no llegó a funcionar puesto que Don Francisco Orozco Granados, el emprendedor que planeaba llevarlo adelante, renunció a la idea luego de haber calculado mal las ganancias que esta le reportaría.
Se tiene constancia de que siete años más tarde, Manuel Becerra Fernández, quien fue director de la Junta de Obras de los puertos de Melilla y Chafarinas, presentó la primera solicitud de concesión de un tranvía eléctrico. Este proyecto tampoco llegó a feliz término tras inconvenientes relacionados con la generación de energía eléctrica.
Los intentos por instalar este vehículo en la ciudad no se detuvieron y los empresarios David Melull y David Levi idearon un nuevo plan, el cual intentaron transmitir al Rey en un documento fechado en Melilla el 25 de agosto de 1910, destacado recientemente por el Archivo Militar de la urbe.
En este, ambos explicaron que consideraban de “gran utilidad” para el transporte de mercancías y pasajeros la idea de establecer una red de tranvías eléctricos que uniera los barrios y se extendiera hasta el poblado de Nador.
Suplicaron a Su Majestad que les entregara la concesión exclusiva para explotar la futura red durante los venideros 50 años, y que también se les confirieran lugares para ejercer los trabajos relacionados con la misma.
Más adelante, se conoció que sobre esa petición fueron realizadas algunas valoraciones que incluían una reducción de la temporalidad de la concesión hasta 30 años y el requisito de que prestase servicio en la guerra si se diera ese caso.
Otras propuestas de tranvías de tracción animal y de vapor llegaron en los próximos años. Después de varias subastas para buscar adjudicatario, una concesión fue a parar a manos de Ramón Prendes Rodríguez, quien para ejecutarla acudió al ingeniero José de Huidobro.
La urbe había crecido de forma acelerada y, tras varias prórrogas, las obras para la puesta en marcha de tal proyecto dieron inicio en 1918, pero no llegaron a completarse más de 100 metros de línea debido a consecuencias derivadas de la Primera Guerra Mundial, como fueron los casos de problemas de financiación y dificultades para importar materiales, entre otros.