Después de una semana tensa, con una presión fronteriza como nunca antes se había visto en Melilla, es determinante la aptitud que adoptemos los melillenses: una, la más fácil, es aterrorizarnos y la otra, levantar la cabeza y mirar hacia el futuro. No con resignación, sino con ímpetu.
Es cierto que las cosas no nos vienen bien dadas, pero si nos concentramos en nuestras heridas, sólo alcanzaremos a comprobar lo mal que estamos. Las comparaciones a veces son odiosas, pero tienen el don de ayudarnos a valorar las cosas en su justa medida.
En esto, como en la vida, la aptitud es determinante. Quien da la guerra por perdida, no la gana. Melilla es una tierra que ha afrontado muchísimos cambios para bien y para mal, pero siempre ha salido a flote. Somos un pueblo fuerte y en estos momentos, la unidad es determinante.
Tenemos que confiar en que no vamos a revivir los asaltos continuos a la valla de los años 2005 o 2013-2015 porque nos jugamos mucho. Nuestra situación económica no es la misma. Tenemos que mirar hacia el futuro no sólo por nuestros trabajos sino también, por el futuro de nuestros hijos.
En la encuesta diaria que hacemos a los melillenses hemos preguntado si se sienten seguros en al ciudad y la respuesta es o un sí con la boca pequeña, un no, con dudas o una confesión contundente de que da miedo salir a la calle.
Esa sensación de inseguridad es más herencia o hábito asumido que realidad. Melilla es una ciudad segura y europea. Eso lo dejó bien claro Bruselas, sin levantar la voz, cuando se produjo el conato de Marcha Verde sobre Ceuta en mayo de 2021.
Nunca antes la Unión Europea había dicho alto y claro que esta es su frontera sur. Esa reivindicación es quizás el gesto más importante que ha tenido hacia nosotros en toda su historia.
En esto todos tenemos que poner de nuestra parte. No podemos asumir la inseguridad psicológica como la realidad. Melilla es una ciudad segura y queremos estarlo aún más si entramos bajo el paraguas de la OTAN, pero nuestras vidas no están en peligro y es importante diferenciar lo cotidiano del legítimo discurso político.
La invasión a Ucrania nos ha sacudido las conciencias. Pero no hay que olvidar que Marruecos no es Rusia ni juega en el bando de los rusos. Estados Unidos e Israel no podrán justificar nunca que uno de sus socios le eche un pulso a un país europeo. Sería el fin para todos.