En el último año, en el Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes (GIPEC) tienen constancia de cinco suicidios en Melilla, pero aún no se han publicado los datos en el Instituto Nacional de Estadística (INE). Los que sí están ya son los que han ocurrido a nivel nacional en 2020 con cerca de 3.500 casos, una cifra récord, asegura Juan Manuel Fernández Millán, psicólogo del GIPEC.
Fernández ha dicho que esta cifra habría que multiplicarla por dos o por tres, según el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, porque sigue siendo un tema tabú, y si hay dudas, en numerosas ocasiones se enmascara como ‘accidente con arma de fuego’, ‘golpe craneoencefálico’, etc. Así pues, cuando hay dudas, el médico, en vez de poner suicidio, pone la causa física.
Fernandez Millán ha subrayado que hay falta de inversión por parte de las autoridades tanto a nivel local como nacional para hacer frente a los problemas psicológicos que sufre una parte importante de la población. Ha explicado que en enero terminaron una investigación sobre los efectos de la pandemia que llevaron a cabo conjuntamente con Ceuta y en la que se hacían dos preguntas relacionadas con el suicidio. La primera era si tenían más desesperanza que antes de la pandemia y más del 30% de los encuestados dijeron que tenían “mucha o bastante”. La segunda pregunta era más directa, es decir, si tenían más ideas de suicidio que antes de la pandemia y más del 60% respondieron que “bastantes o muchas más”. Melilla ha llegado a ser la tercera ciudad con más suicidios en proporción a sus habitantes.
Vaticina un aumento
El experto cree que en 2022 habrá un aumento de casos porque siguen habiendo olas de contagios de coronavirus y ello va a provocar más desesperanza todavía. “Cuando parece que la situación se está arreglando, de pronto nos dan la noticia de que con la vacuna te puedes contagiar y que van a haber más restricciones, hay gente que sigue sin poder trabajar y todo esto va a influir mucho en que haya una epidemia de suicidios”.
Dada esta situación, Fernández insiste en la importancia de destinar presupuesto para luchar contra esta situación. Ha puesto de ejemplo que la inversión contra la violencia de género cuenta con unos 400 millones de euros de presupuesto con 43 fallecidas en 2020; para los accidentes de tráfico, con más de 1.100 fallecidos, se destinó 175 millones y para salud mental, con más de 3.000 fallecidos, se destinaron 2,5 millones de euros.
A este bajo presupuesto hay que añadirle una espera de uno, dos o tres meses desde que se pide ayuda hasta que le atiende el sanitario correspondiente. “Imagínate que llegas a tu médico de cabecera diciéndole que tienes un dolor en el pecho que se irradia hacia el brazo izquierdo y te dice que te pases la semana que viene para que te vea el cardiólogo. Seguramente, el cardiólogo no te verá, te verá el forense”, dice el psicólogo.
Así pues, Fernández expone que para una persona que tiene desesperanza y tiene ideas de suicidio, le están dando cita para dentro de un mes y si te ve el psicólogo, lo hará durante 20 minutos.
El psicólogo cree que como sociedad hay que exigir “más salud mental” y una de las barreras es que es todavía un tema tabú que los propios familiares del fallecido esconden por vergüenza o por motivos similares. Por ello tiene claro que “necesitamos una Salud Mental mucho más potente”.
Fernández también señala que el papel de los medios es muy importante. Explica que el origen de la norma no escrita que recomienda no hablar de ello tiene su origen en un libro del escritor alemán Goethe en el que su personaje se suicida por amor y fue un acto que repitieron jóvenes de la época. De ahí surgió la idea de que hablar de ello provocaba un efecto de imitación. Recalca que es importante no dar un exceso de detalles en las noticias. “Hay que hablar del suicidio, no del suicida”, siendo importante no personalizar.
¿Y cómo identificar a una persona que está teniendo esas ideas? “Los suicidas dan señales”, dice. “Se ve en detalles como la higiene corporal, que se pasan más tiempo durmiendo y no tienen ganas de levantarse, dejan de salir con amigos, de hacer actividades, etc”.
Los amigos y los compañeros de trabajo son la primera línea para detectar esto y es muy importante hablar con la persona que muestra estos síntomas para recomendarle buscar ayuda.
Cuando la persona ha tomado la decisión de quitarse la vida, se les ve alegres porque les libera la opción que han tomado y empiezan a regalar sus pertenencias y a llamar después de mucho tiempo a conocidos para despedirse.