El presidente del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez, tiene mañana un encuentro con el Rey de Marruecos, Mohamed VI, y el primer ministro del gabinete de este.
El dignatario español cumple así con la visita que ha postergado durante seis meses, cuando fue nombrado presidente de España. Sánchez se ha saltado la tradición instaurada desde hace décadas por la que los nuevos inquilinos del palacio de la Moncloa debían realizar su primer viaje de Estado a Marruecos. Los intereses en común entre los dos países hacían aconsejable que el primer encuentro del flamante jefe del Ejecutivo con otro mandatario fuera con el Rey del país vecino.
A Sánchez y sus asesores no les debió parecer en ese momento una buena idea cuidar las relaciones hispano-marroquíes, y desde Rabat vieron la falta a la cita como un desprecio.
Ahora, más de medio año después de descabalgar a Mariano Rajoy, Sánchez se encontrará con el Rey alauita y deberá hacer frente a los problemas que afectan a ambos países, en especial la inmigración.
El anunció del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, sobre la retirada de las concertinas en las vallas de Melilla y Ceuta tampoco sentó bien el seno del Gobierno marroquí, por ser una decisión inesperada y unilateral. Sánchez deberá ahora recomponer las relaciones para atajar uno de los grandes asuntos que atañen a ambos países y que afecta muy particularmente a nuestra ciudad.
También deberán hablar sobre la situación de la aduana comercial en Beni Enzar, que amenaza con perjudicar gravemente a los intereses de Melilla.
Sánchez tiene por tanto ante si el desafío de reconciliar posturas con nuestros vecinos y arrancar los acuerdos necesarios para que Marruecos controle la presión migratoria que está sufriendo nuestro territorio y exija a Rabat las explicaciones oportunas sobre la decisión de dar cerrojazo a la aduana.