Hay profesiones que no están sujetas a un horario laboral al uso. Nada de las 35 horas semanales, o que sean 37, tal vez 39, en ocasiones por encima, los calendarios de descansos, turnos rotativos con los compañeros... No se circunscriben a determinadas fechas ni horas porque, sencillamente, son de 24 horas al día. La de soldado, en el caso del protagonista de esta historia, el cabo Puertas, es una de ellas. Solo así se entiende que en una noche de viaje en pleno descanso de fin de semana interviniera como primera instancia en un accidente. Incluso llegadas las emergencias prosiguió con su plausible tarea.
Aquello sucedió en el tercer domingo de mayo, en la autovía A-7, a la altura del kilómetro 812 perteneciente al término municipal de El Ejido. El militar regresaba desde Motril a Almería tras disfrutar de unos días de permiso cuando sobre las diez de las noche se percató de un siniestro por alcance entre dos turismos con dos personas heridas. Tiene formación sanitaria, así que detuvo su vehículo y se acercó a la zona para aportar un granito de arena que las dos principales víctimas jamás olvidarán.
Comprobó que los tres ocupantes de uno de los vehículos implicados estaban ilesos, mientras que dos mujeres, una madre y una hija, las del otro coche, estaban heridas, en especial la primera, que además quedó atrapada al volante con una laceración importante en la parte posterior del cráneo y serios daños en las costillas.
El cabo del Grupo de ‘Regulares de Melilla’ nº52 llamó a las Emergencias para que se centraran en la madre mientras él atendía a la joven, tanto de su herida -le practicó un vendaje en la cabeza- como del estado anímico que presentaba, muy alterada. Su misión en ese instante era calmarla y alejarla del lugar del impacto, donde todavía se encontraba su progenitora hasta que los bomberos lograron extraerla con sumo cuidado.
“Me puse el chaleco, fui al coche con más ocupantes, tres que estaban ilesos, me dijeron que estaban bien. Entonces me dirigí al otro vehículo, que tenía toda la parte de atrás incrustada a los asientos de delante. Gracias a Dios que no viajaba nadie atrás. Me acerqué a la copiloto, vi que era una adolescente que estaba bien aunque muy nerviosa y le dije que yo tenía formación y que iba a hacer una primera valoración de la otra persona, su madre: conciencia, respiración, alguna hemorragia, sensibilidad en el tronco inferior, etc. Tenía una herida importante en la cabeza”, recuerda José Vicente González Puertas, de 33 años y padre de una niña, al que todos llaman cabo Puertas.
Tomó el testigo de un chico que con los nervios no era capaz de dar las indicaciones oportunas a los servicios de Emergencias del 112, a los que comunicó el estado de la paciente y que se encontraba atrapada en su asiento, que debían enviar a los Bomberos. Tardó poco en llegar la ambulancia, apenas cinco minutos en los que el cabo inmovilizó a la víctima principal, quien sostenía que le dolía mucho el cuello además de estar preocupada por su hija. “Estaban preocupadas la una por la otra. Cuando llegó la ambulancia me centré en la joven, que tenía un ataque de ansiedad. Ya habían llegado Guardia Civil y Bomberos. Me puse a tranquilizarla, le pregunté si le dolía algo y me dijo que no, pero se llevó las manos a la cabeza y tenía una herida, así que le hice un vendaje con material que me dieron los sanitarios tras pedirles permiso. Lo agradecieron porque ellos estaban atareados con la madre. Hicimos un trabajo paralelo y me dieron las gracias”, continúa.
Como explica el soldado, hay que ser cauto en las primeras valoraciones en este tipo de siniestros porque aparentemente el exterior puede indicar que no hay secuelas pero el interior no lo sabemos. En el caso de esta mujer, tenía muchas costillas rotas, algo muy peligroso porque si alguna llega a pinchar un pulmón se origina un neumotórax, se encharca el pulmón y puede dar lugar a una parada cardíaca. La progenitora sería trasladada a la UCI del hospital de Almería y días después estaba fuera de peligro.
“Hice lo que me correspondía”.
“Fue muy difícil calmar a la chica. Cuando se trata de jóvenes es más complicado. Haces todo lo que está en tus manos y aplicas técnicas, pero hay que dejarla que se desahogue. Si quiere gritar que grite, llorar que llore, exteriorizar lo que lleva dentro es muy importante. Así va bajando progresivamente el pico al que se llega en un ataque de ansiedad”. No se trataba de salvarle la vida, por suerte no era necesario, pero, como dice el militar, “la asistencia psicológica es igual de importante que la física. Si una falla la otra parte lo hará y en este caso era vital calmar a esa chica”.
“No soy ningún héroe, hice lo que me correspondía. Si tenemos una formación y somos militares, que eso supone estar las 24 horas del día..., ¿por qué no iba a parar? Es un ejemplo que tenemos que dar, dentro y fuera de nuestro trabajo, llevemos o no llevemos el uniforme. Ese día yo no lo llevaba porque estaba en mis días libres”, subraya José Vicente.
Mantiene contacto con ellas
Volvió a tener contacto con ellas. Se personó en el Hospital de Poniente de Almería, donde la madre aún permanecía en la UCI hasta su recuperación. También con la joven. “Me dijeron que muchas gracias. Sigo teniendo el contacto de la familia y de vez en cuando les escribo para saber su evolución”.
Hace un año hizo un curso de seis meses de FP ofertado por el Ministerio de Defensa sobre ‘Múltiples Víctimas y Catástrofes’ en el que se hacía hincapié en el apartado psicológico, por lo que su aportación en el accidente de Almería le ha servido como una especie de ‘práctica sobrevenida’. “Se podría decir que fue una actuación de manera real de la formación que he recibido”, apostilla. Después hizo en Almería otro curso sobre ‘Transporte Sanitario’ que incluía soporte vital básico, técnicas de RCP, tratamientos farmacológicos, etc., todo enfocado para contar con la formación de Técnico de Emergencias Sanitarias. Antes de eso, incluso de alistarse, colaboró en Cruz Roja y en Protección Civil.
Lleva desde 2011 en el Ejército y desde 2019 en Melilla. “Me gusta Melilla, y la unidad, pero es como todos los trabajos, habrá sus cosas buenas y otras peores”. Al ser Melilla una ciudad de gran presencia militar, sostiene que la seguridad se incrementa. “Creo que sí, que la gente está más segura allá donde haya una base militar. Se debe borrar el pensamiento de que los militares no estamos formados porque a día de hoy las Fuerzas Armadas están muy preparadas y en constante actualización”.
La imagen del Ejército es muy importante para él. Por eso valora cuando en la pandemia colaboró en la calle para mantener el orden sin necesidad de armamento. Los incendios, las Danas, el volcán de Canarias, son muchos los escenarios donde el Ejército tiene cabida y es bienvenida y apreciada su aportación. “Nuestro trabajo es estar preparados cada día por si tenemos que actuar, bien en lo militar o como apoyo a los ciudadanos”.
Preguntado sobre qué le aporta la vida militar, lo tiene claro. “Veo la satisfacción de lo que hago diariamente. Trabajo en el escalón de mantenimiento con los mecánicos en una oficina con bases de datos, y me siento realizado. Hay otros trabajos en los que, tristemente, la gente lo hace porque necesitan el salario. Desde el primer día que entré, me siento realizado en las Fuerzas Armadas”. Las 24 horas.
Un desfile que vio de niño, detonante para alistarse
Al cabo Puertas la vocación militar no le vino de familia. Ni padres, ni tíos, ni abuelos vistieron el uniforme. Ni siquiera el cine, la televisión o los medios actuales de comunicación. Fue un desfile que vio de niño, en su Almería natal, el causante de que pausara el antiguo Bachiller -luego lo acabó- y hablara con su familia para confirmarles que se alistaba en el Ejército. Lo que vieron sus ojos aquel día acabó siendo un virus que quedó inoculado para siempre en su mente. Y hasta hoy.
“Recuerdo una jura de bandera en Almería a la que fui cuando era muy chico, la última antes de que quitaran la mili, por el 98 o así. Fue pública y me llevó mi abuelo cuando era muy pequeño y me gustó mucho ver a la Legión. Todo, esa marcialidad, etc. Y posteriormente se celebró en Almería el Día de las Fuerzas Armadas y me impresionó mucho ver a los militares, cómo te enseñan una serie de valores que actualmente en la sociedad son difíciles de ver. La disciplina, la lealtad, el orden..., eso es muy difícil a día de hoy en la sociedad y es una carencia muy importante que creo debemos enseñar a los jóvenes”. Con 18 años dejó el Bachiller en ‘standby’. La madre le intentó convencer de que lo acabara, y, aunque tenía muy claro su futuro, así lo hizo.