Las familias melillenses afrontarán en septiembre una de las cuestas más difíciles de subir. A juzgar por la inflación, que cerró el mes de julio en la ciudad con un aumento interanual del 10,1%, nos enfrentamos a la vuelta al cole más cara de los últimos 20 años.
Sólo en uniforme de Educación Infantil, los padres y madres de alumnos de la escuela pública se dejarán 200 euros. A eso hay que sumarle el comedor, el transporte escolar, las actividades extraescolares, los libros de texto y el material extraescolar.
Las familias de todos los estratos sociales saben que septiembre es sinónimo de apretarse el cinturón. No hay visos de mejora a la vista y, pese a las medidas implementadas por el Gobierno, a pie de calle no se nota mejoría. La situación es preocupante, decadente e insostenible.
En Melilla vivimos en estos momentos una inestabilidad que no se recuerda en esta tierra. Hasta los incondicionales temen que las cosas se tuerzan un poco más. Eso significa que en septiembre nos enfrentaremos no solo a la tradicional cuesta de la vuelta al cole, sino también a la un nuevo curso político que seguramente será bronco porque es el último antes de las elecciones de mayo de 2023.
Partidos políticos como el PP han apurado hasta último momento para celebrar primarias. Tras el apoyo de la Dirección Nacional a Juan José Imbroda nadie esperaba una candidatura alternativa, pero Javier Lence ha dado el paso y ha invitado a la militancia a apostar por el cambio. Ahora necesita conseguir los avales para seguir adelante.
Mientras tanto, en el Gobierno local no se mueven ni las hojas de los árboles aunque las aguas mansas no invitan a pensar que está todo bajo control, sino todo lo contrario.
Pero ahora toca pensar en la Feria, la primera que se celebra tras dos años de pandemia. Los melillenses tienen ganas de disfrutar de la tradición a la espera de que el próximo 15 de septiembre, el Ministerio del Interior decida si por fin cambia las condiciones de entrada y salida de Melilla por la frontera.
Septiembre, por tanto, no es solo una montaña cuesta arriba para las familias sino también para el futuro de nuestra relación con el país vecino.