Editorial

Se esperaba algo más de la visita de Margarita Robles

Unas semanas más tarde de lo previsto, el tiempo permitió el viernes la visita a Melilla de la ministra de Defensa, Margarita Robles, quien estuvo en algunas de las instalaciones del Ejército en la ciudad autónoma. Durante su breve estancia en la ciudad autónoma, de apenas unas horas, tuvo la oportunidad de departir con algunos militares y también se reunió con los familiares de militares fallecidos de la guarnición. En su discurso, la ministra resaltó la labor del Ejército español en el mundo, en misiones de paz, singularmente en Asia o África, que son los continentes donde la situación de inestabilidad es mayor, así como en la instrucción de militares ucranianos para la guerra con Rusia, una de las que actualmente más preocupan en el mundo. En cuanto a Melilla específicamente, no dijo demasiado; tan sólo que es “una parte importante” de esas misiones por el mundo en las que participa España y que, a su juicio, contribuyen a que se tenga una buena imagen del país en el exterior. Probablemente se habría esperado algo más de esta visita y lo que más habría gustado, porque es una amplia demanda de la sociedad melillense, es que hubiera anunciado la vuelta de la II Bandera de La Legión, que retiró de la ciudad autónoma en 2009 el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Sin embargo, no cabe esperar que vaya a suceder algo así, al menos a corto plazo y mientras siga gobernando Pedro Sánchez, quien ya dijo en 2022, unos meses después de variar unilateralmente la tradicional posición española sobre el Sáhara Occidental y reconocer su autonomía dentro de Marruecos en vez de abogar por el referéndum de independencia, que no se planteaba tal cosa. Son, por tanto, dos cesiones las que, hace dos años, España hizo a Marruecos de un plumazo sin que, al menos aparentemente, haya habido alguna contrapartida –más allá de una supuesta mayor colaboración en el control de la inmigración irregular- por parte del reino alauita, que bien podría haber garantizado a cambio la integridad de los territorios españoles en el norte de África, entre ellos Melilla. Eso habría posibilitado, sin duda, una mayor fluidez en el tráfico fronterizo y, sobre todo, la reapertura de la aduana, que tanto se viene reclamando desde la ciudad autónoma. Pero esta es la situación. Melilla sigue asfixiada por Marruecos y sin esa Bandera que tanta vida habría devuelto a la ciudad. Y el panorama no tiene visos de cambiar, al menos en el corto plazo.

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