El olor a pescado se mezcla con otros menos agradables en los pasillos del Mercado Central de Melilla. Las quejas de los pescaderos resuenan entre puestos que los fines de semana apenas se llenan. Las infraestructuras se desmoronan a su alrededor. Es el caso del Mercado del Real, aún más afectado. Y todo por las recientes decisiones para importar pescado de Marruecos: restringen las entradas por camiones, reducen la actividad y los precios y la calidad del producto local.
Esta situación afecta de lleno en el Mercado Central, pero con más virulencia aún en el Mercado del Real.
En conjunto, los pescaderos de Melilla han levantado la voz por una medida administrativa que, según denuncian, pone en jaque a todo el sector. "Quiere, repito, quiere acabar con nosotros", dice uno de ellos con la conversación cortada por un cliente que solo quiere boquerones.
Una empresa melillense que antes operaba el puerto asegura ahora el monopolio de la importación del pescado, según explican. "El chiribichi Hassan, que ha dejado de surtirse de Marruecos, ya no viene con su pescado. Y lo vendía más caro que yo. No se le consiente ni a él ni a nadie traer pescado de Marruecos, y eso es lo que está afectando", explica Hassan, un pescadero de este mercado. "No puede haber una empresa monopolizando todo. Los camiones no pasan ni por la aduana. Antes pasaban todos los días. Ahora es imposible. Nos roban el pan a nosotros", apunta.
A las complicaciones se suma la pérdida de variedad. “Antes traíamos pescado fresco con mejor precio. Ahora sólo podemos ofrecer producto ultracongelado que llega desde la península”, lamenta uno de los minoristas. “Cuando hay boquerones en Marruecos a 50 céntimos el kilo, aquí nos lo traen por 10 euros por el paso restringido”.
La restricción a las importaciones ha provocado que el Mercado del Real, en especial, se vea afectado. “No viene nada de Marruecos. No hay pescado fresco”, indica uno de los responsables del Mercado del Real, quien añade que “viene camión, una vez a la semana si así. Y ahora nos tienen, llevan tres semanas aquí sin construir, con el mercado destruido”.
El calor del interior y la escasa calidad del pescado es una mezcla explosiva. “Hay días que se mezcla el hedor a pescado podrido con las heces de las palomas”, señalan varios minoristas. Algunos piensan en abandonar. “Esto no compensa. La situación es insostenible”, dice uno que prefiere no dar su nombre.
Reuniones sin resultado
No es un problema nuevo. Los pescaderos llevan tiempo intentando reunirse con las autoridades de la ciudad para encontrar una solución. La falta de control en el acceso del pescado y la lentitud en la construcción de la nueva infraestructura requieren de una acción urgente por parte de las administraciones competentes.
“Es una situación paradójica en la que desde que sandías y melones pasan sin problema, pero el pescado permanece bloqueado”, expresa Mariam, una de las responsables del puesto de mariscos.
Desde la Administración, se esgrime que el bloqueo es una cuestión de sanidad, pero los pescaderos denuncian que en realidad se trata de un monopolio que se ha creado con una única empresa que controla el producto marroquí de entrada por medio.
Los pescaderos recuerdan con nostalgia los años en que “se vendía barato” y el pescado llegaba cada mañana. “Ahora no interesa. La administración margina el pescado marroquí y con eso nos deja al borde del colapso. Lo peor es que los clientes tampoco quieren ese pescado ultracongelado. Ellos lo saben: no es lo mismo”.
Mientras tanto, el mercado se deteriora sin que nadie actúe. “No quieren que hablemos, nos amenazan”, dice Abdelak, otro de los afectados. “Pero no se puede aguantar más. Yo no sé hasta cuándo voy a seguir así. Hoy me han traído pescado de Cádiz y no se ha vendido nada”.
El problema de fondo -concluyen los vendedores- es que la situación está pensada para favorecer los intereses de unos pocos. “Aquí hay dinero en juego, y si no tienes licencia no comes. Y las licencias no se dan. Es un negocio que se han montado desde arriba. Nos están hundiendo”, sentencia otro.
Convencidos de que “esto no puede aguantar”, han comenzado a levantar la voz y a gritos buscan una solución digna a sus problemas.