Hay personas que tras el terremoto vieron como el techo que les protegía caía sobre ellos. Una de estas fue Rachida, vecina de la Carretera de Hidum que ha perdido la vieja casa de su madre, donde ella vivía desde hace siete años. Esta afectada asegura que “no quiere que le regalen nada, solo que le ayuden”.
Divorciada y con cuatro hijos, Rachida trabaja duro para sacar a su familia adelante pese a las malas condiciones. Confiesa que la casa en la que vivían ya tenía desperfectos antes del terremoto, pero tras el temblor “ha quedado destrozada”.
“Yo estaba despierta cuando ocurrió el seísmo. Pasé mucho miedo, se movían las ventanas y se escuchaban fuertes ruidos”, explicó ayer a El Faro.
Rachida, cogió a sus hijos y los sacó de casa para ponerlos a salvo y pasar el día siguiente en casa de un familiar. Acostumbrada a vivir en una casa en malas condiciones, no dio mayor importancia al terremoto. Junto a su hijo mayor, retiró los escombros y los ladrillos caídos, limpiaron y volvieron a entrar. “No teníamos otra cosa”, lamentó.
Sin embargo, a cada réplica que se sucedía, la casa se agrietaba más y más hasta que, dos días después, una de las vigas del techo se desprendió dejando al azar su desplome. “Llamamos al 112 y vinieron los Bomberos y la Policía Local pero no se atrevieron a entrar. Llamaron a un técnico y declaró el desalojo inmediato”, narró. Desde entonces, Rachida y su familia han sido alojadas por la Consejería de Bienestar Social en un hotel y la residencia de estudiantes.
Rachida es una de esas “excepciones” que el Real Decreto 307/2005 no ayudaría por no contar con escrituras de la casa. Ella explica que lleva varios años tratando de solucionar la situación de su domicilio o incluso solicitando a Emvismesa ayuda para una casa mejor para su familia, pero asegura que donde se ha movido le han cerrado las puertas. Mientras tanto, está a la espera de saber si finalmente recibirá parte de las ayudas.