No está en nuestras manos

LO sabíamos, pero aún así el balance que ha hecho público la Autoridad Portuaria de Melilla es escalofriante. En un año, las pérdidas acumuladas de nuestro puerto superan los 2,5 millones de euros frente a los 34.500 euros de déficit del año pasado, que ya era un mal dato. Nos hemos superado. A estrellarse no nos gana nadie.
Ya no podemos compararnos ni siquiera con Ceuta que, como nosotros, está en el norte de África y sufre de la misma manera el cierre de la frontera de Marruecos y el fin del comercio atípico. Nos ha adelantado, incluso el puerto de Vilagarcía de Arousa que, los que lo conocemos, sabemos que, en condiciones normales, no le puede hacer sombra a una dársena como la nuestra, ubicada en el Mediterráneo.
Hemos llegado a este punto sin prisa, pero sin pausa. Cuando los empresarios de la ciudad se quejaban del cierre de la Aduana de Beni Enzar, desde la Delegación del Gobierno le quitaron hierro al asunto diciendo que las pérdidas que representaba la exportación por esa vía no nos hacía un hueco en las cuentas. No vieron en ese momento las consecuencias reales de lo que estaba ocurriendo. Marruecos nos señaló entonces el camino al infierno y nuestros políticos se quedaron incrédulos mirando el dedo. Ahora no les queda otra que asumirlo.
Pero hay que reconocer que, en este caso, desde Delegación no mentían. En efecto, el cierre de la Aduana, por sí solo, no nos ha hundido, pero era una vuelta de tuerca más en una situación límite y ahí no estuvieron rápidos par buscar una solución. Dimos por bueno un diálogo entre funcionarios hispano-marroquíes para resolver un conflicto que no buscaba perjudicar a dos o tres empresarios de Melilla. Las ambiciones eran y a día de hoy son otras: fue un ataque frontal a nuestra españolidad. ¿Y saben qué? Nos cruzamos de brazos.
Nos pasó como a Susana Díaz cuando daba por hecho que un sin sal como Pedro Sánchez, que no contaba con el apoyo de la maquinaria del partido, no iba a conseguir movilizar a las bases de una formación política con más de 100 años de historia. ¿Dónde está una y dónde está el otro? Pues eso.
Tras el cierre de la Aduana de Beni Enzar optamos, cómo no, por encajar el golpe y fingir que aquí no pasa nada. No podíamos imaginar entonces que el coronavirus nos daría el tiro de gracia. Ni se nos pasó por la cabeza que el fin del comercio atípico tantas veces aplazado, llegaría de un día para otro, de golpe, sin darnos tiempo a rediseñar la recuperación económica de una ciudad que ya venía cuesta abajo y sin frenos.
No vimos lo que se nos venía encima por miopía política o por inexperiencia o por ambas cosas. No vimos que nos estaban estrangulando y en lugar de patalear e intentar quitarnos las manos del cuello, optamos por cerrar los ojos y actuar con pasividad porque sólo nos preocupó llegar al féretro como un cadáver exquisito, que diría Umbral.
Hoy tenemos un director del puerto que, con todos mis respetos, no puede seguir permitiéndose un sueldazo por gestionar una dársena que va camino de tener menos movimiento que los puertos deportivos municipales del Levante español.
No es que él no quiera hacer algo por mejorar la situación: es que no puede. El problema del puerto depende de la política exterior de nuestro país y eso ni siquiera está en manos de la ministra de Exteriores, Arancha González Laya. No hay que ir a la universidad para darse cuenta de que su perfil es más bien profesional, es una tecnócrata; no tiene peso en el partido y aquí lo que nos jugamos necesita ser defendido desde la política.
La última palabra en este asunto, sin dudas, la tiene el presidente del Gobierno. Pero por desgracia, Pedro Sánchez ahora tiene un tema más importante encima de la mesa. En estos momentos lo último que necesita es mirar para Melilla. Para él es imprescindible sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado porque sin ese pequeño detalle no hay legislatura. Pero, ojo, no puede sacarlos con cualquier apoyo porque se juega la reelección.
A Sánchez le gustan las encuestas más que comer con las manos y sabe que el independentismo le hace un flaco favor apoyándole en el Congreso. Tiene que quitarse esa losa de encima sin cabrear a sus socios de Gobierno de la izquierda radical de UP, que desde el Ministerio de Consumo están boicoteando la Jefatura de Estado.
El ministro Garzón no pudo imaginarse, ni en sus mejores sueños, que llegaría al Gobierno con un partido residual como el suyo. Pero está ahí y está democráticamente aportando a nuestra política sus ideas residuales.
Los presupuestos son ahora la única prioridad de Pedro Sánchez. Nosotros somos un mal menor. Otra vez la miopía política no les deja ver que lo que está en juego en estos 13 kilómetros cuadrados no es la viabilidad económica del Puerto de Melilla, es la integridad territorial de nuestro país. Están en juego 523 años de españolidad.
El futuro de esta ciudad no está en manos de los políticos que nos dirigen a nivel local. Ellos están haciendo lo que buenamente pueden: unos, remiendos y otros, el ridículo. Hemos sobrevivido 523 años y ahora sólo nos vale encomendarnos a nuestra condición de corcho para salir a flote. Apañaos vamos.

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El Faro

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