En las entrañas de uno de los barrios más significativos de Melilla, la Victoria, el paso de Nuestro Padre Jesús Cautivo de Medinaceli y María Santísima del Rocío no fue solo una procesión más: fue un quejido colectivo de fe, belleza y emoción que estremeció hasta los corazones más endurecidos. Entre ‘petalás’ y saetas, el Cautivo bailaba y la Virgen del Rocío se mecía, para que los melillenses le dedicarán piropos que se desvanecían con los aplausos y la melodía de las marchas.
A las 16:15 horas, las puertas de la Casa Hermandad de la Cofradía se abrieron entre aplausos y suspiros. El primero en asomar fue el imponente paso de Jesús Cautivo, con su túnica bordada en hilo de oro y sus manos atadas, símbolo eterno de humildad, entrega y perdón.
“Cada año, cuando lo veo salir, se me encoge el alma. Es una sensación que no sé explicar, pero es como si el tiempo se detuviera”, dijo emocionada una vecina del propio barrio que acude cada año desde que tenía uso de razón.
Le sigue el paso de María Santísima del Rocío, más luminosa que nunca. La saya blanca con bordados dorados capturaba la luz de la tarde melillense como si se tratase de un reflejo celestial. Este año, además, la Virgen lucía en su saya una medalla de plata de la Hermandad de la Redención de Sevilla, en honor a la coronación canónica de su titular mariana el próximo 5 de julio.
“Es un símbolo muy bonito. Es como si el amor a la Virgen traspasara las fronteras”, comentó una mantilla que acompañaba a la Virgen por tercer año consecutivo. “Llevar la peineta, está mantilla de encaje y caminar con ella por las calles de mi ciudad es una de las mayores emociones que puedo sentir”.
El cortejo
Los nazarenos, con túnicas blancas y moradas, formaban un río de devoción que serpenteaba por las calles de la ciudad. Algunos caminaban descalzos, en silencio, con la mirada baja o tapada. Otros sostenían cirios con fuerza, como si con cada paso cumplieran una promesa personal.
“Este año salgo por mi abuelo, que falleció en enero y era devoto del Cautivo”, explicó un joven visiblemente emocionado, que marcha en silencio bajo el antifaz. “Lo siento conmigo en cada paso, yo sé que está caminando a mi lado”.
Entre el sonido de las bandas, que interpretan marchas como “Mi Amargura” o “Rocío”, se abre paso el suave crujido de las zapatillas de los costaleros, perfectamente sincronizados.
“Llevándolo es como si no vieses nada, pero lo sientes todo. Escuchas los silencios, los aplausos pero te evades de todo lo que hay alrededor”, comentó un costalero que lleva 11 años bajo el paso del Cautivo. “Pueden ser diez o veinte horas que no hay dolor que no se cure cuando notas que lo llevas sobre tus hombros”.
A medida que el cortejo avanzaba por Avenida Juan Carlos I, los balcones se llenaban de vecinos, muchos con velas o faroles encendidos. Los más pequeños miraban asombrados la majestuosidad de los pasos. El sonido del tambor y las cornetas se colaba entre las calles, donde el incienso era casi una niebla.
Las mantillas avanzaban en fila, serenas, con la peineta alta y la mirada al frente. El color negro de sus trajes contrastaba con el blanco y oro de la saya del Rocío. Su caminar lento, digno y elegante era un homenaje silencioso a la Virgen.
“Esto no es solo vestirse de negro. Es una forma de decir: ‘aquí estoy contigo, Madre’”, explicó otra de las mantillas. “La Virgen del Rocío representa la ternura, la luz, el consuelo. Y este año está más guapa que nunca con esa saya y la medalla sevillana”.
Liberación del preso
Poco antes de las 22:00 horas, el cortejo llegó al lugar más esperado: el acto de liberación del preso, una tradición que realiza desde hace 25 años la Cofradía del Cautivo. El acto cuenta con la presencia del vicario episcopal de Melilla, el presidente de la Agrupación de Cofradías y Hermano Mayor del Cautivo y autoridades locales, como el presidente de la Ciudad Autónoma y la delegada del Gobierno.
Bajo la atenta mirada de Jesús Cautivo y la Virgen del Rocío, se produjo la liberación de N.A.M, un hombre condenado por un delito de atentado a la autoridad y que fue procesado a tres años y un día de prisión. Tras la lectura del auto judicial, el reo ha repicado las campanas del trono del Cautivo.
Desde que comenzó esta tradición, la Cofradía ha puesto en libertad a 21 hombres y tres mujeres.
Una noche que no termina
A pesar de la hora avanzada, nadie se movía de su sitio. El cansancio se olvidaba cuando el paso de María Santísima del Rocío asomaba por las esquinas mecida con mimo por sus costaleros. Las velas seguían encendidas. El rostro de la Virgen parecía mirar a cada persona con dulzura infinita.
“Soy de Sevilla y llevo años viniendo a Melilla en Semana Santa. Lo del Rocío aquí es otra cosa. Tiene algo que no se puede explicar”, comentó un devoto rociero. “Cuando vi que llevaba la medalla de la Redención… se me saltaban las lágrimas. Eso une dos tierras con una misma fe”.
Ya pasada la medianoche, con el cielo despejado y la brisa marina acariciando las calles, la procesión regresó lentamente hasta la plaza de toros donde se recoge desde hace varios años. Los aplausos, los vivas a la Virgen y al Cautivo y los silencios cómplices acompañaban el final.
Lo que ocurrió en Melilla la noche del Jueves Santo de 2025 fue mucho más que una procesión. Fue una manifestación de fe compartida, una catequesis en la calle, un canto colectivo a la misericordia, la belleza y la esperanza.