En Melilla, el nombre 'Los Conguitos' despierta ecos de un pasado que todavía resuena en la memoria de los ciudadanos. Lo que un día fue una barriada humilde y estigmatizada - construida en la década de los 70 con estructuras prefabricadas procedentes del Sáhara - hoy es una zona urbanizada, con calles renovadas, bloques de viviendas modernas y espacios públicos. Sin embargo, bajo esa nueva apariencia, algunos vecinos denuncian que, noche tras noche, el barrio revive una tensión que recuerda, aunque con matices, aquellos tiempos difíciles.
De estructuras del Sáhara a viviendas en Melilla
Isidro, uno de los vecinos que vivió la evolución de la zona, rememora los orígenes del barrio: "En los años 70 dejaron los moldes aquí, lo que serían las chapas, que venían del Sáhara. Habían sido construidas para las tropas y la población civil. Luego comenzaron a levantarse las edificaciones, pero al principio esto era un monte". La vida en aquel entorno no era fácil. "La gente no tenía recursos", recuerda, y el entorno era precario.
El nombre popular de 'Los Conguitos' surgió, según muchos melillenses, por la forma semicircular de las viviendas prefabricadas que recordaban a bombones o cápsulas metálicas. Estas estructuras no fueron diseñadas para perdurar: eran soluciones temporales reutilizadas de antiguos asentamientos militares en el Sáhara y traídas a Melilla tras el proceso de descolonización. Se instalaron rápidamente para dar respuesta a una necesidad urgente de vivienda, especialmente entre familias con pocos recursos o trabajadores del Ayuntamiento. Sin embargo, la precariedad de los materiales, sumada a la falta de planificación urbanística, hizo que el barrio acumulase una imagen de marginalidad desde sus primeros años.
Condiciones de vida en 'Los Conguitos'
Carlos Rivas, otro residente veterano recuerda con claridad la estructura de aquellas viviendas. "Eran de media luna, como lo que montan los americanos en sus acampadas, cónicos, de chapa. Ahí vivía la gente humilde, muchos de ellos empleados municipales". Las condiciones de vida eran básicas, y con el tiempo el barrio acumuló una fama de conflictividad difícil de sacudirse.
Finalmente, 'Los Conguitos' fueron demolidos. La zona fue remodelada, surgieron nuevos bloques y espacios más amables. Sin embargo, los recuerdos de quienes vivieron allí o en sus alrededores siguen muy vivos.
Del pasado marginal al presente incierto
Jaime, que nació en la zona y vivió allí hasta 1990, no olvida cómo era la vida entonces: “Era una zona muy peligrosa. Yo mismo, con 12 años, hacía virguerías. Saqueábamos cosas, nos metíamos en cajas, nos escapábamos...”. Con una honestidad brutal, habla de una juventud sin freno. Pero también subraya el contraste con el presente: “Ahora no es como antes. Han puesto una urbanización nueva. Hay chavales que se pasan un poco, pero son de aquí, no es lo mismo”.
Otros vecinos coinciden en que la transformación del barrio ha sido positiva. Mohamed, residente actual, describe un entorno renovado: “El barrio se ha modernizado mucho. Es un barrio muy bonito y tranquilo. Lo de antes ya no existe”. En la misma línea se expresa José, quien confiesa haber tenido un pasado marcado por las drogas: “Yo he sido toxicómano, pero ahora aquí no se vende nada. La zona es tranquila. Hay niños que a veces hacen travesuras, pero nada grave”.
La otra cara: denuncias en redes y preocupación vecinal
Sin embargo, no todos los testimonios son tan optimistas. En redes sociales, diversos usuarios han publicado que, en las noches de fines de semana y festivos, la zona se convierte en un foco de altercados. Se denuncian carreras de motos, gritos, peleas, vandalismo, menudeo de drogas, consumo de alcohol en la vía pública, y rotura de mobiliario urbano.
Carlos Rivas, aunque valora la renovación del barrio, denuncia una situación que, en sus palabras, “es de vergüenza”. Recuerda lo sucedido el viernes anterior: “Había unos 60 jóvenes pegando gritos, chillando, peleándose entre ellos. Aquella parte de los bancos se llena, beben, comen, defecan… Hemos tenido que llamar a la policía más de una vez, aunque vienen de mala gana. Pero es que no escarmientan”.
La crítica va más allá del comportamiento juvenil. Rivas señala a una falta de autoridad efectiva: “Son gente que son masa de carne y poco cerebro. Es triste decirlo, pero es así. La policía viene, dice lo que quiere, pero no cambia nada. Y al final, los vecinos tenemos que aguantarlo”.
La convivencia diaria: entre la calma y la alerta
Otros residentes, como Susana, reconocen que, aunque en general se vive con tranquilidad, hay momentos de tensión. “Nos llevamos bien entre todos, es una zona de buena convivencia. Pero es verdad que últimamente llegan grupos de jóvenes que no vienen precisamente a disfrutar. Ya se han metido con gente de aquí, han quitado cosas de coches… y se ha tenido que llamar muchas veces a la policía”.
Susana, al igual que otros vecinos, pone el acento en que las noches —especialmente en verano, festivos o vísperas— son las más conflictivas. Y aunque no señala a los jóvenes del barrio, lamenta que personas de otros lugares lo conviertan en un punto de reunión que acaba deteriorando la calidad de vida de los residentes.
Una percepción dividida
Lo cierto es que, a pie de calle, la percepción es ambivalente. Hay quienes defienden con contundencia que la imagen negativa que circula por redes sociales es exagerada, o responde a hechos puntuales. Otros, sin embargo, viven con frustración una realidad que consideran silenciada por las autoridades.
José, por ejemplo, reconoce que el pasado fue mucho más duro, y que el presente le resulta bastante esperanzador. “No te enseño las venas porque es malo”, dice con una mezcla de humor y resignación, aludiendo a su superación personal. Para él, los problemas actuales no son comparables a lo que vivió en su juventud.
Mohamed insiste: “Aquí ahora se vive bien. Hay tranquilidad. Lo que se dice en redes no refleja lo que de verdad se vive día a día”.
Jaime, aunque ya no reside en el barrio desde hace décadas, ofrece una mirada crítica sobre la situación actual. “La generación Z pide respeto pero luego te tiran piedras. Ha habido casos… Esto no lo arreglo yo. Es cuestión de padres, del gobierno, de servicios sociales. Hay que mirar más ahí”.
Entre la estigmatización y la esperanza
El antiguo barrio de 'Los Conguitos' simboliza la capacidad de transformación urbana y social de Melilla, pero también la persistencia de ciertos estigmas. Su historia ha pasado de ser el relato de un núcleo marginal a convertirse en una zona renovada. Y, sin embargo, la sombra de la conflictividad no ha desaparecido del todo.
Hoy, quienes habitan la nueva urbanización coinciden en la belleza y mejora del entorno, pero piden más atención, más intervención y más sensibilidad. La convivencia existe, pero está en constante tensión con ciertos comportamientos disruptivos. El ruido de una moto a medianoche, los cristales rotos, los bancos ocupados hasta el amanecer… son síntomas de una convivencia frágil que requiere respuestas sostenidas y estructurales.
En definitiva 'Los antiguos Conguitos' ya no existen como tales, pero su nombre sigue definiendo una zona que lucha por consolidar su identidad. Un barrio que ha conocido la precariedad y que ahora busca afianzar la tranquilidad.
El Faro de Melilla ha recorrido sus calles, ha hablado con sus gentes, ha escuchado sus historias. La realidad, como casi siempre, es poliédrica: hay convivencia, hay problemas, hay memoria y hay esperanza.
Quizá el verdadero reto no sea eliminar el conflicto de raíz —porque la perfección urbana no existe— sino construir, entre todos, un relato más justo, más real y más habitable. Donde las denuncias no se queden en Facebook, y donde el pasado no impida seguir avanzando.








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