A día de hoy, la agravación y enconamiento de los conflictos armados en Ucrania (24/II/2022) y Oriente Medio (7/X/2023), conjeturan un cambio de paradigma e intensifican la perplejidad en las relaciones. Da la sensación de que la gestión americana está empecinada en relegar a Europa y empujarla al abismo de la intrascendencia.
Y es que su pérdida de proyección no es algo novedoso, pero tal vez, si lo sea el sesgo de este proceso que renuncia cínicamente al multilateralismo para sacar pecho con el conflicto y la geoestrategia. Parece como si quedase en el baúl de los recuerdos el protagonismo de los organismos internacionales y, por otro lado, la aldea global gravitara en una retahíla de criterios cómplices.
No queda otra, porque Europa ha de arremangarse el pantalón para tomar parte de este juego de titanes, igualmente arriesgar por la geoestrategia y robustecerse internamente. También ha de ir al encuentro de aliados que fragüen esta estrategia y defiendan los valores europeístas. Llámense la democracia, el estado de derecho y los vínculos cimentados en normas. Sin obviar, que el suelo europeo es un espacio de proximidad privilegiado donde ha de hilar fino para trenzar posibles alianzas.
Dicho esto, si siglos más tarde el arte de la guerra era someter al enemigo sin luchar, pero el ideal de ganar sin competir el más sonado por el general estratega y filósofo de la antigua China, Sun Tzu, hoy Europa se capacita a la agenda prebélica: estando dispuesta a blindarse hasta los topes y si es preciso, enseñando los dientes y estar solícita, pero muchísimo mejor, sin entrar en un cuerpo a cuerpo.
Pero antes, el Viejo Continente ha de estar preparado para dar un paso adelante: invertir más en defensa, vigorizar sus capacidades y abrazar una posición proactiva de la seguridad.
En base a lo aventurado en esta exposición, el ‘Libro Blanco de la Defensa’ bajo el título original de ‘Joint White Paper for European Defence Readiness 2030’, disecciona en veinte páginas y nueve apartados un plan de actuación para ampliar el gasto en defensa y conseguir una industria más integrada, afianzando una participación más efectiva entre los Veintisiete. Pero también, es contundente en ahuyentar los falsos fantasmas y dejar sobre la mesa el recado de que “Europa es y seguirá siendo un proyecto de paz”. Si bien, las amenazas in crescendo y en palabras llanas: hoy y no mañana, toca equiparse apropiadamente, ser lo suficientemente autónomos, perder todo tipo de complejos y mostrarse prevenidos, pero jamás titubeantes.
Andrius Kubilius (1956-68 años), Comisario europeo de Defensa y Espacio, junto a Kaja Kallas (1977-47 años), Vicepresidenta de la Comisión Europa, respaldan que es inexcusable propulsar la acción en la materia y el apresto de la Defensa ante un previsible acometimiento, al igual que es preciso modernizarse y recomponer el resquicio de reservas que inevitablemente ha dejado la ayuda a Ucrania. Decía la jefa de la diplomacia de la Unión Europea (UE). “Presentaremos un plan para hacer frente a las amenazas inmediatas y reforzar la defensa europea a largo plazo. No lo hacemos para lanzar una guerra, sino para prepararnos para lo peor, defender la paz en Europa y mantenernos firmes en un mundo en el que no puede prevalecer la ley del más fuerte”.
Por vez primera, el programa traza un “mercado único de la Defensa” que engloba a Ucrania, a pesar de no ser Estado miembro, con el empeño de propugnar la adquisición de material bélico de los socios del bloque y así paliar las carencias indispensables en sus capacidades. Si acaso, un escenario similar a la crisis epidemiológica que quedó atrás, con la deuda conjunta o la compra de vacunas.
“Hoy, la fuerza de gravedad del Libro Blanco de la Defensa que aún no ha sido digerida en los momentos insólitos que vivimos, ineludiblemente reside por contraer un nuevo posicionamiento: la generosidad estratégica compartida”
En la literalidad exacta del ‘Libro Blanco de la Defensa’, Bruselas retrata las principales lagunas del sector, sugiriendo la plasmación de arsenales estratégicos, como mediar por la configuración de la “industria de defensa ucraniana en la industria de defensa europea”; además de la deferencia europea en la negociación pública de cara a las operaciones en terceros países.
Tómese como modelo que supedita el plan de préstamos a material militar con un 65% de componentes europeos y que se acredite si es armamento pesado, más el proceso de suministros y la marcha oportuna frente a permisibles restricciones, excluyendo por ahora a Estados Unidos. Al igual que pormenoriza métodos para abreviar las políticas que induzcan el sector productivo de la defensa.
Con este enfoque, la dirección comunitaria hacer notar su voluntad de que los territorios de la Unión compren juntamente equipos de defensa. La aspiración es subsanar numerosas de las carestías fundamentales en materia de las capacidades, entre ellas, la defensa antiaérea y municiones, drones y prescindir de la sujeción habida de los aprovisionadores.
Al mismo tiempo, propone una enumeración de inexistencias elementales en las capacidades, aunque en su amplia mayoría se saben de buena tinta y en conclusión los Estados miembros determinarán qué material adquirir, como de requerir opiniones de financiación para encauzar la tarea engranada con la defensa.
Actualmente, el ejecutivo de la UE examina en profundidad la viabilidad de estudiar el Reglamento de Divulgación de Información sobre Financiación Sostenible (SFDR), para valorar si el prisma de la Defensa puede contemplarse “un objetivo de inversión en el marco de la sostenibilidad”. Recuérdese que recientemente Bruselas formuló cinco líneas de acción para poner a disposición del bloque 800.000 millones de euros, con la eventualidad de inducir aires renovados en la fabricación de material de guerra y la compra de armamento.
El revolucionario paquete de medidas rebautizado ‘Plan ReArmar Europa / Preparación 2030’ (4/III/2025), se encuadra en el documento mostrado y entrevé una herramienta de 150.000 millones de euros en préstamos para que los Estados miembros los consignen a obtenciones conjuntas en materia de Defensa y Seguridad.
Mirando atrás, en 2024, los Veintisiete obtuvieron una inversión como en ningún tiempo de 326.000 millones de euros, pero las últimas apreciaciones demuestran a todas luces que se emplazarán en la próxima década al menos, unos 500.000 millones, para satisfacer las disciplinas críticas irresueltas en sus capacidades defensivas. De esta manera, se reclama a los países de la UE que no se demoren demasiado a la hora de accionar las cláusulas de salvaguardia nacionales conocidas en el Pacto de Estabilidad, una fórmula que daría luz verde a las inversiones nacionales de hasta 600.000 millones de euros y que se desviarían del cómputo de la deuda.
Otra de las alternativas es la realización de un mecanismo definido llamado ‘Acción de Seguridad para Europa’ (SAFE). Haciendo valer su punto de vista de financiación conjugada, los Estados miembros pueden elevar sus inversiones en capacidades de defensa. Por otra parte, estos fondos se repartirían en forma de préstamos de largo plazo, con condiciones atrayentes y competitivas que deberán ser devueltos por los países ayudados. Los préstamos estarían patrocinados por el presupuesto de la UE.
El SAFE permitiría a los Estados miembros remontar cuanto antes sus inversiones en defensa, por medio de compras conjuntas de la industria de defensa europea, prevaleciendo las capacidades estratégicas. Esto aportaría la compartición de datos y que se reutilice la información, conjeturar algo con anticipación y la disminución de costos, tonificando el andamiaje industrial. También se tantea la coyuntura de que Ucrania y las naciones de la ‘Asociación Europea de Libre Comercio’ (EFTA) y del ‘Espacio Económico Europeo' (EEE), concurran en adquisiciones conjuntas y se transija la compra a sus industrias.
De la misma forma, los países inmersos en proceso de adhesión, o socios y aspirantes en materia de Defensa y Seguridad de la UE, podrían agregarse a las adquisiciones conjuntas y ayudar al mercado incorporado, e incluso dispondrían del derecho de pactar acuerdos determinados y recíprocamente provechosos para la intervención de sus industrias.
A la par, el ‘Plan ReArmar Europa / Preparación 2030’ se apuntala en el Banco Europeo de Inversiones (BEI), para extender la magnitud de sus préstamos a planes de Defensa y Seguridad y sin desacreditar su potencial de financiación. Aparte de desahogar una cuantía significativa de fondos, este compás mandaría una indicación positiva a los mercados, alimentando la certidumbre en la industria de defensa europea.
En la misma tesitura, la Comisión Europea ha acordado la ‘Estrategia de la Unión de Ahorros e Inversiones’, que allanará la movilización del ahorro privado direccionado a mercados de capitales más activos. Esta práctica pretende regularizar inversiones en parcelas estratégicas como la Defensa y para aquellos que quieran invertir, mejorando la inversión pública y revistiendo las faltas de financiación de la industria de empresas importantes.
Por lo demás, la dependencia europea del material americano y la sacudida causada por la Administración de Donald Trump (1946-78 años), han comprometido a diversos socios a no perder de vista su gasto en Defensa. Entre ellos, España, con un debate interno crecidísimo y por momentos, acalorado y vehemente, aún se encuentra sin resolver tras la sesión de control en el Congreso (26/III/2025). Y tal como recoge el documento, conforme el mandatario norteamericano desliza su golpe de vista hacia el Indo-Pacífico, “Europa no puede dar por sentada la garantía de seguridad estadounidense y debe aumentar sustancialmente su contribución para mantener fuerte a la OTAN”. Queda claro, que restar la filiación de terceros países, principalmente en la palestra tecnológica, es otra de las preferencias perceptibles por los comisarios de la Unión.
Y en palabras al pie de la letra de Kubilius: “450 millones de ciudadanos europeos no tienen que depender de 340 millones de estadounidenses para defenderse de 140 millones de rusos que no pueden derrotar a 38 millones de ucranianos. Podemos hacerlo mucho mejor”. El texto deja caer sin ambages las amenazas vislumbradas de la Federación de Rusia y la República Popular China, que la OTAN interpreta un “desafío” en toda regla y advierte que se han cortado muchos de los lazos con Moscú desde su irrupción a Ucrania, porque con este telón de fondo “la dependencia de Rusia se ha reducido considerablemente”.
A su vez, el pasaje subraya que en 2025 Moscú sobrepasará el gasto en Defensa de los Estados miembros y deja manifiesto que “sigue en guerra con Occidente. Rusia es una amenaza existencial para la Unión y dado su sumario de invasión de países vecinos y sus actuales políticas expansionistas, la necesidad de disuadir la agresión armada rusa seguirá existiendo, incluso después de un acuerdo de paz justo y duradero”.
Evidenciándose la inquietud por el riesgo que viene de la ambición expansionista de Vladímir Putin (1952-72 años), que va más allá de Ucrania y del menester de no dejar caer a Kiev tanto en el campo de batalla como en la mesa de negociaciones.
Tampoco pasa de largo la deferencia otorgada al “distanciamiento” de África de Europa y la “carrera tecnológica”, establecida esta última en la supeditación entumecida de Washington y Pekín, porque “muchos Estados miembros siguen dependiendo en gran medida de tecnologías de terceros países, entre ellos, China y Estados Unidos”. Obviamente, enfrentar la inestabilidad en Oriente Medio marcada por una serie de conflictos y guerras interrelacionadas que comenzaron en 2023, centrado en Gaza, donde el Estado de Israel combate a Hamás, se encuentra dentro de los retos anotados. Asimismo, añade que momentáneamente la industria europea de Defensa puede permitirse ser “excesivamente dependiente de las exportaciones, en parte porque no puede aprovechar las ventajas de un mercado único de defensa”.
Según el texto, el bloque de los Veintisiete puede influir “apoyando, reforzando y promoviendo las capacidades industriales en toda la UE; garantizando el suministro de insumos esenciales para la industria y reduciendo las dependencias; eliminando los obstáculos a la circulación de productos y servicios de defensa en el mercado único; simplificando las normas existentes y reduciendo la burocracia; impulsando la investigación y el desarrollo para fomentar la innovación y promoviendo las cualificaciones y la experiencia en el sector de la defensa”.
Además, la UE “podría actuar como central de compras en nombre” de los países.
En paralelo, los Estados miembros intercambian posturas sobre la proposición del programa industrial de la Unión, para inclinar la balanza en la producción mediante la contratación conjunta.
Y en una tentativa por apaciguar las contracorrientes afloradas de los Gobiernos acerca de que la política de defensa se conserva como una atribución rigurosamente nacional, Bruselas aclara que “los Estados miembros seguirán llevando las riendas de la defensa, al tiempo que se benefician del valor añadido que ofrece la UE y aprovechan plenamente el mercado único”.
Pero tampoco llueve al gusto de todos, motivo por el que la Comisión Europea hace hincapié en siete áreas específicas que sucintamente desgranaré, en los que existen “varios proyectos de capacidades esenciales diferentes” y en los que como no podía ser de otra manera, los países de la Unión han de anticipar el gasto conjunto, al aglutinar implicaciones para el bloque comunitario.
Primero, defensa antiaérea y antimisiles. Apuntándose por “un escudo de defensa antiaérea y antimisiles integrado y multicapa que preserve y prevenga contra el universo de amenazas aéreas (misiles de crucero, misiles balísticos e hipersónicos, aeronaves y UAS) y que esté absolutamente conformado en el sistema de Mando y Control de la OTAN”.
Segundo, sistemas de artillería. Enfocado a “sistemas de fuego avanzados que llevan consigo artillería moderna y sistemas de misiles de largo alcance, concebidos para ejecutar ataques de precisión y de largo alcance contra objetivos terrestres”.
Tercero, municiones y misiles. Conducente al diseño “de un arsenal estratégico de municiones, misiles y componentes, junto con la capacidad de fabricación industrial de defensa proporcionado para garantizar el reabastecimiento”.
Cuarto, drones y sistemas antidrones. Correspondido a una “flota de sistemas no tripulados que comprenda vehículos aéreos, terrestres, de superficie y submarinos dirigidos a distancia o maniobrar de manera automática mediante software y sensores avanzados”.
Quinto, movilidad militar. Se plantea “una red a escala de la UE de corredores terrestres, aeropuertos, puertos marítimos y elementos y servicios de apoyo, que proporcionen el transporte resuelto y sin fisuras de tropas y equipos militares por medio de la Unión y las naciones participantes”.
Sexto, Inteligencia Artificial (IA), tecnología cuánticas, ciberguerra y guerra electrónica. Se indagan “aplicaciones de defensa que emplean IA militar y computaciones cuántica; sistemas electrónicos avanzados a escala de la UE ideados para proteger y garantizar el uso del espectro electromagnético para las fuerzas y operaciones terrestres, aéreas, espaciales y navales; suprimir, perturbar y denegar el uso del espectro electromagnético por un adversario y proteger la libertad de operar en el ciberespacio y garantizar el acceso sin trabas a las capacidades cibernéticas”.
Y séptimo, habilitadores estratégicos, capacidades de combate y protección de infraestructuras esenciales. Incluyen, entre otros, “el transporte aéreo estratégico y los aviones de reabastecimiento en vuelo, el conocimiento del dominio marítimo, las capacidades de combate (aéreas, terrestres y marítimas), un escudo espacial y un escudo fronterizo oriental para la seguridad de las fronteras terrestres”.
“En este momento Europa se capacita a la agenda prebélica: estando dispuesta a blindarse hasta los topes y si es preciso, enseñando los dientes y estar solícita, pero muchísimo mejor, sin entrar en un cuerpo a cuerpo”
En definitiva, el ‘Libro Blanco de la Defensa’ toma el pulso a un nuevo planteamiento en materia de defensa europea y unifica los requerimientos propios de inversión. Y como parte del ‘Plan ReArmar Europa / Preparación 2030’, rotula un ambicioso paquete de medidas que ofrece herramientas financieras a los Estados miembros para urgir al incremento de la inversión en capacidades de defensa paneuropeas.
De ahí, que la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen (1958-66 años), haya hecho público un alegato sin rodeos que pasará a la Historia: “La era de los dividendos de la paz ha terminado. Ya no podemos dar por sentada la arquitectura de seguridad de la que dependíamos. Europa está dispuesta a intensificar sus esfuerzos. Debemos invertir en defensa, reforzar nuestras capacidades y adoptar un enfoque proactivo en materia de seguridad. Estamos tomando medidas firmes al presentar una hoja de ruta de ‘Preparación 2030’, con un aumento del gasto en defensa e importantes inversiones en capacidades industriales europeas de defensa. Debemos comprar más producción europea, porque eso significa reforzar la base industrial y tecnológica de la defensa europea y también estimular la innovación, así como crear un mercado de equipos de defensa a escala de la UE”.
Sobraría mencionar que parte de estas medidas le cogen la delantera a corto plazo el apoyo impertérrito servido a Ucrania, además de afrontar a largo plazo las diversas aristas que entrañan el empuje a la Defensa y Seguridad de Europa.
En otras palabras: tras hacerse ver una subinversión crónica con gasto escaso en las capacidades militares, ahora el ‘Plan ReArmar Europa / Preparación 2030’ curte las capacidades de defensa paneuropeas con recursos financieros rehechos, mientras que el ‘Libro Blanco de la Defensa’ perfila otra visión para la defensa y describe las prioridades de inversión. Amén, que para ganar terreno en la preparación ante entornos de crisis potenciales, este último sugiere adecuar la movilidad militar, el almacenamiento estratégico y reforzar los límites fronterizos exteriores.
En síntesis, se persigue asegurar una respuesta fulminante y acertada ante eventuales amenazas a Europa, enfatizándose la trascendencia de robustecer y asentar las alianzas con estados afines, lo que proporcionaría a la Unión prolongar su malla de cooperación en materia de Defensa y Seguridad y encarar de manera fusionada los muchos desafíos globales en esta esfera.
En consecuencia, en aras de que a marcha forzada varían las reglas de juego geopolítico y no queda otra que ponerse en lo imprevisible, Europa rastrea a contrarreloj su nuevo encaje en el tablero mundial, pertrechándose con el ‘Libro Blanco de la Defensa’ que hilvana las directrices para el rearme y desenmaraña el horizonte para un mercado único del sector. Con la premisa de ser el punto de inflexión en una seguridad independiente con inversiones millonarias y adquisiciones conjuntas.
Y frente a la fragmentación de la ciudadanía europea enhebrado a las dicotomías nacionales que a duras penas quedan relegadas, el ‘Libro Blanco de la Defensa’ pretende abrir otros puntos cardinales.
Hoy, su fuerza de gravedad que aún no ha sido digerida en los momentos insólitos que vivimos, ineludiblemente reside por contraer un nuevo posicionamiento: la generosidad estratégica compartida. Aunque la impresión que sobrevuela tintinee algo escéptica, es imperioso ser consciente de que prima ubicarse en este entresijo incisivo, que al aplauso del color partidista.
He aquí la clave para componer una sólida base industrial ‘made in europea’ en materia de Defensa, musculosa y totalmente capacitada para sustentar la forja de una Europa autónoma. Pero todo quedaría en agua de borrajas, sin esta generosidad tan necesaria y como arma estratégica sacada a relucir.