Opinión

El PSOE y el poder territorial

Hace unos días adelantábamos en este mismo espacio las conversaciones que estarían llevando a cabo Coalición por Melilla y PSOE, con la intención de presentar una moción de censura en la ciudad para desbancar a Eduardo de Castro de la Presidencia o, como mínimo, mantenerlo en el Gobierno con rango de consejero, pero en todo caso, cediendo la Presidencia al entender que en la mayoría de los fregados forma parte del problema más que de la solución.
Esta maniobra se venía gestando a la par que en la Región de Murcia, Cs y PSOE, desde Moncloa, preparaban una moción de censura para desbancar al PP del Gobierno murciano, tras 26 años ininterrumpidos en el poder.
La jugada, que resultó fallida, ha abocado a elecciones en la Comunidad de Madrid y ha sumido a Ciudadanos en una crisis existencial que debería zanjarse en la reunión que hoy celebrará la Ejecutiva de Inés Arrimadas. Si no hay dimisiones y ceses fulminantes, apaga y vámonos.
Todos hemos asistido en estado de shock al culebrón murciano, donde tres de los seis diputados que tiene Cs en la Asamblea regional dijeron que apoyarían la moción y luego se desmarcaron de su firma.
Aunque se les acusa desde la prensa de izquierdas de tránsfugas, lo cierto es que no han incumplido el Pacto Antitransfuguismo porque si bien el pasado 11 de noviembre de 2020 PP, PSOE, Podemos y Cs acordaron extender a las administraciones locales y estatales el veto a los tránsfugas, esa decisión no está recogida aún en leyes ni en los reglamentos de las cámaras.
O sea, legalmente, PSOE y CpM podrían desbancar a De Castro y meter en su lugar a Jesús Delgado Aboy en el Gobierno y no estarían saltándose ninguna ley ni ningún reglamento del Pacto Antitransfuguismo. Sólo violarían la palabra dada por los líderes de los partidos en Madrid y la palabra de un político, como todos sabemos, dura lo que dura un telediario.
Después del ridículo murciano, el PSOE quemará el último cartucho este jueves cuando se votará la moción de censura en la Asamblea de Murcia, que no tiene visos de prosperar. Pero en política cuatro días es mucho tiempo y no hay nada seguro hasta que pase.
De confirmarse que no prospera la moción de censura, los socialistas no deben a los de Cs ni las gracias. Por tanto, podrían proseguir con la operación que busca ganar peso en los territorios, dándole un vuelco a los pactos en los ayuntamientos donde hoy forman parte de la oposición. Están viviendo en carne propia el desaguisado de gobernar en coalición y saben que cuando una relación está deteriorada es inevitable que se cuele un tercer elemento en la ecuación.
Teniendo en cuenta que la negociación de la moción de censura en Murcia, que pretendió extenderse infructuosamente a Andalucía y Castilla y León, la llevó personalmente el ministro Ábalos, no es descabellado pensar que en la visita que hizo a Melilla el 5 de febrero hablara en persona con Gloria Rojas para darle luz verde al inicio de los contactos con CpM para alcanzar algún tipo de acuerdo.
Ya antes de esa fecha se negociaba la moción de censura de Murcia. No hacía ni una semana que había dimitido el consejero de Sanidad de esta región, Manuel Villegas, como responsable de la vacunación de 400 cargos políticos, personal de confianza y funcionarios que incluso estaban teletrabajando. De ahí salió el argumento del ‘vacunagate’ que esgrimió Cs en Murcia para intentar romper su alianza con el PP.
Si la dirección nacional de Cs sabía o no lo que se quería empezar a cocinar en Melilla no es trascendente. De Castro no apoyó la candidatura de Inés Arrimadas a la Presidencia de Ciudadanos. Él forma parte de la corriente de los críticos agrupados bajo el liderazgo de Paco Igea y si se lo cargan otros, la maniobra debilita la implantación territorial del partido, pero a la vez quita de encima a la Ejecutiva de Arrimadas un disidente en tiempos turbulentos, donde la obediencia y la disciplina están sobrevaloradas.
Sin embargo, creo que la experiencia de Murcia podría ralentizar la moción de censura en Melilla. En medio de la tormenta y el desprestigio, el PSOE de Moncloa, que maneja la comunicación con destreza, tiene dos opciones ante sí. La más aconsejable es bajar perfil y dejar que todo el ruido se concentre en la sede de Ciudadanos. La otra, en mi opinión, más atrevida, es aprovechar el ruido en Murcia para avanzar en las negociaciones y cerrar el acuerdo en medio de la campaña electoral para las autonómicas de Madrid (4 de mayo).
Teniendo en cuenta que este país es Madrid-céntrico, nadie reparará en un cambio de Gobierno en Melilla sino en los discursos de Ayuso en los mítines de precampaña. A menos, claro está, que De Castro se líe a leches con Dunia Almansouri o Gloria Rojas en la toma de posesión de la nueva presidenta, imitando a Imbroda, cuando amagó públicamente con reventarle la existencia a su sucesor en el trono.

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