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El dilema de un matrimonio de Melilla que tiene que elegir entre pagar el alquiler o comer

Farah y Nabil ya no pueden más. Son un matrimonio melillense con un niño de siete años y desde que ella se quedó en el paro el pasado mes de julio, han visto cómo su situación ha llegado a un límite que les es imposible de mantener en el tiempo. Su desesperación ha llegado hasta tal punto que la semana pasada acudieron a la puerta de la Asamblea de Melilla para intentar reunirse con los representantes políticos de la Ciudad Autónoma. Con claridad, creen que son ellos los miembros del Gobierno los que pueden darles una solución porque, aseguran, lo han intentado todo: desde enviar curriculums por todos lados, emigrar a Barcelona o hasta apuntarse a los planes de empleo. No les dejaron entrar a la Asamblea y se quedaron esperando en la puerta hasta que tuvieron que ir a recoger a su hijo a la salida del colegio. Farah explicó que han intentado reunirse y hacerse escuchar, pero que solo les dan largas. En este momento, están pagando 360 euros de alquiler sin los gastos mensuales, que con ellos alcanzan los 500 euros. Incluso, han de pagar el IBI. La asistente social que trabaja con ellos les ha concedido una ayuda de 300 euros para el alquiler y 200 euros para la comida. Farah, mientras lo explicaba, se llevó las manos a la cabeza diciendo que esa ayuda era lo mismo que elegir entre pagar el alquiler y los gastos o comer. “Cuando mi hijo sale del colegio y me dice ‘mamá, quiero comer’ ¿qué le digo?”, señaló Farah. “Él todavía es pequeño, pero va creciendo y entendiendo cada vez más la situación”. También han acudido a varios bancos de alimentos y a asociaciones. “Me llaman para decirme que me dan cosas que han sobrado, como leche. Pero como dice una mujer, nosotros no solo comemos pasta, igual que usted come otras cosas en su casa”, relató Farah. Con voz clara, piensa que ellos tienen derechos como ciudadanos. De una carpeta repleta de papeles, saca varios documentos para demostrar que está al corriente de todos los pagos porque, a pesar de su situación, se preocupa bastante porque su familia no tenga ningún problema en ese sentido. La experiencia que han tenido saliendo de Melilla es que su marido, por ejemplo, se puso a trabajar en el campo y solo le dieron un mes de alta. Ella tiene un grado universitario y títulos de formación profesional que la acreditan como administrativa, sin embargo, en Barcelona le pedían hablar catalán. Tampoco ir a Alemania, como es el caso de numerosos melillenses, es una opción. Explicó que allí es verdad que se gana más, pero el nivel de vida es también más caro y apuntó que se “gana poco” teniendo en cuenta los gastos que supone vivir allí. Ella consiguió un puesto de los Planes de Empleo, que como es bien sabido, duran apenas unos meses. En julio se terminó su contrato en un puesto, que según afirmó, se ha quedado vacío. Y si por la situación no fuera difícil de por sí, echó la solicitud del paro en el SEPE y aún no ha recibido respuesta. “Lleva un retraso de meses”, subrayó Farah. Su marido también se encuentra en una situación difícil. Con una discapacidad, explicó que por haber tenido una juventud difícil en la que cometió errores, ahora se enfrenta a los juicios de una ciudad pequeña en la que todo el mundo se conoce. Él ha estado trabajando en Valencia en el campo. Se pregunta “por qué me tengo que ir de mi ciudad” para encontrar un empleo. Así pues, a pesar de que Nabil se encuentra en tratamiento psiquiátrico, la Administración le ha informado que necesita un grado de discapacidad más alto para recibir una ayuda. ¿Y pueden recurrir a la familia? Farah dijo que sus padres fallecieron cuando ella era adolescente y que sus hermanas están trabajando fuera. En el caso de la familia de Nabil, hasta hace poco era su madre la que mantenía a 10 personas en una pequeña casa de las barriadas de Melilla: a los hijos e hijas, a las parejas de estos y a los nietos. Sin embargo, fueron desahuciados y ahora cada uno tiene que intentar sobrevivir como puede. Los dos insistieron en que solo quieren trabajar, en tener una oportunidad. Ella tiene 33 años y él 31 y por mucho que pueda sorprender, Farah tiene solo cotizados a la Seguridad Social un año y medio y Nabil poco más de un mes. La indignación que tienen con la clase política es grande. “Son excusas que te ponen para no darte nada, que les gusta la pobreza ¿Qué hacen los partidos políticos? Cogen el dinero para su bolsillo, te prometen mucho, no te dan nada y después cuando ellos ya tiene su silla, se olvidan de ti”, sentenció Farah.

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