Política

El presidente revive su investidura: "Vi el bastón fugazmente, no sé quién lo puso, y cómo lo tiraban"

–¿Cómo describiría el día de la investidura? –Intenso, emocionante, triste, alegre... –¿Cuál fue el peor momento? –Cuando la gente empezó a gritar y a decir improperios como “traidor”. Es triste porque deja muy mal a esta ciudad. Políticos que han estado un montón de años, se supone que gobernando, cuando han visto que se les acababa el chollo, no se les ocurre otra cosa que decir las barbaridades que dijeron. La guinda del pastel fue el señor Imbroda, que me pareció más triste y más lamentable. Hay gente con clase y clase de gente. En la clase de gente está el señor Imbroda. No insulta ni hiere quien quiere, sino quien puede, pero me entristece que un señor que ha estado, con aciertos y con errores, evidentemente más errores que aciertos, acabe de esa manera. Me parece lamentable. Por él mismo y por lo que representaba, que era a todos los melillenses. –¿Considera que lo sucedido refuerza la decisión que tomó usted? –Por supuesto. Y agradezco esa pregunta porque, precisamente, se demostró que con ese tipo de actitudes, con ese lenguaje no verbal, agresivo, diría que barriobajero, está claro que no se podía continuar. Melilla, lo he dicho muchas veces, está en una situación crítica, muy delicada, y lo que sobra son incendiarios, pirómanos; lo que hace falta es consenso, dialogar y hablar. Ayer [por el sábado] demostró ese señor que no está capacitado, yo lo sé de hace mucho tiempo pero lo demostró, para dialogar o hablar. Solo está capacitado para que se le diga “sí, señor, lo que usted diga”. Él, como decía alguien el otro día, es de los que dicen “o yo o el caos”. –¿Se esperaba una reacción como la que vimos durante la sesión de investidura en el Salón Dorado? –Sí, lo esperaba. –¿Por qué? –Por la forma de conducirse que tenían este tipo de personas en su quehacer político diario. Mientras han ido bien las cosas... Pero hay gente que ha llegado a la política para vivir de la política, para servirse. Con el paso del tiempo, a todos les ha ocurrido lo mismo: pensaban que eso era el estatus normal. Los políticos vienen a la política a servir. Cuando se acaba su función, se van a su casa, a su trabajo o a donde sea. Lo normal no es lo que alguna gente toma como normal, es decir, gente que viene del paro. Hubo una exconsejera que me ladró improperios, que no voy a repetir por educación... bueno, pues esta mujer vino con una mano delante y otra detrás; vamos a ver cómo se va. Lo que no puede ser es que tú llegues, que los ciudadanos te den la oportunidad de gestionar un Gobierno, que se te pague bien o muy bien, y ya te creas que vas a estar allí para siempre, como si hubieras sido un funcionario que ha hecho una oposición. Es muy lamentable y poco elegante, poco edificable y un pésimo ejemplo para los que estaban allí. –¿Por qué no hubo bastón? –Yo vi el bastón fugazmente, no sé quién lo puso allí, si el señor Imbroda o quién, y vi cómo lo tiraban encima de la mesa. Y el señor Imbroda, en vez de hacer lo propio de un político con educación, que se supone honorable, lejos de hacer eso, tiró el bastón, se fue, se negó a firmar el nombramiento, que lo tuvo que firmar la vicepresidenta primera, y nos dejó allí a todos plantados, empezando por el secretario general, que el hombre estaba en una situación bastante delicada porque lo ponía en un compromiso. Por eso no hubo ni bastón ni ninguna historia, porque el señor Imbroda, en su último acto político, decidió hacer lo que hizo y que todo el mundo ha visto. Y digo su último acto político en la Ciudad porque renunció, es decir, hizo lo que hizo Rajoy.

"El peor momento de la investidura fue cuando la gente empezó a gritar y a decir improperios como 'traidor'"

–Si esa decisión hubiera llegado unas horas antes, ¿estaríamos ahora hablando de otra cosa? –Seguramente. Si el señor Imbroda hubiera hecho lo que le había mandatado su partido... La instrucción era muy clara: hay un pacto de Ciudadanos con el Partido Popular en virtud del cual él se va y entraban a formar Gobierno, en el que tampoco podía entrar Vox. Yo avisé a mi partido de que Vox ya había entrado, ya lo tenían hablado. Las expectativas se les fueron, porque ya no podían coger lo que pretendían y a lo que venían. Nosotros, Ciudadanos, no hemos venido a eso. Si fuera así, en 2015 me ofrecieron la Presidencia y dije que no. Me ofrecieron sillones y también dije que no. Ha tenido la oportunidad de rectificar durante estos cuatro años y, entre comillas, regenerarse, aunque eso es imposible, como se ha visto. Las situaciones difíciles y críticas requieren soluciones de última hora, drásticas y, sobre todo, de responsabilidad. Esta ciudad y los melillenses se merecen algo mejor. Le voy a decir más: me lo han puesto fácil porque superar esta mala praxis es difícil. Recuerdo que las asambleas de PSOE y CpM han votado el cien por cien que nos apoyaban. Por una razón básica: porque hay dos bloques, uno de derecha con la extrema derecha, y otro llamado de izquierdas, que sería PSOE y CpM. Y hay un solo diputado que legítimamente ejerce su derecho a presentarse y que tiene la llave. ¿Por qué los afiliados han elegido esta solución? Pues porque la gente no es tonta y está pidiendo regeneración, que se acabe con la corrupción, políticas de centro y progresistas. Eso es lo que intento hacer. –¿Cuándo y cómo decide presentar su candidatura a la Presidencia? ¿Es cierto que es tan de último momento como se ha dicho? –Sí. Las asambleas fueron el día anterior la del PSOE y me enteré que CpM también la había hecho. Yo también había hecho la mía, y mis afiliados, ante los que yo tengo que responder dijeron que me presentara a la Presidencia de la Ciudad. Que me presentara; ni acuerdos, ni pactos ni historias. No había nada. Entonces, he ejercido el derecho que me da el reglamento para presentarme. Si la gente me quiere votar, no me voy a enfadar, ¿no? –Entiendo, por lo que dice, que se siente respaldado en su decisión... –Por supuesto, con la mayoría de los votos de los melillenses. –¿Y cree que ha cumplido con la dirección nacional de Cs? –La dirección nacional me dijo que hablara con el señor Imbroda y que le dijera que había un acuerdo. Así se lo transmití. Me dijo que quería irse pero que antes tenía que dejar todo encasillado y que el año que viene a lo mejor se iba. O a lo mejor no. Es decir, parece que el señor Imbroda es el dueño de un cortijo y si no está él, el cortijo no funciona. A mí me dicen que esa era la condición sine qua non para hablar y el secretario general de Ciudadanos dice que con Vox no entramos en ningún Gobierno. Pues ya me dirá usted qué hago yo. Vox estaba en el Gobierno, así que no se cumplían ninguno de los dos requisitos. La negociación no era posible, así que me quedaban dos opciones: o me abstengo para los dos bloques, con lo cual Ciudadanos desaparece, o acepto la propuesta que me hacen las bases de los partidos, la consulto con los míos y me dicen que para adelante. Ya está. Así ha sido.Está claro que no le ha sentado bien la jugada. –¿Y tiene miedo? –En absoluto. No. Miedo... ¿por qué? –Por lo que se vio en el Salón Dorado, por ejemplo. –No. Quiero entender que eso es producto del nerviosismo y de un día y que no se va a repetir. Ayer yo no era presidente. Hoy, sí lo soy. Y si alguien tiene pensado alguna historia, le aconsejo que tenga cuidado. A mí no me va a temblar el pulso en ningún momento para tomar las medidas que tenga que tomar contra cualquiera que intente hacer algo que no se debe.

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