Esta semana estuvo en Melilla el profesor de la Universidad de Barcelona Juan Miguel Muñoz Corbalán, invitado por la Fundación Melilla Monumental para impartir una conferencia sobre el ingeniero militar melillense Pedro Martín Zermeño, que tuvo la idea de darle el trazado actual, más o menos recto, a las Ramblas de Barcelona, y que también es recodado en Galicia porque allí diseñó el actual Paseo de la Marina, en La Coruña.
Zermeño es uno de los grandes ingenieros de España, nacido en esta tierra, al que no hemos tenido ni tiempo ni dinero ni ganas para dedicarle una más que merecida estatua.
Conversando con el profesor Muñoz Corbalán, me comentó que no es la primera vez que viaja a Melilla para dar una conferencia. Él ya había estado por aquí hace unos ocho años y tuve curiosidad por saber cómo había encontrado la ciudad. Me respondió lo que todos sabemos: que la ve triste, vacía y con muchos comercios cerrados, como el restaurante Los Salazones, donde le habría gustado repetir esta vez.
Y de esas calles vacías se quejan los comerciantes y hosteleros de Melilla, que esta semana se reunieron para pedir que no se siga peatonalizando el centro y que se habiliten aparcamientos baratos, a ser posible, con una zona azul que obligue a los conductores a rotar al menos cada dos horas en horario comercial, además de garantizar bonos económicos en parkings públicos, donde se hace necesario mejorar el servicio, la seguridad y el mantenimiento.
Los comerciantes y hosteleros se quejan de que en los últimos años el centro de Melilla ha perdido medio millar de plazas de aparcamiento y que la realidad es que a determinadas horas del día hay calles peatonales vacías por las que no circula ningún peatón. Yo añadiría que en horario comercial hay comercios vacíos y esto se convierte ya en la pescadilla que se muerde la cola porque los locales comerciales no abren porque no hay clientes y los clientes, cuando se acercan y los encuentran cerrados, dejan de ir.
Por su parte, los empresarios también pidieron que los vehículos puedan bajar mercancía en carga y descarga junto a los locales ubicados en la zona peatonal a determinadas horas del día. Hay un último reclamo que aún no entiendo que no exista en Melilla porque lo he visto hasta en los pueblos más humildes de la Andalucía profunda: piden toldos para mitigar los efectos del sol en zonas peatonales.
Aquí tenemos un cúmulo de malas coincidencias que están estrangulando a los comercios, bares y restaurantes del centro. La primera de ellas es, por supuesto, el cierre de la frontera. Pero ha influido además la apertura del centro comercial, que ofrece facilidades para aparcar y variedad de ofertas que no se encuentran en el centro. Si abriera más cafeterías y restaurantes, apuesto a que se llena de la noche a la mañana.
En todas las ciudades donde se ha optado por la peatonalización y por la apertura de grandes superficies comerciales en la periferia se han sufrido consecuencias similares a las que vemos aquí en Melilla, pero que con el tiempo se han superado gracias al turismo y especialmente al proceso de gentrificación que aquí no acaba de despegar.
El centro está lleno de oficinas y por eso parece desangelado los fines de semana. Vivir en esta zona obliga a acostumbrarse a los continuos cortes de agua. Tampoco es cómodo si faltan aparcamientos y no hay acceso a un transporte público y moderno. Seguimos echando de menos una red potente de carriles bici que invite a dejar el coche en casa ahora que los combustibles están prohibitivos.
No hay peatones en el centro, pese a los esfuerzos de los comerciantes por organizar actividades y animar la zona. Por la mañana temprano, las calles están desiertas; a las cuatro de la tarde, también y a las ocho está casi todo cerrado. Los fines de semana, más de lo mismo. Así no se remonta. Pero entiendo que con la tarifa eléctrica por las nubes abrir para echar horas quitando polvo a los escaparates no sale rentable.
Yo soy defensora de la peatonalización, pero también defiendo que si queremos que la gente venga al centro a comprar tenemos que pensar en habilitar aparcamientos disuasorios y entre gratuitos y muy baratos. Aquí se necesitan mejoras urgentes del transporte público. A nadie se le ocurre ir a comprar al centro de Madrid en coche. Básicamente se puede vivir en Madrid sin carnet de conducir, pero hoy por hoy eso es difícil en Melilla porque no hay costumbre (ni tiempo) de usar el transporte público.
Por algún motivo aquí parece que la COA es para personas vulnerables y con mucho tiempo libre. Es algo absurdo que no tiene ni pies ni cabeza, pero desgraciadamente nos falta pedagogía y, sobre todo, hacer que subir a un bus sea atractivo y fácil.
Hay mucho que cambiar en la ciudad y no sé cuantos comercios sobrevivirán el tiempo que dure esa transición. No se trata sólo de hacer calles peatonales. Se trata de hacer a la vez, todo lo demás, porque si no, tendremos una ciudad preciosa, con calles amplias, por las que no camina nadie.
Hay que pensar en una ciudad cómoda para la gente y hay que invertir mucho, muchísimo en cambiar los hábitos que arrastramos del siglo XX. Somos unos antiguos y eso está matando al comercio. Dentro de poco no tendremos dónde comprar.
La situación actual es un cúmulo de despropósitos uno detrás de otro y gestado por los gobiernos de la ciudad autónoma que se han lanzado a realizar obras sin parar hasta dejar el centro como lo vemos para apuntarse el tanto de sostenibilidad y dar obras a constructores bendecidos...en una ciudad donde al personal le gusta entrar con el coche a la tienda hasta el punto que han conseguido invisibilizar las mismas y reducir las posibilidades de aparcamiento a un ritmo acelerado.
Todo ello sumado a una oferta limitada y con precios no competitivos a pesar de no pagarse IVA.
Pobre comercio de Melilla...quien te ha visto y quien te ve!!!
Con lo que antaño llegaste a ser...!!!
Donde fueron a parar los activos comerciantes de la comunidad hindú local con sus preciadas mercaderías inencontrables en otros lares de España y los añorados hebreos con su facilidad para mover dinero y generar plusvalías??
Qué tiempos y qué envidia de llanitos y andorranos incrustados en la misma España y aquí incapaces de generar 1/ 20 parte de lo que mueven ellos.
Caímos en manos de una mafia y de testaferros de personal del otro lado y pasamos de vender prendas de seda, objetos de marfil, artículos fotográficos e instrumental médico, electrónica, peletería, conservas finas y ultramarinos de importación a vender papel de limpiarse el culo, ruedas usadas, alcohol matarratas para vinagres, pilas, zumos de cartón y productos de subsistencia a costa de colapsar los pasos y convertir en tercermundista la frontera y alrededores.
Aplaudo su comentario. Todavía recuerdo el auge del comercio en Melilla aún en los años '70 y '80, la Avenida llena de bazares regentados por hindúes y hebreos, cuando venía gente de la Península a comprar de todo lo que allí no llegaba o era caro... ¡Aquellos sí eran bazares dirigidos por gente emprendora y hacendosa, no como los rateros de los 3 bazares que hay en los bajos del Hotel Ánfora y que chillan barriobajeramente a los clientes de los hoteles para que les compren 4 baratijas marroquíes... Melilla, ¡quién te ha visto y quién te ve!