Las zonas de aparcamiento gratuito en Melilla se han convertido en un nicho de empleo para aparcacoches que piden la voluntad y, de paso, se ofrecen a lavar el vehículo o a ayudar a conductores inexpertos a maniobrar sin llevarse por delante objetos inimaginables.
El problema es que la propina no es exactamente voluntaria y son varios los melillenses que nos han transmitido su malestar con la casi obligatoridad de pagar un euro por dejar el vehículo, por ejemplo, frente al Brisamar. A la gente no le gusta tener que pagar por lo que es y debería ser gratis.
Hay zonas de Melilla en las que se agradece la presencia de los aparcacoches porque en realidad terminan vigilando que no pase un bandolero, de los muchos que abundan en nuestras calles, y te arranque un retrovisor o te deje sin el equipo de música o sin cualquier otra cosa que te hayas dejado dentro de tu vehículo.
Pero no siempre es así. Hace una semana al bajar del coche se me cayó el teléfono. Me di cuenta cuando llegué a mi casa. Regresé inmediatamente, pero ni rastro. Hice el camino de vuelta, perdí toda la tarde y nada.
Casi dos horas después, agotada de buscar en todas partes, me metí en Internet y utilizando el dispositivo de búsqueda, localicé la señal de mi teléfono moviéndose nerviosamente por la zona donde suelo aparcar mi vehículo a diario.
Los aparcacoches que lo tenían ignoraron el mensaje que salía en la pantalla del teléfono, pidiendo por favor que devolvieran en la Comandancia de la Guardia Civil. Tuve suerte y gracias a un agente de la Benemérita pude recuperarlo.
Los ‘gorrillas’ hicieron como que lo acababan de encontrar en el suelo. Como si yo no hubiera visto a través de la pantalla del ordenador la taquicardia con que se desplazaba la señal de una calle a la otra, en círculos y por la misma zona. En fin, lo importante es que lo recuperé y esto, de paso, me obliga a creer en los milagros.
Tuve mucha suerte. Lo sé, pero no siempre ocurre así. Hay gente muy harta de tener que pagar a los gorrillas por temor a que le rayen el coche. La pregunta es la de siempre: ¿dónde está la Policía?
Los aparcacoches no molestan sólo en Melilla. En muchas grandes ciudades los sancionan por invador la vía pública, porque la mendicidad no es delito. Tampoco lo es que se acerquen a los conductores a pedir dinero.
En Murcia, por ejemplo, el año pasado se pusieron más de un millar de multas por infracciones de tráfico a los aparcacoches. ¿Cayó alguna en Melilla?
Algunos aparcacoches llevan tiempo en la misma calle y se han convertido en una cara conocida. La gente se acostumbra a verlos y no resultan molestos a la mayoría de los habituales de la zona.
Pero no siempre es así. No estoy animando a hacer redadas. Sólo quiero hacerme eco de las quejas que hemos recibido. La cosa no está como para dejarse un euro todos los días al dejar el coche para ir a trabajar o al hacer la compra. La propina tiene que ser voluntaria.
Cuando hay un solo gorrilla, los conductores no se sienten intimidados, pero cuando se acercan en coro, como ocurre en la Plaza de España, a ver quién es el valiente que se niega a soltar el dinero.
Pero de la misma manera que hay quienes se sienten violentados con la presencia de gorrillas en nuestras calles, los hay que prefieren que se dediquen a aparcar coches en la ciudad porque de algo tendrán que vivir. Es complicado cerrar el grifo de la noche a la mañana, pro algo habrá que hacer. Al final, pagamos los de siempre.