El periodista Antonio Ramírez ha puesto punto final a más de cuatro décadas de trayectoria profesional tras su jubilación oficial el pasado 6 de octubre, a los 66 años. “Ya me he jubilado”, cuenta con serenidad. “Podía haberlo hecho antes, pero preferí demorarlo un poco y ya ha llegado el momento, después de más de cuatro décadas de faena”.
Su vida profesional, estrechamente ligada a la comunicación, la información y las instituciones, le ha permitido ser testigo de algunos de los cambios más importantes de la historia reciente de Melilla. A lo largo de más de cuarenta años ha sido protagonista y observador de buena parte de la historia contemporánea de Melilla y de España, participando desde distintos frentes en los procesos que transformaron la ciudad. Entre los hitos que recuerda con especial claridad destaca el 13 de marzo de 1995, fecha en la que Melilla pasó de ser Ayuntamiento a convertirse en Ciudad Autónoma. “He tenido la fortuna de vivir acontecimientos buenos, malos y regulares, pero todos ellos han nutrido mi vida y me incitan a pensar que ha sido un honor poderlos haber vivido”, afirma.
Sus primeros pasos los dio en la prensa escrita, compartiendo vocación con su hermano Salvador, también periodista. Sus colaboraciones y actividad profesional han pasado por el diario La Costa del Sol, Antena 3 y Cadena SER, emisora en la que permaneció varios años antes de dar un salto decisivo hacia la comunicación institucional. “Entré a trabajar en el Ayuntamiento con Ignacio Velázquez, que fue el último alcalde y el primer presidente de la Ciudad Autónoma, quien me nombró jefe de prensa”. Esa etapa le permitió abrir una nueva dimensión profesional. “A lo largo de todos esos años, además de las labores propias de comunicación, relaciones institucionales y actos oficiales —que han sido centenares—, me implicaba directamente como maestro de ceremonias. Ha sido una suerte para mí y un honor poder haberlo estructurado y desarrollado”, resalta Ramírez.
El paso de los medios privados a la institución pública supuso un cambio importante en su vida profesional. Como jefe de prensa del entonces Ayuntamiento de Melilla, vivió una etapa diferente, marcada por la responsabilidad institucional y la influencia que la administración ejerce sobre la ciudadanía. Destaca que contó con la libertad y el apoyo del alcalde Ignacio Velázquez para desarrollar su labor, aunque reconoce que posteriormente llegaron años convulsos, con mociones de censura y cambios políticos.
En 1993, bajo el mandato de Velázquez, recibió el encargo de poner en marcha Televisión Melilla, hoy conocida como INMUSA. “Tuve la suerte de crear y dirigir por primera vez la televisión de la ciudad junto a Francisco Platero, un hombre legendario de Melilla. Fue entre 1993 y 1995, compaginando mis funciones institucionales con la gerencia y dirección de la cadena”, recuerda. Más tarde, entre 2003 y 2008, dirigiría dos programas en Cope Melilla y Popular Televisión, El Trasmallo y El Anzuelo, espacios de tertulia y entrevistas que le permitieron seguir ejerciendo el periodismo mientras continuaba con sus labores institucionales. Al recordar sus primeros años en la profesión, Ramírez traza una comparación inevitable con los tiempos actuales: “En aquella época no existían las redes sociales y los medios tradicionales eran la única vía de comunicación. La prensa escrita, la radio o la televisión hoy siguen teniendo la misma importancia —o incluso más—, pero era diferente”.
A lo largo de su carrera, Ramírez ha reflexionado sobre la relación entre poder y verdad, una idea que también plasmó en su perfil del portal digital La Paseada. Ramírez considera que la verdad es esencial en el periodismo, aunque reconoce que no siempre es fácil contarla. “La verdad es un elemento indispensable, pero a veces también es un elemento complicado”, señala. “Contarla desde medios privados va unido a una mayor libertad; en cambio, en las instituciones públicas no es que se trabe la verdad, pero sí se matiza muchas veces, porque va condicionada por otros intereses institucionales o por una responsabilidad distinta hacia los ciudadanos”, reflexiona.
En sus palabras asoma la experiencia de quien ha conocido de cerca el poder político y mediático. “El poder tiene su razón de ser; debe servir para gestionar los intereses y los problemas de la gente, pero también tiene sus debilidades, aspiraciones, ambiciones y egoísmos”. Una coyuntura a través de la cual, “a veces puedes estar diciendo o escribiendo cosas en las que crees, pero quizá de una manera algo distinta”.
Dentro del ejercicio de su labor, Ramírez se ha apoyado en la lectura como herramienta fundamental, considerando que no es esencial solo para los periodistas, sino también para los políticos. “Mediante la lectura vives muchas vidas, no es una frase hecha”, asegura. “Adquieres conceptos, palabras, ideas que después trasladas, con la adaptación necesaria al texto que tengas que escribir”. Además, Ramírez contempla que “hace falta leer, y lo digo no solo desde el punto de vista personal, sino también desde el institucional. Hace falta leer opiniones que no coincidan con las tuyas; muchas veces puedes sacar algo mejor de ti mismo a través de ideas diferentes”.
Su colaboración con El Faro de Melilla le ha permitido mantener viva su voz como articulista. “Ahí expreso mi opinión sin ambages, manteniendo el respeto que debo tener, pero sin ahorrar, ni mucho menos, ninguna consideración. Son artículos de opinión donde expreso mi identidad. No escribo sobre lo que está de moda, sino sobre lo que creo”, explica mientras reflexiona sobre los géneros periodísticos.
Con su jubilación, Ramírez hace balance con serenidad del tiempo dedicado a la comunicación, para él “ha sido un honor. Me quedo con la experiencia, con el caudal humano de la gente con la que he tenido la suerte de trabajar”. No esquiva, sin embargo, que no todo fue fácil durante su trayectoria profesional. “Son muchos años en los que ha habido tormentas; algunas dejaron cicatrices. También hubo momentos buenos, errores y, supongo, algún acierto. Pero, sobre todo, me quedo con la experiencia”, resalta, al tiempo que añade con humildad: “Si en algún momento he podido cometer algún error que haya dañado o perjudicado a alguien, mi petición de disculpas por delante”.
Más allá de los hechos vividos —algunos objeto de opiniones apresuradas—, su máxima es mantener la conciencia en paz. Un aprendizaje que recuerda haber recibido de un jefe superior de la Policía Nacional al concedérsele la Medalla al Mérito Policial: “Lo mejor de cualquier trayectoria —buena, mala, regular, brillante, oscura o como sea— es mantener siempre la conciencia en paz”.
Con la serenidad de quien cierra un ciclo, Antonio Ramírez mira la nueva etapa que se abre ante él. “Ahora toca dedicarme a mis hijas, a mis nietos, a leer y a caminar. También seguiré colaborando con vosotros, siempre que queráis”, dice, dejando claro que el periodismo no se jubila del todo. Aunque reconoce haber pensado en escribir un libro sobre su experiencia, prefiere dejar que el tiempo decida. “He vivido muchas cosas, algunas se conocen, otras no, y algunas quizá no deberían conocerse. A veces la verdad puede ser dañina, aunque siempre deba estar por delante”, explica con el tono de quien entiende que no todo necesita ser revelado para dejar huella.
A lo largo de su carrera, Antonio Ramírez ha sido testigo y protagonista de la historia moderna de Melilla: de sus cambios políticos, de la evolución de sus medios y de la transformación de su sociedad. Su nombre queda vinculado a la comunicación melillense, mientras se despide agradecido por una vida profesional que le ha otorgado aprendizajes, experiencias y compañeros inolvidables. “De todos aprendí algo, incluso de aquellos que no compartieron mi forma de hacer las cosas. Y a los medios, os animo a seguir contando la verdad, aunque cueste”, concluye.








