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La procesión salió de la Iglesia de la Inmaculada Concepción, cerrada el año pasado por su restauración tras el terremoto
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El comandante general, Díaz de Otazu, resaltó en el Desagravio la necesidad de acabar con la violencia y respetar todas las religiones
Los fieles seguidores del Cristo Humillado celebraron ayer con gran emoción su salida desde la parroquia Castrense. No podía ser de otra forma. El Humillado se vio obligado a procesionar el año pasado desde el Palacio de la Asamblea debido a las obras de reconstrucción y restauración de la Iglesia de la Inmaculada Concepción tras el terremoto que afectó a su estructura. La espera se hizo larga, un año de penitencia que valieron la pena.
Cientos de fieles se concentraron ante la
puerta de la iglesia para arropar al Cristo
La Cofradía Castrense de Nuestro Padre Jesús Humillado comenzó su procesión puntual, saliendo desde su casa sobre las 20:30 horas, arropada por cientos de fieles que se reunieron en la cercanía de la plaza de las Culturas. Pero la salida no se realizó sin antes escuchar el tradicional Desagravio, realizado este año por el comandante general de Melilla, Fernando Gutiérrez Díaz de Otazu, en la puerta de la iglesia y ante la atenta mirada de los cofrades vestidos con su característico capirote negro.
El Desagravio
Díaz de Otazu se presentó ante “la humillación” de la figura del “amadísimo Jesucristo, señor y Dios nuestro” para transmitirle “el arrepentimiento y compromiso en nombre de todos”. El comandante general recordó todas las bondades de Jesucristo, quien lleva la “verdad indiscutible y plena que no creemos, porque preferimos dejarnos engañar por contadores de verdades mediocres, presentadas por un halo de verosimilitud”.
El Desagravio puso especial énfasis en el engaño que supone dejarse llevar por los sentidos y el deseo de la inmediatez, en lugar de ver “con los ojos del corazón”, los cuales “nos abrirán las puertas del reino de los cielos”.
El comandante general aprovechó la ocasión para criticar el contexto de violencia que se vive actualmente y animó a basarse en el amor que transmite la religión para superar cualquier adversidad. Asimismo, hizo hincapié en respetar todas las religiones, “cuyo fin es el mismo”. Tras la intervención de Díaz de Otazu, una fiel se acercó al micrófono para dedicar un poema al Humillado y agradecerle haberla sanado al estar enferma.
La procesión
La salida desde la parroquia Castrense se realizó con un aplauso multitudinario cuando más de medio centenar de portadores, alguno de ellos descalzo, alzaron el trono e iniciaron la marcha siguiendo la cruz guía. Dos columnas de niños, los cofrades más pequeños de la hermandad, precedían el paso portando cruces de madera y, tras ellos, numerosos cofrades enfundados en sus capirotes seguían el paso solemne al ritmo de la Banda de Música de Melilla.
El comandante general recalcó la importancia
de ir más allá de lo que muestran los sentidos
A paso lento, el Humillado se mostraba ante los seguidores por las calles del centro de la ciudad, pasando Plaza España hasta llegar a la tribuna de la Avenida Juan Carlos I. Allí, el vicario episcopal, Roberto Rojo, rezó un Padre Nuestro y un Rosario, antes de que la procesión girara por calle Castelar, para poner rumbo hacia la parroquia Castrense, donde el Humillado descansa nuevamente.