La confrontación entre el Gobierno local y la nueva dirección de la Comisión Islámica resultante de las irregulares elecciones que la misma entidad celebró hace unos meses, se está pudriendo malamente y está derivando en un peligroso discurso mediante el que se pretenden repartir títulos de musulmanes puros e impuros. Lo hemos podido comprobar con todo el debate suscitado a raíz de las actividades organizadas en torno al último Ramadán, en el que con objeciones de índole religiosa se ha criticado un programa de actos e iniciativas encaminadas a aprovechar la misma festividad como oportunidad para fomentar el mayor eclecticismo melillense y la asunción de la importancia de la fiesta religiosa como una realidad inherente a Melilla y a la sociedad plural en la que vivimos.
Con criterios muy particulares se ha denostado que se hicieran actividades de tipo cultural en un mes que algunos consideran exclusivo para el sacrificio y el ejercicio interior del hecho religioso. En definitiva, se ha expuesto como algo incompatible la vertiente religiosa del Ramadán con el hecho cultural que a su vez le es innato y que innegablemente se proyecta en el conjunto de Melilla, creo que de forma positiva para el mayor acercamiento y aprecio entre las distintas comunidades que conforman esta ciudad.
La deriva religiosa del debate en tal sentido no creo que sea buena ni para el presente ni para el futuro de Melilla y sería ingenuo negar que se produce con mayor beligerancia desde que la nueva dirección de la CIM está al frente de la misma Comisión Islámica.
Para el PP no cabe duda que tras todo ello está CpM. La proximidad de sus dirigentes a la nueva CIM facilita esa opinión, más aún cuando el discurso de unos y otros (CIM y CpM) resulta coincidente como sucedió en las críticas a la programación de Ramadán del actual Gobierno local.
El hecho cierto también de la pérdida de votos de CpM en sus tradicionales feudos electorales y en beneficio del Partido Popular, certifica por otro lado que la cantera natural de los cepemistas corre peligro y que a la invocación del hecho identitario es preciso aunar el acento sobre el hecho religioso para cerrar filas y recuperar el voto perdido.
El juego político así planteado es extremadamente peligroso, fomenta la división social en Melilla en beneficio de una ciudad de compartimentos estancos que sólo en su mayor eclecticismo y progreso desde el respeto mutuo puede avanzar con vocación de futuro.
Comparto por ello la preocupación del PP y en concreto del presidente de la Ciudad, Juan José Imbroda, ante unos discursos extremadamente peligrosos y que deben ser combatidos por toda nuestra clase política por encima de siglas y partidismos.
Quien simplifique esta crítica como un intento de reavivar antiguos mensajes del “miedo al moro”, otrora tan efectivos en tiempos de elecciones, se equivoca. No se está juzgando con prejuicios a unas siglas concretas por el origen mayoritario de su dirección o militancia, sino por el discurso de unos dirigentes que, en el fundamento de sus argumentos, están invocando el separatismo entre los melillenses.
La comunidad melillense de origen amazigh no tiene nada que ver en la actualidad con la de hace un cuarto de siglo, cuando un problema común, tal cual era la falta de derechos jurídicos y políticos, hizo que se aglutinara en torno a un solo y único movimiento.
La comunidad musulmana actual (entendiendo el calificativo con que se la nombra en términos exclusivamente sociológicos) es muy heterogénea, se compone de miembros de clases sociales en situaciones socioeconómicas muy divergentes. Ya no cabe llamar al voto único de los musulmanes aludiendo a una marginación que hoy en día no se sucede con independencia de que existan extremos que requieran de una política de atención preferente para evitar cualquier tipo de exclusión.
A CpM ya no puede funcionarle la necesidad de potenciar un poder musulmán frente a partidos nacionales que no daban a los melillenses de origen amazigh el protagonismo que merecen o que sólo les valoraban como un cuerpo electoral susceptible de mayor manipulación.
Le funcionará en cambio un ideario en pro de una ciudad multicultural y más ecléctica, que en las elecciones del 2003 le permitió crecer en votos y que al descuidarse le hizo perderlos en 2007.
Y es que no basta con las declaraciones rimbombantes o teóricas, hay que predicar con los hechos y lo hechos indican que CpM mezcla política y religión de manera peligrosa y nada conveniente para los intereses generales de Melilla.