David Sánchez emerge de entre el caos para anotar dos goles que dan a la UD Melilla un triunfo de empaque. El conjunto azulino se mete de lleno en la pelea por entrar en los puestos del playoff de ascenso a Segunda División.
La Unión Deportiva Melilla, a base de sufrimiento, logró tres puntos de oro en un campo donde se le pusieron las cosas muy cuesta arriba cuando mejor lo tenía. Extrajo petróleo en un partido marcado por el caos, por el descontrol, por la falta de seguridad cuando todo parecía ir de cara. Lastrado por el sentido común, el equipo de Currás se encontró con una victoria que, asistiendo al argumento del segundo acto, apenas se podía intuir.
Porque los norteafricanos no podían haber diseñado un guión tan extraño para su duelo. Cuando debían obedecer al temple, a la tranquilidad, se desbocaban. Cuando lo tenían sencillo, parecían amateurs. Ganaron, eso sí, pero en el desorden más absoluto, con la fortuna como aliada y apelando a un corazón que marcó un destino imprevisible, marcado, en muchas ocasiones, por las decisiones arbitrales, ayer benévolas en contra y justas a favor.
En la génesis del choque, los del Melilla cumplieron el papel que les había impuesto su técnico. Trataron de maniatar a un UCAM al que le costó jugar con comodidad, con la soltura que, tras dos derrotas consecutivas como local, se le había olvidado. Por eso, con el peso en los grilletes, a los de casa les costó crecer. Y eso que el cuadro visitante hizo las cosas con mucha mesura en el inicio, sin aspavientos, cumpliendo con un papel que tenían estudiado de memoria. Y ese guión pasaba por desestabilizar a los de casa con presión, mordiendo en su salida, arrinconando el balón cuando lo poseían para evitarles espacios. De ahí que el partido muriera siempre, en el primer tercio del choque, en el centro del campo donde David Sánchez se mantenía imperial repartiendo juego. Por eso hubo tan poco peso ofensivo en el primer acto y, cuando llegó, lo hizo casi al final, cuando ya el físico apuraba su presencia. Y entonces el UCAM comenzó a llegar, a asustar a una zaga rojinegro ayer que imploraba el descanso. Habían aguantado lo suficiente como para alcanzar tablas en el asueto.
Pero el giro fue radical, en cuanto al resultado, en el segundo acto, más tras la pena máxima ejecutada por David Sánchez que suponía, a su vez, la expulsión de Fran Pérez. Con la ventaja, curiosamente, el equipo de Currás se encogió y ofreció espacios al cuadro universitario que, con diez, fue muy superior a los norteafricanos acumulando llegadas hasta las tablas, en un error de Álvaro. Y con el empate continuó minúsculo el Melilla ante un UCAM lanzado pero con poca efectividad en el remate, unas llegadas que acumulaban unos argumentos ofensivos vinculados a una mayor presión al rival y a una actitud sobresaliente.
Los de casa eran y se sentían superiores. Habían visto la endeblez de los visitantes que, para colmo, también sufrían la expulsión de Mahanan. En igualdad de sustancia, el equipo universitario se creció. Fue mejor que el rival y le maniató aunque en las contras, el Melilla asustaba. Y, cuando comenzaban a aparecer fantasmas -jugando con uno menos al estar Juanjo con problemas- llegó una contra que finalizó en la segunda pena máxima del choque. Remón, según el colegiado, tocaba el balón con la mano dentro del área suponiendo la oportunidad para David Sánchez de deshacer un empate que saboreaban los de Currás como halagüeño. El ex culé lograba sentenciar el partido sin tiempo para otra vuelta a la historia.
Los melillenses se llevan tres puntos que les sostienen en la esperanza de un play off en un choque sobre el que se sacan pocas lecturas, la mayoría, ayer vinculadas a una suerte buscada con el trabajo.
El conjunto norteafricano encadena de esta forma dos victorias consecutivas tras una racha de cinco partidos sin ganar, que le valen para certificar virtualmente la permanencia y para colocarse a tiro de piedra de la zona de playoff de la que le separan tan solo tres puntos cuando quedan quince por disputarse.