Los voluntarios de la asociación Amigos por la Solidaridad reparte desde hace dos meses café y dulces entre personas de la calle para combatir el frío del invierno y ayudarles a pasar mejor sus horas a la intemperie.
Un café puede tener muchos significados. Una charla con un amigo, una tarde de domingo, una despedida o un poco de calor, cuando el frío cala los huesos y tienes que estar en la calle porque no tienes otro sitio donde ir. Salah y Mohamed decidieron hace dos meses convertirse en ese café para muchas de las personas que diariamente llenan las calles del centro de la ciudad intentando buscarse la vida cómo pueden.
Los dos hombres, parados de larga duración, crearon la asociación ‘Amigos por la solidaridad’ y cada lunes, miércoles y viernes llenan su carrito con termos de café, dulces y zumos y se encaminan en busca de personas necesitadas. La historia de estos dos hombres es de esas que parecen mentira, pero que devuelven la creencia en que entre tantos problemas siempre queda gente que se preocupa por los demás. Ambos son parados de larga duración y perciben un subsidio mensual de poco más de 300 euros, de los que invierten una parte en comprar los alimentos que reparten por la ciudad.
“Ellos están peor que nosotros”, asegura Salah, que recuerda que muchas de estas personas no tienen un techo en el que cobijarse o tienen que pasar gran parte del día en la calle a pesar del frío o la lluvia.
Los voluntarios apuntan que la idea surgió de forma espontánea, Salah ya recogía antes juguetes y ropa usada para llevarlos a Marruecos y Mohamed colaboró en una iniciativa parecida a la que ahora llevan a cabo, en los años noventa, cuando vivía en Madrid. Los dos observaron que había cada vez más personas pidiendo en las calles de Melilla y se les ocurrió poner en marcha esta iniciativa.
Al principio, indican, la gente era más reticente a aceptar su ofrecimiento, pero poco a poco se han hecho con la confianza y la amistad de muchas de las personas a las que ayudan.
Reme, una lotera que vende participaciones del sorteo de la Caridad, les dice mientras les sirven el café caliente: “sois mis ángeles de la guarda”.
En la Plaza de España, los dos hombres caminan en territorio amigo. Muchos de los que reciben allí su ayuda son internos del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) que pasan el día esperando limpiar un coche o ayudar a alguien a llevar la compra a cambio de algo de dinero. Salah y Mohamed no se limitan sólo a darles algo qué comer y qué beber, aprovechan también para hablar con ellos, conocer sus historias y sus razones.
Cuando se adentran en la plaza con el carrito, muchos ya se acercan antes de que ellos ofrezcan. “Hemos conseguido ganarnos su confianza”, apuntan los dos voluntarios. Mohamed, que habla árabe, alemán y francés, además de español, es el que entabla la mayoría de las conversaciones.
‘El abuelo’, cómo conocen en la plaza a uno de los más mayores que siempre andan por allí, los saluda como amigos.
La labor de estos dos hombres demuestra que a veces con muy poco se puede conseguir mucho, y que aunque las historias solidarias parezcan casi siempre utopías, en ocasiones son tan reales como las tragedias o los suceso que ocurren alrededor.
La intención de los voluntarios es poder repartir alimentos durante todos los días de la semana, para ello se han puesto en contacto con la Consejería de Bienestar para pedir ayuda económica y esperan conseguirla para continuar dando café y calor.