En menos de una semana, la Guardia Civil ha recuperado cuatro cuerpos sin vida en el litoral de Melilla y una tercera persona ha fallecido en el mar. En todos los casos se trataba de inmigrantes. Dos de ellos residían en al ciudad y los otros intentaban llegar a ella.
A pesar de que en lo que llevamos de año no se ha registrado la llegada de ninguna patera a nuestras costas, la inmigración irregular no se ha detenido. La pandemia puede haber ralentizado el fenómeno, pero sigue habiendo miles de personas deseosas de abandonar sus países para llegar a Europa en busca de una vida mejor.
Las muertes de estas personas deben servirnos para no olvidar que el problema de la inmigración solo está pausado. La casi inexistente presión migratoria en los últimos meses, tanto marítima como terrestre, no es un fiel reflejo de una realidad que sigue existiendo al otro lado de la vaya que nos separa de Marruecos.
Por ahora, el mundo está inmerso en al lucha contra el coronavirus que todo lo opaca, pero en cuanto la crisis sanitaria que padecemos desde hace casi una año se retraiga, volveremos a encontrarnos de golpe en un estado similar al que conocíamos antes de la pandemia.
Por eso no se puede dejar de lado el asunto. Desde la instituciones se debe seguir insistiendo a Europa sobre la necesidad de buscar una estrategia común a la hora a de abordar el tema. Olvidarse de la inmigración no solucionará el problema y solo servirá para que el choque con la realidad sea más severo cuando el fenómeno vuelva a aparecer.