E l ataque sufrido este sábado por soldados españoles en Afganistán ha vuelto a situar en el primer plano de la actualidad la labor silenciosa y abnegada que día a día llevan a cabo estos profesionales. Es un trabajo que pocas veces sale a la luz pública, salvo cuando acontece una tragedia como esta última sufrida por dos militares melillenses, dos compañeros de éstos y el interprete civil que los acompañaba. El lamento por lo sucedido y la solidaridad con las víctimas, sus familiares y amigos es un sentimiento obligado que aflora de manera espontánea en toda persona de buena fe. Sin embargo, la labor que llevan a cabo estos hombres y mujeres sólo se puede llegar a apreciar realmente si se contempla sobre el terreno, aunque desde la distancia sea posible alabarlo gracias a las pinceladas que de ellos trazan los medios de comunicación. Allí, hoy en tierras afganas, libanesas... en aguas somalíes, libias... y antes en la antigua Yugoslavia, Irak... (numerosos puntos del planeta desde que en 1989 los militares españoles iniciaron su participación en operaciones internacionales con la misión de verificación de la ONU en Angola), en esos escenarios con los paisajes más diversos es donde es posible admirar la labor que estos españoles. Son ciudadanos que cuando parten hacia su lugar de destino saben el riesgo personal que corren, conocen la responsabilidad que asumen porque cada una de sus acciones marcará la imagen exterior de España, aceptan que las calamitosas situaciones a las que van a tener que enfrentarse en su destino les van a exigir una dedicación que no respetará horarios ni descansos... y todo ello siendo conscientes cuando parten de que en el punto de destino habrá quienes los vean como enemigos a batir y que quizás a la vuelta a su país no siempre su trabajo va a ser reconocido como merece.