Conversando con un melillense de toda la vida, que se jacta de sólo haberse ausentado de la ciudad los tres años que estudió en la península, me enteré de que en los 90 era normal que los políticos de Melilla y de la vecina Nador hablaran de vez en cuando y tuvieran una relación si no cordial, por lo menos educada.
El primer roce importante llegó en julio del año 1992 cuando España creyó que estaba vigente el Tratado de Readmisión de Migrantes, firmado en 1991 entre José Luis Corcuera y el entonces ministro del Interior marroquí, ya fallecido, Driss Basri, y envió de vuelta al país vecino a 75 inmigrantes subsaharianos que le liaron una gorda al exdelegado del Gobierno Manuel Céspedes.
Marruecos no sólo no aceptó a los inmigrantes, sino que los dejó varados en ‘tierra de nadie’ durante dos semanas y fue así como activistas de Cáritas viajaron a Nador y se entrevistaron con autoridades de la provincia marroquí para pedirle que les permitiera poner un toldo a los migrantes.
Los melillenses fueron recibidos en el Gobierno nadorense, los trataron con suma amibilidad, pero les dijeron que no. El argumento no fue, ni mucho menos, que la ‘tierra de nadie’ era suya sino que al ser una zona neutral de una frontera internacional no podían permitirse perder visibilidad con la colocación de toldos.
En fin, que España tuvo que readmitir a los inmigrantes, que devolvió a sus países en avión, después de que el catedrático de la Universidad de Sevilla Carrillo Salcedo interpusiera una demanda ante el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, donde había sido juez en representación de nuestro país.
Lo que quiero recalcar con esto es que hace veinte años era posible que agentes sociales o autoridades locales pudieran hablar, acceder o contactar con representantes del Gobierno marroquí.
Mi amigo no supo decirme en qué momento tuvo lugar el encontronazo definitivo ni qué lo provocó, pero el caso es que cuando llegó Abdelmalik El Barkani a la Delegación del Gobierno muchos creyeron que las relaciones con Marruecos se retomarían, pero no fue así. Por el motivo que sea, y eso sólo lo sabe El Barkani, no hubo idilio sino algún que otro acercamiento discreto que tuvo su culmen en aquella famosa foto que se hizo el exministro del Interior Jorge Fernández Díaz en 2014 con un alto cargo marroquí en la frontera de Beni Enzar tras la inauguración de la oficina de asilo del principal paso fronterizo de la ciudad.
No era para menos. Al parecer España habría aceptado abrir su frontera a los refugiados sirios que estaban colapsando Nador. Pero esto son, de momento, conjeturas de un experto en las relaciones hispano-marroquíes.
Lo suyo sería que El Barkani se animara a escribir sus memorias. Apuesto a que la primera edición la agota el mismo día del lanzamiento del libro en Melilla sólo si se atreve a tocar hueso y a describir qué hay de cierto en los rumores que apuntan a que el fuego amigo no le daba descanso.
Yo no sé si estamos en un punto irreversible en las relaciones entre Melilla y las autoridades de Nador, pero cuando se pasan los 40 se entiende que no hay nada perdido si no se ha muerto.
Quizás estemos aún a tiempo de restablecer los puentes con el país vecino porque duele leer que el Ministerio de Exteriores marroquí prohíbe a representantes con pasaporte diplomático entrar en Melilla o Ceuta o acceder a España o a Europa a través de cualquiera de las dos ciudades autónomas.
Esto le ha ocurrido, según me cuentan fuentes que prefieren mantenerse en el anonimato, al señor Abdelhafid Al Jarroudi, presidente de la Cámara de Comercio de L`Oriental, que agrupa a empresarios de Alhucemas, Nador y Oujda. A él, me aseguran, le tienen prohibido contactar con representantes de Melilla.
En su lugar, estuvo en diciembre pasado en Granada, firmando en el libro de honor del Ayuntamiento de Salobreña y reunido con autoridades de Motril para cerrar acuerdos en aras de promover el turismo con la Costa Tropical.
No es la primera vez que ocurre. Lo contamos en abril pasado en esta misma Jabalina. Le pasó a la Junta Directiva de la Confederación Africana de Balonmano, que tenía la intención de asistir en Melilla al partido de las selecciones masculinas de España y Austria, correspondientes a la cuarta jornada de la Eurocopa. Se quedaron vestidos y sin ir al baile.
Para el nuevo Gobierno en Melilla, que está previsto que se presente esta mañana, quizás debería ser una prioridad restablecer los puentes entre las autoridades de nuestra ciudad y las de la región vecina, dinamitados, en parte, por un discurso incendiario durante el más reciente acto de celebración del Día de la Ciudad Autónoma.
Hay mucho trabajo por delante para restablecer lazos que nunca debieron cortarse por lo sano y dejar que cierren heridas que llevan demasiado tiempo abiertas.
Confío en que el hecho de que el socialista Josep Borrell suene para ser el nuevo ministro de Exteriores europeo allane el camino para enterrar el hacha de guerra entre Marruecos y las ciudades autónomas españolas.
Puede que esto no lo consigamos con el primer té, pero habrá que tomarse cuantos hagan falta para intentar reconstruir lo que se pueda reconstruir y devolver a la política palabras claves como diálogo, negociación, lealtad, respeto e intereses mutuos.