Abril llega cargado de festividades, del 13 al 20 de dicho mes, los hogares judíos de todo el mundo encenderán la luz cálida de la memoria y la fe para celebrar Pesaj, la Pascua judía. Este año, el calendario ha querido que esta festividad milenaria coincida con la Semana Santa, un cruce que no parece casual, sino profundamente simbólico.
Ambas tradiciones, aunque distintas, hablan de dolor, de liberación, de esperanza, y sobre todo, de humanidad.
Pesaj no es solo una fiesta. Es una historia que se cuenta cada año, generación tras generación, alrededor de una mesa. Es el eco de un pueblo que supo levantarse del polvo y caminar hacia un destino incierto, empujado solo por la promesa de la libertad. Es el recuerdo vivo de la esclavitud en Egipto, pero también una celebración del alma humano y su anhelo de justicia.
La memoria como ritual
El primer día de Pesaj, el hogar se transforma. No solo se limpia físicamente de cualquier rastro de jametz - todo alimento con levadura, símbolo del ego inflado y la opresión-, sino que también se purifica el espíritu. Las cocinas se vacían, las vajillas cambian, los rincones de casa se revisan con esmero. Es devoción, es la forma en que el pasado se hace presente durante ocho días.
Y cuando llega la noche del Seder, que es el ritual principal de esta festividad, todo cobra sentido. La familia se sienta alrededor de una mesa que es más que un lugar para comer: lo consideran un altar. Allí, los más pequeños preguntan por qué esta noche es diferente a todas las demás y los mayores responden con la Hagadá, el relato del Éxodo.
Cada plato, cada gesto, cada palabra está cargada de significado. El pan ácimo (matzá), las hierbas amargas, el vino, el silencio. Todo es símbolo. Todo es historia viva.
En muchos hogares, hay una silla vacía para Elías, el profeta que, según la tradición, anunciará la llegada de un mundo mejor. Esa silla vacía también puede ser para quienes ya no están, para los abuelos que contaban el relato con voces angelicales, para los que sobrevivieron a otras esclavitudes más recientes, para quienes aún esperan su libertad.
Coincidencias que acercan
Este 2025, Pesaj se celebra al mismo tiempo que la Semana Santa. Dos calendarios, dos caminos de fe, que en estos días se cruzan. Los cristianos conmemoran la pasión, muerte y resurrección de Jesús, mientras que los judíos recuerdan la salida de Egipto.
Pero en ambos relatos hay una misma pulsión: el sufrimiento como preludio de la redención.
Tal vez esta coincidencia sea una oportunidad para tender puentes. Para que las mesas compartan pan sin levadura y gestos de comprensión. Para que las diferencias no separen, sino que enriquezcan. Para que todos recordemos que más allá de las creencias, hay una historia humana común: la búsqueda de dignidad, de justicia y libertad.
Una celebración para el alma
En estos días el tiempo se detiene. Los niños cantan, los padres de familia dejan de trabajar, las familias se unen, se alzan copas en memoria de lo perdido y de lo ganado. Pesaj no se es solo mirar hacia atrás, también mirar hacia adelante. Porque recordar no es quedarse en el pasado, sino asegurarse de que el futuro no repita sus errores.
Hoy, cuando el mundo sigue enfrentando nuevas formas de esclavitud-guerras, migraciones forzadas, odio-, Pesaj resuena con más fuerza. No es solo una historia antigua. Es una llamada a no ser indiferentes, a no acostumbrarse al dolor ajeno, a abrir la puerta a quien necesita refugio y a celebrar la libertad no como privilegio sino como un derecho.
Pesaj es, una mesa tendida a la esperanza. Una noche que brilla con las luces del ayer y las promesas del mañana.