"No entiendo por qué en mi país tengo que sentirme rara por ser simplemente yo misma".
Estas palabras de incomprensión son de Amal Amarou. Tiene 24 años y reside desde hace ocho meses en el CETI. Fue una de los 25 asistentes del centro que acudieron ayer a la gala del XII Orgullo LGTB Norte de África.
Cuenta que desde que está en Melilla se siente por primera vez libre. "Free like a bird", insiste. (libre como un pájaro). Una sensación que en su ciudad natal, Nador, hacía años que no experimentaba. "Aquí no tengo que fingir ni actuar", apunta.
Recuerda que cuando su madre le preguntaba por qué nunca hablaba por el móvil con chicos no tenía respuesta o quizá sí, pero jamás se había planteado manifestarla abiertamente.
Cuenta que fue hace dos años cuando se enamoró, por primera vez de una chica, pero que a su pareja la conoció en el trabajo. Pero cuando su jefe se enteró de la condición sexual de Amal la echó. "Me dijo que me fuese sin más, pero yo sabía perfectamente cuál era la razón", apunta. "En junio encontré otro trabajo. Pedí a mi nuevo jefe que contratase a mi novia y así lo hizo. Obviamente le dije que era una amiga", aclara.
Al miedo de no poder expresar su amor por su chica abiertamente se unió muy pronto la frustración el dolor. "Mi jefe comenzó a flirtear con mi novia y le comió la cabeza. No pude hacer nada. Ella tampoco se manifestó. Para hacerlo hay que ser muy valiente", dice. Fue en ese momento, en el que se dio cuenta que "lo había perdido todo", cuando hizo las maletas para plantarse en Melilla. Cuenta que en el CETI tiene muchos amigos homosexuales con los que se identifica, pero que el miedo nunca desaparece del todo: el reparo a ir con novia en público, el insulto a altas horas de la madrugada cuando vuelves con un ligue o miedo a que alguien del entorno descubra su sexualidad. Es un proceso lento, incierto con altibajos que únicamente podrá fraguarse, según Amal lejos de la ciudad. "Melilla está muy cerca de Nador, aquí me puede ver mucha gente que me conoce. Tengo que ir a Madrid, Barcelona para estar segura. Incluso con Ceuta me conformaría", bromea.
"Puedo hacer algo grande"
Amal comparte mesa con Abdu Daanouni. Tiene 22 años y llegó al CETI hace siete meses. También es de Nador, pero a su amiga la conoció en el centro. "Nador es pequeña, pero allí no hay espacios para colectivos LGTB con lo cual es difícil coincidir", explica.
También él hace especial hincapié en la sensación de tranquilidad y libertad que vive desde que está en Melilla. No obstante, reconoce que echa de menos su ciudad. "Me encantaría volver a mi país, pero para comportarme como soy tendré que quedarme en España".
Abdu ha perdido la esperanza y teme que el colectivo LGTB siempre será perseguido en Marruecos. "Aunque las leyes cambien, no lo hará la mentalidad de la gente porque vive ligada a la religión", señala. "Creen que no somos personas normales, que no valemos para nada por ser homosexual". "Puedo hacer algo muy grande si me planteo, igual que cualquier otra persona", manifiesta.