El castañero, “no, vendedor de castañas, que yo no he plantado ni un castaño en mi vida", dice Mohamed. Joder, es verdad. Bueno, el caso es que Mohamed Mohamed Mimón vende castañas en la intersección de las calles de Sidi Abdelkader y la Avenida del Rey Juan Carlos I, ese que vive en la Zarzuela. Y el hombre sabe que es negocio es como rosa de pitiminí, que empieza hoy y termina ayer, pero él le pone toda la fe del mundo. Son medianejas, pilongas y vienen da terra da meigas, o sea que son gallegas, riquísimas y morenas. Pero el proceso de preparación les mudará la piel.
Mohamed dice que hay que tener el infiernillo bien preparado y el fuego en su punto, sin llama, sólo brasa potente y equilibrada. A la castaña se le pega un buen corte por los lomos -"si las quieres menos crudas pégales dos navajazos"- (qué cosas tiene mi amigo Mohamed), se le pone en la pedazo de olla agujereada y, hala, a tostarse. Sólo cuando la pilonga esté blanquecina estará en su punto. Mucha sal, mejor gorda. "Mohamed, hay gente que se la come cruda, ¿no?".
"Sí, pero no es lo mismo . La castaña al fuego echa a la lumbre toda la grasa y lo que comes es vitamina pura, menos calorías; además es un coñazo pelarlas crudas". Cierto como que tenemos ojos debajo de las cejas. Pero ya me dijo Mohamed que es no es castañero sino vendedor de castañas: "Las compro por la mañana a unos amigos y las comienzo a cocer a partir de las seis de la tarde. Estoy aquí, al lado de 'El Faro' y, gracias a Dios no faltan compradores".
A Mohamed cada kilo de pilongotas le cuesta 20 euros y luego él las vende por cartuchos. Hay cartuchos de uno, dos, cinco y diez euros. Lo que lleva cada cartucho es cuestión de mi amigo, lo que le salga del alma. Si estás de acuerdo, te llevas el cartucho y, si no, te vas con viento fresco. Mohamed Mimón siempre tiene un detalle para las gentes buenas, sobre todo para los niños. Si le caes bien, te pone un pilongón de propina. Olé mi alma.
Llega el invierno y llega la castaña. Si es manejada con el mimo que ofrece Mohamed Mohamed Mimón, es éxito garantizado, lo juro. No gana mucho pero hay cosas que no se pagan con los ‘leuros’, sino con el corazón y el agradecimiento. En eso Mohamed es rico porque se gana y recibe el cariño de sus paisanos, los melillenses.