Menas inhalan pegamento y comen de la basura detrás del Supersol

Menores extranjeros ‘se refugian’ en el callejón que hay entre el supermercado y General Polavieja para ‘colocarse’ l Esperan a diario a que los empleados tiren frutas pasadas o alimentos caducados Dos adolescentes se pelean por una piña. Tiene mala pinta. Es una pieza de fruta que nadie compraría en un supermercado. Lo cierto es que no la han adquirido, sino que la han cogido del contendor que está en la parte posterior del Supersol. Cada tarde grupos de menores extranjeros no acompañados esperan a que los empleados de este supermercado tiren la fruta que los clientes no quieren, la que está  pasada y no se vende, en los contenedores que hay en la parte de atrás. Los productos y alimentos caducados que nadie desea son los que dan de comer a los adolescentes y niños que de lunes a sábado cogen de la basura todo lo que pueden, explican los vecinos de la zona. Aseveran que ésta no es una escena agradable de ver, pero denuncian que es peor aún observar como estos niños y adolescentes inhalan pegamento para ‘colocarse’.
El Faro trató de contactar ayer con la consejera de Bienestar Social, María Antonia Garbín, para conocer su opinión sobre este tema. Pero fue imposible hablar con ella sobre estos menores.
El callejón que hay entre el Supersol y los edificios que están en la calle General Polavieja se ha convertido en un escondite perfecto para los menas. Casi nadie transita por este lugar que rodea el supermercado. Es una zona tranquila en la que pasar el día. Los vecinos explican a El Faro que casi todos los días hay grupos de menores en la zona inhalando pegamento. Señalan que ponen este producto en el interior de bolsas y lo respiran una y otra vez. Se pasan la bolsa hasta que todos acaban por perder la conciencia de dónde están y de quiénes son.
En más de una ocasión los vecinos han llamado a la Policía Local denunciando esta situación. No pueden creer que niños pequeños y adolescentes se estén drogando bajo sus casas y nadie pueda hacer nada por evitarlo. Aseveran que hay menores de unos diez años entre los grupos y es un espectáculo “lamentable” que en una ciudad como Melilla no puedan impedir que estos menores ‘se coloquen’ con este tipo de sustancias.   Pegamento y una bolsa
Hace unos días, uno de los más pequeños que suele acudir a la zona llegó con un pequeño tubo de pegamento. Sacó una bolsa, vertió el contenido y empezó a inhalar el producto como “si se le fuera la vida en ello”. Tras repetir varias veces este proceso, este pequeño y el resto del grupo entran en una especie de ‘borrachera’ , afirman los vecinos de la zona.
En ocasiones, cuando están muy mal, tirados en el suelo y armando jaleo sin saber realmente lo que están haciendo, los vecinos llaman  a la Policía Local. Pero los menores salen corriendo y sólo los menos rápidos son los que acaban en el coche de camino a La Purísima.
Si ven a los vecinos asomados a las ventanas, les piden comida, dinero y les ruegan que no llamen a la Policía, porque saben que si les cogen, van a ir de nuevo al centro de acogida. Peleas por la comida
La historia de la pelea por la piña es un de las tantas que ven los vecinos de este callejón. Sobre las 20:30 horas van llegando más menores a la zona. Se agrupan y esperan pacientes, sentados y charlando a que los empleados del Supersol tiren la comida que los clientes ya no quieren. Lo que para unos es basura, para otros es su dieta, su forma de sobrevivir. Plátanos negros, tomates blandos y pizzas caducadas son la cena y probablemente la única comida de estos niños y adolescentes.
Los menores esperan a que los empleados terminen de echar la basura para rodear los contenedores. Los vecinos explican que en Melilla es frecuente ver cómo adultos rebuscan en la basura botellas de plástico o elementos metálicos, pero hasta ahora no habían visto a niños y adolescentes recogiendo frutas podridas de la basura. Algunos llevan mochila por si pueden llevarse los alimentos y otros directamente comen allí mismo lo que consiguen.
Hace unos días la Policía apareció en este lugar cuando los menores ya habían ‘saqueado’ el contendor de basura. Los agentes atraparon a dos o tres y les obligaron a recoger todas las cajas y plásticos que habían sacado para rebuscar alimentos y que habían dejado en la acera. Luego se llevaron a los menas al centro de acogida.
Los vecinos de la zona quieren saber qué pueden hacer por estos menores a parte de llamar a la Policía cuando ven que se están haciendo daño al consumir pegamento. ¿Por qué estos niños prefieren malvivir en la calle, inhalar pegamento y comer de la basura a estar en un centro de acogida?, se preguntan.

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