Opinión

Melilla y la inmigración que viene en camino

No falla. En cuanto baja el número de migrantes acogidos en el Centro de Estancia Temporal de Melilla, se disparan las llegadas de pateras o los saltos a la valla.

Lo hemos comprobado la semana pasada. El miércoles la delegada del Gobierno, Sabrina Moh, dijo en declaraciones a la prensa que en el CETI quedan 150 migrantes, de los 1.000 que puede llegar a acoger. El balance de la semana es la entrada de tres pateras (dos de ellas este sábado) en apenas cuatro días.

Tenemos que prepararnos para que de un momento a otro tengamos un salto multitudinario a la valla, que nos ayude a mantener todos los puestos de trabajo que hay en el CETI.

Los melillenses sabemos que existe una correlación histórica entre la entrada de inmigración y la ocupación del CETI, lo que ha llevado a más de uno a hablar de la industria de la inmigración como motor impulsor de la economía local.

Hay una realidad, la bajada en la ocupación del CETI pone en peligro puestos de trabajo.

Marruecos se ha volcado en el control exhaustivo de las embarcaciones de recreo melillenses a las que no deja pernoctar en sus costas, pero ha relajado la vigilancia de las pateras y sigue permitiendo que lleguen marroquíes a nuestras costas a plena luz del día.

Quienes lo intentan a nado llegan a probar suerte hasta tres y cuatro veces al día. Y pese a que se ha desarticulado una red que introducía migrantes en barcos y los soltaba cerca de las costas de Melilla, la presión por vía marítima ha aumentado este verano no sólo en Melilla. Toda la costa del Levante español desde Almería hasta Murcia da fe de ello.

Ya sabemos que hay desesperación del otro lado de la frontera por entrar en la ciudad, pedir asilo y viajar a la península, en muchas ocasiones para continuar el viaje a Bélgica o Francia.

No hay nada que, de momento, lo impida. No se ha hecho nada (y si se ha hecho no se nota) por acortar los tiempos de resolución de expedientes de asilo en Melilla. Así que sigue pasando lo mismo que pasaba el año pasado. La protección internacional se ha convertido en un salvoconducto para la inmigración económica porque no hemos sido capaces de reforzar personal y garantizar del uso racional de ese recurso imprescindible en tiempos tan convulsos.

Esta semana hemos sabido que los yihadistas de al Qaeda han dejado 5.000 muertos en lo que va de año en Mali y Burkina Faso en un continuo pulso al Gobierno de ambos países. Son los peores datos de la década y las ONG alertan de que viene una hambruna durísima en camino.

¿Hacia dónde creen que se dirigirán muchos de los migrantes que huyan del Sahel? Probablemente a Marruecos y de ahí, a Melilla, la puerta de entrada a Europa. Hay que, por tanto, prepararse para lo que está por llegar. Viene en camino una de las peores crisis humanitarias que hemos conocido jamás. Tardará en arribar, lo que tarde el periplo migratorio desde del avispero de África hasta el Magreb.

Porque a la violencia de Al Qaeda en el Sahel hay que sumar los efectos devastadores de la guerra de Ucrania en el aprovisionamiento de alimentos en la zona y la sequía brutal que, en el caso de Marruecos, es la peor de los últimos treinta años.

Mientras en España centramos el debate en si ponemos o no el aire acondicionado a 27 grados en edificios oficiales, grandes almacenes, comercios y cines; en el África subsahariana se han disparado la violencia y el hambre.

Ya hemos comentado en varias ocasiones que los 16 puntos de la declaración conjunta hispano-marroquí firmada por Pedro Sánchez y Mohamed VI el 7 de abril en Rabat se ha quedado en papel mojado.

Solo ha abierto a medio gas la frontera y se ha permitido que los viajeros marroquíes viajen a través de puertos españoles, incluidos los de Melilla y Ceuta.

No podemos olvidar que el punto número 8 de ese acuerdo habla de reforzar la cooperación migratoria y ese compromiso derivó en el viernes negro del 24 de junio con al menos 23 muertos en la valla de Melilla.

Ahora estamos padeciendo el goteo de pateras y los continuos intentos de acceder a nado a nuestra ciudad y seguimos sin saber cuándo se fijará la fecha para la celebración de la Reunión de Alto Nivel (RAN) o cuándo se convocarán reuniones para hablar de delimitación del espacio aéreo, que tanto podría beneficiarnos a Melilla si conseguimos el visto bueno de Marruecos para ampliar nuestro aeropuerto.

Mientras eso ocurre es fácil encontrar adolescentes durmiendo a la intemperie en Melilla La Vieja, a la espera de poder colarse en un barco y viajar de polizón a la península.

No podemos responsabilizar eternamente a Marruecos de los pocos avances en la relación bilateral. Tenemos que responsabilizar al Gobierno por no conseguir sacarle partido al mayor giro en la política internacional que ha dado este país, apoyando el plan de autonomía para el Sáhara. Hemos vendido a los saharauis por la cara. De momento, no hay contrapartidas que nos ayuden olvidar nuestra traición.

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