Hace ya cuatro años escribí, tras un rápido viaje a Ceuta invitada por el editor de este medio para conocer nuestro periódico matriz, que Ceuta, en realidad, es más prima nuestra que otra cosa. Que, como Melilla, Ceuta sufre un alto índice de paro y un altísimo porcentaje de sus parados carecen de cualificación. Que sus estudiantes, como los nuestros, acumulan los mayores niveles de fracaso escolar de toda España.
A partir de ahí realizaba una aproximación a una radiografía urgente de nuestras dos ciudades. Lo hacía en el marco de esta sección, que en su extensión determina la posibilidad de profundizar en los asuntos que abordo. No obstante, dejaba en una relación de primas lo que siempre se ha antepuesto como ciudades hermanas, no ya sólo porque la mayor proximidad de Ceuta a la Península la asemeja más al resto del territorio nacional y contribuye a suavizar o gestionar mejor sus problemas, sino porque, en el territorio ceutí, el progreso, marcado por esa mayor aproximación al resto de España, me pareció más evidente, más asimilable al que se nota y palpa en el conjunto de nuestro país.
Lo anterior sin perjuicio de inclinar el fiel de la balanza a favor de Melilla como una ciudad más singular, más dotada de un carácter propio que impregna nuestra identidad, sin alejarnos por ello del país al que pertenecemos aunque sí diferenciándonos particularmente, lo que sin ser malo sí explica porque somos y podemos sentirnos más singulares.
No obstante, en esas divergencias y similitudes que estrechan más lazos que los que marca nuestra ubicación geográfica aquende el Estrecho, nuestras dos ciudades están abocadas a seguir una senda común, porque sólo en una solución común a nuestros problemas principales y también comunes (tal cual son las altas tasas de paro y falta de cualificación de nuestros desempleados), requieren y necesitan de una acción conjunta y coordinada.
Esa política única, que a veces ha tambaleado, que a la oposición en esta ciudad le ha servido siempre para criticar al Gobierno Imbroda, tanto por lo uno como por lo contrario, es decir, tanto por ir de la mano de Ceuta como por ir en la senda común con el Gobierno Vivas, no admite sin embargo discusión, como bien reconocen los Ejecutivos de ambas ciudades.
Hoy se celebrará una cumbre de ambos Gobiernos, tendente a buscar soluciones similares a nuestro futuro económico, a nuestra necesidad de ponernos al día en este nuevo mundo que ha marcado la Globalización y que, en nuestro caso, galopa a caballo entre nuestra pertenencia a Europa y nuestros lares africanos.
Hay que preguntarse en qué ha quedado ese grupo de Trabajo prometido por el ceutí y ministro de Administraciones Territoriales, Manuel Chaves, que se creó a finales de 2009 para abordar nuestro futuro Régimen Económico y Fiscal y que, desde entonces, que se sepa, en nada ha avanzado porque ni siquiera ha vuelto a reunirse.
Hace cuatro años escribía que no somos tan parejos los melillenses y ceutíes. Más bien al contrario, que podíamos llegar a ser muy diferentes, aunque el pasado, el presente y esperemos que el futuro nos lleven relativamente por el mismo sendero.
Cuatro años después escribo lo mismo porque, como entonces, creo que nos interesa recorrer juntos ese camino y que nuestro actual parentesco debería servirnos para hacer más honor al título de “hermanas”, conocernos más, tener más relación y hacernos también más fuertes en la defensa de intereses comunes.
Primas o hermanas, llevamos siglos unidas en un mismo binomio para la mayoría de los españoles. Un vínculo que debemos aprovechar en beneficio mutuo, como entienden con acierto y miras de futuro Juan José Imbroda y su homólogo ceutí, desde ayer de visita en Melilla, Juan Vivas.