La situación económica que atraviesa Melilla, con un modelo de negocio caduco, agotado y sin muchas posibilidades de revivir, necesita de la colaboración público-privada para sacar adelante proyectos e ideas que renueven el tejido productivo con la prospección de otros yacimientos que permitan la llegada de inversión, de empresas dispuestas a apostar por el futuro de la ciudad, que hagan crecer la economía y crear puestos trabajo.
Se equivocan quienes piensan que solo lo público puede resolver problemas como los que tiene esta ciudad, cuyo comercio está comprometido por una aduana cerrada y la inexistencia de un régimen de viajeros que permita la venta al por menor que tanto ayudaba al sector hasta hace unos años. Lo público debe ser una ayuda, un apoyo de la mayor importancia, pero no es la solución.
La Administración debe estar ahí para poner las bases normativas en cuestiones como la fiscalidad, las ayudas, los convenios, las infraestructuras..., pero en ningún caso puede ser la vaca porque esa leche es muy limitada y solo con la colaboración privada puede aumentar el número de litros. Es un error creer que los puestos de trabajo han de venir de la Ciudad Autónoma o de la Delegación del Gobierno porque eso no es así.
Los planes de empleo, por ejemplo, no son más que pan para hoy y hambre para mañana, sin apenas repercusión cierta en la formación de mano de obra. Son una manera de aplacar de alguna forma el malestar social que provoca un paro galopante como el que tenemos en Melilla.
Son los empresarios, la iniciativa privada, la que hace prosperar los territorios y parece que Miguel Marín lo ha entendido bien cuando sienta las bases de lo que debe ser la nueva residencia de estudiantes, pero deja que sea la empresa la que invierta y la explote. Jugárselo todo a lo público, como pretenden los socialistas, nunca hará prosperar a la ciudad, que lo que precisa y con urgencia son apuestas inversoras serias de personas que quieran tener su negocio en Melilla.