La política marroquí no se mueve si no se cuenta con el beneplácito del Rey Mohamed VI. Sea quien sea el partido que gobierne en el vecino país quien termina dictando la política exterior e interior es el ocupante del trono. Siempre han funcionado así desde la independencia y Hassan II aprendió de su padre Mohamed V y el actual monarca lo hizo a su vez de su progenitor.
Por ello, la salida de tono del primer ministro de Marruecos afirmando que las ciudades de Ceuta y Melilla son marroquíes supone, desde luego, un ataque a la integridad territorial de España que no se recordaba desde hacía años. Volvemos a repetir que nada es casual. Que las palabras del primer ministro no son un disparo al aire no premeditado. Todo es un envoltorio para continuar con el ahogamiento económico de Ceuta y Melilla, al que suman el querer visualizar las dos ciudades españoles como un problema. Ahora que se viene hablando de que se abordará la apertura de las fronteras con ambas ciudades en la próxima cumbre que tendrá lugar en el mes de febrero, Marruecos establece cuál será su ‘hoja de ruta’. No va a permitir nunca que exista un entendimiento aceptable entre los dos lados de la frontera. Porque para que ello se produjera, lo primero sería que reconociera ambas fronteras y ese paso no lo dará nunca. La prueba la tenemos en que hace más de dos años cerró, de manera unilateral, la frontera de Melilla que venía funcionando sin ningún problema desde los tiempos de la independencia.
Poco a poco iremos viendo que las palabras del primer ministro no son nada más que el principio de una nueva ofensiva hacia los melillenses y los ceutíes. Por ello, a pesar de lo que digan algunos, el futuro de los dos territorios nada más que está en apoyar la política de más Europa y más España porque, a pesar de las buenas intenciones, es imposible que existe un intercambio económico que beneficie a ambos lados. Con la política marroquí es imposible.
Sucede, por otro lado, que el Gobierno español, da igual quien sea el presidente, jamás responderá de manera contundente a las continuas provocaciones del Gobierno marroquí. Desde Rabat saben a la perfección que en Madrid son otras prioridades las establecidas en las relaciones con Marruecos. Es más importante la lucha conjunta contra la inmigración y el terrorismo yihadista que la defensa numantina de Ceuta y Melilla. Así es la política española y no la vamos a cambiar a estas alturas.
Marruecos juega con España como quiere y cuando quiere. La prueba la tenemos en los miles de inmigrantes marroquíes y subsaharianos que han salido de las playas del sur de este país con dirección a Canarias o a la península. Es un grifo que se abre y se cierra cuando quieren las autoridades del vecino país. Al igual que sucede con el grifo de los saltos a la valla cuando les conviene al otro lado.
España ha respondido únicamente con la convocatoria a la embajadora del Reino de Marruecos en nuestro país. No deja de ser una postura cómoda después de que los principales partidos de la oposición exigieran al Ejecutivo de Pedro Sánchez una respuesta a la provocación por parte del primer ministro marroquí. Fue una postura cómoda además de algo tardía porque de dicha convocatoria no tuvimos conocimiento hasta la tarde noche del lunes.
Las declaraciones ayer del Gobierno central tampoco se salen de los esperado. Despacahan las declaraciones del primer ministro marroquí con la obviedad de que que la soberanía de las ciudades autónomas es española y hay queda la respuesta a Rabat.
No. Ceuta y Melilla necesitan ser defendidas de una manera más clara, sobre todo para que los españoles que aquí residimos tengamos las garantías de que no existen discriminaciones entre territorios ni, tampoco, una dejación por parte de Madrid hacia nuestro presente actual y futuro inmediato.