En reiteradas ocasiones tanto la Delegación del Gobierno como el propio Ministerio del Interior han insistido en la existencia de supuestas mafias que promueven la inmigración ilegal hacia Melilla.
Sin embargo, en ninguna de sus intervenciones públicas el delegado Abdelmalik El Barkani ni el mismo ministro Jorge Fernández Díaz han explicado qué hacen las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad para acabar con la actividad de esos delincuentes. Tampoco ha aclarado ninguno de los dos por qué la “extraordinaria colaboración” entre España y Marruecos hasta el momento no ha dado ningún resultado en este campo.
A veces, un silencio es más revelador que una pormenorizada explicación. Y si en vez de un silencio son dos, las dudas son mínimas. Ayer, ante los hechos que acababan de ocurrir en el paso fronterizo de Beni Enzar, tanto El Barkani como Fernández Díaz dieron la callada por respuesta. El primero, a través de su gabinete de prensa, aseguró que no tenía nada que decir sobre hechos ocurridos en la parte marroquí de la frontera. Por el contrario, el segundo, también a través de su gabinete de prensa, aseguró en un primer momento que el Ministerio del Interior tenía interés en expresar su opinión sobre lo ocurrido. Sin embargo, horas más tarde, también optó por callar y hacer como si no hubiera ocurrido nada.
Así, finalmente el Ministerio y Delegación del Gobierno respondieron con dos esclarecedores silencios a la denuncia de que las Fuerzas del Orden de Marruecos había interrumpido el normal tránsito entre ambos países porque un grupo de inmigrantes sirios se negaba a pagar sobornos a las autoridades en el lado marroquí para que les permitieran llegar hasta la oficina de asilo española.
Si la Delegación del Gobierno o el Ministerio del Interior hubieran querido hablar, habría habido oportunidad de plantear a uno u otro algunas preguntas, lo que no implica necesariamente recibir respuestas coherentes. ¿Se refieren a eso, a los sobornos a las autoridades marroquíes, cuando el ministro y el delegado hablan de mafias sin escrúpulos que se aprovechan de la angustiosa situación de los inmigrantes? ¿Hay algún interés por parte del Gobierno del país vecino en poner punto y final a esta miserable práctica? ¿Tendrán algún día los subsaharianos la posibilidad de formular una solicitud de asilo sin necesidad de saltar la valla, entrar ocultos en algún vehículo y llegar a Melilla en una patera?
Si Europa debe sonrojarse ante esas imágenes tan frecuentes últimamente en los países que los sirios atraviesan en su camino hacia Alemania, la reacción no debe ser distinta ante el clamoroso silencio de las autoridades españolas frente a lo que no se ve, pero todo el mundo sabe que ocurre al otro lado de la frontera. Sean mafiosos o simples sinvergüenzas sin escrúpulos, no hay razón para que la “extraordinaria colaboración” hispano-marroquí no permita ponerlos a disposición judicial, sobre todo si esa ‘colaboración’ realmente existe y además es ‘extraordinaria’.