La Banda Sinfónica de Melilla interpretó ayer domingo un interesante repertorio musical en el Teatro Kursaal junto al Coro de nuestra ciudad. La batuta del director Ángel Lasheras Canales guió a los músicos ante la mirada atenta del público de todas las edades que abarrotaba la platea del teatro.
La Banda y el Coro hicieron las delicias de sus espectadores con un programa que incluyó una variada selección de piezas entre las que destacaron la Banda Sonora Original de la película Braveheart, del ganador de un Oscar J. Horner, y un popurrí del exitoso musical El fantasma de la ópera de A. Lloyd Webber.
El evento comenzó a las doce del mediodía con la interpretación del pasodoble valiente y torero Camino de rosas, la más afamada pieza del compositor y clarinetista J. Franco y Ribate. El maestro Lasheras supo darle a la interpretación de la Banda el brío y la viveza característicos de esta castiza pieza musical, heredera de la tonadilla escénica de la primera mitad del siglo XVIII.
Pasodobles y fandango
Tras este pasodoble, la Banda interpretó la Mazurca de las sombrillas perteneciente a la comedia lírica en tres actos Luisa Fernanda del compositor madrileño F. Moreno Torroba. Los giros melódicos y los marcados ritmos de esta pieza, estrenada en el teatro Calderón de Madrid el 26 de enero de 1932, transportaron al público melillense al ambiente madrileños de chulapos, chotis y verbena.
La primera parte del concierto llegó a su fin con la pieza El Camino Real, escrita en 1985 por el compositor estadounidense A. Reed. Esta obra subtitulada Fantasía Latina, está compuesta por una serie de melodías típicas del folclore español entre las que destacan la jota y el fandango. La combinación de rápidos ritmos y los fuertes contrastes entre los instrumentos de viento y los de percusión provocaron la sorpresa y el disfrute del público que premió a los músicos con un caluroso aplauso.
Pasado el ecuador del concierto la banda recibió la unánime ovación de su público tras interpretar con gran precisión técnica la Banda Sonora Original de la película Braveheart, del afamado compositor de música de cine Oscar J. Horner. Esta partitura, salpicada de melodías procedentes del folclore celta, tiene el carácter épico y la romántica melancolía de esta película protagonizada por el Australiano Mel Gibson en 1995.
El fantasma de la ópera
Una vez concluida la música de cine, subieron a las tablas del Kursaal los integrantes del Coro de nuestra ciudad. Casi cien músicos se disponían a interpretar sobre el escenario del teatro una selección de las mejores piezas del musical ‘El fantasma de la Ópera’, del compositor inglés A. Lloyd Webber.
La trama argumental de esta pieza gira en torno a un personaje desfigurado que aterroriza la Ópera de París para atraer la atención de una joven cantante a la que ama. Los constantes cambios de ritmo y de tonalidad hacen de ésta una obra de difícil ejecución, que nuestros instrumentistas y coristas supieron llevar a cabo con una precisión técnica espectacular hasta culminar en el vibrante clímax final gracias a las diestra indicaciones del maestro Lasheras.
Dos bises para el público
Tras la interpretación de la última pieza del programa el clamor del público forzó a los intérpretes a realizar dos bises. La primera obra que los músicos regalaron a su público fue el La leyenda del beso, de los compositores R. Soutullo y J. Vert. Esta pieza fue popularizada en los años ochenta por el grupo Mocedades bajo el título Amor de hombre, y consiguió llevar al público del Kursaal a esa década de peinados imposibles.
Cuando cesaron los aplausos obtenidos con el primer bis, la banda se dispuso a interpretar otra pieza fuera de programa. En este momento el Teatro Kursaal quedó en silencio, apoderándose de músicos y público la emoción contenida que antecede a la pieza final del espectáculo. Era la hora de volver al pasodoble de la mano de Gallito. Escrito por S. Lope en el año 1904, es considerado prácticamente el himno oficial taurino. La alegría y la viveza del las maderas y metales de la banda levantaron de sus butacas al público, el cual se fundió en un clamoroso y largo aplauso que supuso el broche final del concierto.