La Semana Santa melillense ya se respira en cada rincón y en el corazón de esos preparativos está una de las instituciones más antiguas y queridas de la ciudad: la Hermandad del Nazareno, cuya historia se remonta al año 1660. Con más de tres siglos de vida, esta cofradía no solo representa un valioso legado patrimonial y religioso, sino también un vínculo emocional profundo con generaciones de melillenses que han encontrado en ella una familia. Es el caso de Antonio José Guerrero, actual hermano mayor, quien vive con intensidad la antesala de su segunda Semana Santa al frente de la hermandad: “Es un orgullo ser hermano mayor de la cofradía que me ha visto crecer”.
Antonio entró en el cargo en verano de 2023, tomando el relevo de Francisca de Paula Muñoz Hoyos, quien actualmente ostenta el título de hermana mayor honoraria. A pesar de su juventud, Guerrero lleva toda una vida vinculado a la hermandad.
“Empecé con cuatro años. Mi tío también formaba parte de la cofradía y desde pequeño con mis primos ayudaba a preparar el Santo Entierro. Era una tradición familiar. Conforme fui creciendo, la implicación aumentó. Ser hermano mayor es algo que no buscaba, pero que ha llegado con el tiempo, porque al final me he criado aquí y para mí mi cofradía es mi familia y me siento muy orgulloso de ella”, ha explicado emocionado.
La Hermandad del Nazareno tiene una actividad constante durante todo el año, pero los preparativos más intensos comienzan tras las Navidades. “Ahí ya empezamos con fuerza. Vamos a la Plaza de Toros, donde tenemos los tronos guardados y comenzamos a preparar los enseres, restaurar el patrimonio, revisar estructuras... Todo lo que implica una Semana Santa completa”, ha comentado el hermano mayor.
El calendario procesional de la hermandad es exigente y emotivo. El primer gran acto tiene lugar el Lunes Santo, cuando sale a la calle La Sentencia. El Miércoles Santo, el Nazareno procesiona acompañado por la Virgen de las Lágrimas, mientras que el Viernes Santo la cofradía participa con la salida oficial del Santo Entierro.
No obstante, uno de los actos con más carga simbólica es el Viacrucis del Cristo del Socorro, que se celebra el Sábado de Pasión desde la Iglesia de la Purísima Concepción. Esta tradición, que se mantiene desde hace 202 años, nace de una promesa hecha por el pueblo de Melilla tras un hecho milagroso. “Cuentan que Melilla estaba sitiada, con temporal en el mar y no podían llegar los víveres. Sacaron al Cristo en procesión y la Cruz se reflejó en las murallas haciendo que el barco viera y lograra entrar. Desde entonces, cada año se cumple esa promesa al Cristo del Socorro, de ahí su nombre”.
La implicación de los hermanos es numerosa, aunque el número exacto varía en cada procesión. “El lunes santo es un solo paso, así que participa algo menos de gente, pero hay muchos nazarenos y eso lo compensa. El miércoles, la cuadrilla del Nazareno son 60 personas y lo mismo para la Virgen. Y el viernes, se multiplica”, ha detallado Guerrero.
Este año, la hermandad ha llevado a cabo importantes mejoras en su patrimonio. La más destacada es la restauración completa de la Virgen de los Dolores en su Soledad, obra realizada por la restauradora melillense Amaya Martínez, quien también intervino el pasado año en el Cristo del Socorro. Además, se ha sustituido la mesa del trono del Santo Entierro por una estructura más liviana y moderna, sin perder el carácter tradicional. También se ha adquirido una nueva fila de candelería para la Virgen de las Lágrimas, que procesiona el miércoles bajo palio.
Entre los momentos más emotivos de la Semana Santa para los cofrades del Nazareno, el hermano mayor ha destacado dos especialmente. “Las salidas son siempre muy especiales, sobre todo desde la Plaza de Toros, porque bajar la escalinata es complicado. Hay que ir todos a la par, con precisión. Y otro momento muy bonito es cuando, al final del recorrido, el Nazareno espera a la Virgen de las Lágrimas en la Plaza de Toros. Esa imagen es muy significativa para todos”.
Pero más allá de lo estético y logístico, Antonio José Guerrero tiene claro que la Semana Santa es también un acto de evangelización y testimonio público de fe. Por eso, lanza un mensaje a todos los melillenses. “Que salgan a ver su Semana Santa, porque tiene un gran valor patrimonial y espiritual. No tiene nada que envidiar a la de Sevilla o Málaga. La fe se expresa en la calle y eso llega también a quienes no acuden al templo. Además, cualquiera que quiera participar puede hacerlo: como portador, como nazareno... nuestras puertas están abiertas”.
El futuro de la cofradía del Nazareno, como el de la Semana Santa melillense en general, parece estar asegurado gracias a la implicación de las nuevas generaciones. “Hay mucha juventud metida en las cofradías. En la nuestra, como en la de la Flagelación, los hermanos mayores somos jóvenes. Eso demuestra que hay relevo y compromiso para que esto no se pierda, para que siga creciendo”.
Con fe, tradición y trabajo constante, la Hermandad del Nazareno vuelve a encarar una nueva Semana Santa, reafirmando su papel como uno de los pilares religiosos y culturales de Melilla desde hace más de tres siglos. Y con jóvenes como Antonio José Guerrero al frente, el legado está en buenas manos.