La salud de nuestros mayores se está viendo afectada por la crisis económica. Así lo advierte hoy en las páginas de El Faro el endocrino Gilberto Pérez. Situaciones que hasta hace unos años sólo era posible encontrarlas en países poco desarrollados, las tenemos hoy a la vuelta de casi cualquier esquina. Incluso hay jubilados que carecen de recursos económicos para abonar la parte que les corresponde de los medicamentos que necesitan. En otras ocasiones, cuando llegan a las consultas y son examinados por el doctor, éste comprueba que no están enfermos y que sólo necesitan una buena alimentación para recuperarse.
La situación de estas personas debería llevar a la reflexión. Los recursos económicos procedentes de sus pensiones y las cargas familiares de las que se han tenido que hacer cargo al quedarse sus hijos sin trabajo hacen que no sea posible que consuman la carne, el pescado, los huevos y otros alimentos frescos que necesitan. En el caso de estos ciudadanos, la crisis no sólo ha mermado sus posibilidades económicas, también está acabando con su salud.
Además, se da la paradoja de que las ‘víctimas’ de esta situación no siempre deben ‘apretarse el cinturón’. En ocasiones también tienen que desabrochárselo o incluso utilizar tallas superiores a las suyas habituales. El endocrino Gilberto Pérez advierte de que entre las familias pobres es bastante habitual encontrar a muchos de sus miembros con sobrepeso. Esto se debe a que consumen comidas precocinadas y alimentos que contienen hidratos de carbono de mala calidad.
Al observar todas estas situaciones, se percibe hasta qué punto la crisis económica ha cambiado la realidad social en nuestro país. Situaciones que todos creíamos superadas vuelven a estar entre nosotros cuando hace sólo unos años creíamos que nunca íbamos a dejar de nadar en la abundancia. Sólo la solidaridad de los ciudadanos, el compromiso de distintas asociaciones y las políticas sociales están evitando que esta complicada situación todavía no se ha haya transformado en dramática e irreversible.