El jurado declaró ayer culpable de un delito de asesinato a Abdelwahid A., el acusado de matar a su expareja, Karla P., en las inmediaciones de la playa de La Hípica de Melilla el 10 de julio de 2016. En su veredicto, el tribunal popular considera que el delito cometido por el encausado tiene las circunstancias agravantes de violencia de género, parentesco y aprovechamiento de circunstancias.
Fiscalía, acusación particular y acusación popular reclamaban en sus respectivos escritos una condena a 26 años de prisión para Abdelwahid A. A la espera de que el magistrado de la Audiencia Provincial de Asturias (el juicio se ha desarrollado en Oviedo al ser el lugar donde residía la víctima) dicte la sentencia, se espera que la condena sea de entre 15 y 25 años de cárcel.
Por unanimidad
El jurado popular que emitió este veredicto por unanimidad estimó todas las tesis planteadas por la parte acusadora, y no admitió ninguna de las planteadas por la defensa.
El magistrado que ha presidido el proceso durante los cuatro días que ha durado el juicio decidirá ahora la condena final en la horquilla establecida por el jurado, después de escuchar las peticiones de las acusaciones, que interesan la pena más alta, y de la defensa, que solicita que se condene a su cliente a 15 años y medio de prisión.
En su veredicto, el jurado popular considera probado que el acusado conocía bien el terreno, ya que llevó a la víctima a una zona de la playa aislada, oscura y sin tránsito de personas.
Ataque por sorpresa
Asimismo, relató que atacó por sorpresa a la víctima, sin que ésta tuviese alguna posibilidad de defensa, como evidencia el hecho de que el autor no presentase lesión alguna y de que la víctima no tuviese ADN del mismo en sus uñas.
El jurado determinó que Abdelwahid A. era consciente de lo que hacía, ya que no sufría ningún tipo de trastorno, como manifestó el perito forense que realizó un análisis psíquico del acusado.
Sin atenuantes
Por su parte, la defensa del acusado consideraba que el encausado era autor de un delito de homicidio con imprudencia, alegando las atenuantes de drogadicción y confesión, cuya pena de prisión oscilaría entre uno y cuatro años.
Durante las cuatro sesiones que ha durado el proceso, las acusaciones han tratado de demostrar al jurado de que Abdelwahid A. urdió un plan para evitar que su expareja se fuese a Ecuador con su hijo, y que la llevó a una zona apartada de la playa de La Hípica de Melilla, con escasa iluminación y sin tráfico de gente, para que nadie pudiese auxiliarla y acabar con su vida.
Se entregó al verse acorralado
Insistieron en que el individuo trató de huir con el bebé tras haberla matado, ya que vendió su móvil para conseguir dinero y escapar, pero que al verse acorralado acabó entregándose a la Policía y trató de hacerles creer que no sabía que la había matado.
En este sentido, recordaron que el inculpado había sido condenado por maltratar de manera continuada a la víctima, hasta el punto de haber sido expulsado a Marruecos, desde donde accedió a Melilla, con documentación falsa, para verse con ella y acabar con su vida.
Además, hicieron hincapié en su carácter controlador, que le llevó a realizar más de cien llamadas a Karla P. durante los tres días previos a su encuentro, y se apoyaron en los testimonios de familiares y amigos, que han reconocido que la alejó de su círculo más cercano.
Cortar la comunicación
Sin embargo, la defensa ha argumentado que el acusado no pudo controlar a la víctima a tantos kilómetros de distancia, ya que ella podía haber cortado la comunicación fácilmente, por lo que el hecho de que siguiese en contacto y fuese a Melilla demuestra que lo hizo por voluntad propia.
Respecto a la noche de los hechos, la defensa trató de convencer al jurado de que la muerte de la expareja de su cliente fue un accidente, asegurando que no tenía intención de matarla.
Orden de expulsión
Sobre este asunto, aludió al miedo a ser descubierto en España tras la orden de expulsión y junto a una mujer sobre la que tenía una orden de alejamiento, tras las amenazas que ella le lanzó durante una fuerte discusión, para justificar su actuación.
El acusado ha mantenido que sólo quería taparle la boca y que fruto de ese forcejeo acabó agarrándole el cuello, aunque a día de hoy asegura que sigue sin saber cómo pudo ocurrir.