Mustafa Aberchán ha cedido uno de los puestos que corresponden a CpM en el Consejo de Administración de Promesa al diputado no adscrito a ningún grupo político en la Asamblea, Jesús Delgado Aboy.
Según ha explicado el cepemista, esta exhibición de generosidad está más que justificada por todo lo que ha hecho Delgado Aboy para dar estabilidad al Gobierno de la Ciudad Autónoma, que preside Eduardo De Castro aunque es CpM el partido que aglutina mayor apoyo popular en las urnas.
Delgado Aboy apoyó los presupuestos locales y las modificaciones crediticias para atender las partidas de la Covid. Aunque su voto no es decisivo, siempre es bueno sumar apoyos. En democracia, no sobra nadie.
Lejos de sacar músculo y barrer para casa, Aberchán se abre a las alianzas. Él puede hacerlo porque tiene un liderazgo consolidado en CpM. Mantiene las filas prietas, todos a una. Esto lo haces en otro partido y se te monta un dos de mayo, pero en CpM lo que dice el gran jefe, no se discute.
No descubrimos el agua tibia cuando afirmamos que Aberchán no da puntada sin hilo. Mientras otros partidos se debaten en guerras intestinas y se ven inmersos en batallas de egos revueltos y de liderazgos agotados o intrascendentes, él, sin apenas hacer ruido, sigue sumando. Sin prisas, pero sin pausas.
CpM es quizás el partido que menos ruido ha hecho en el Gobierno local. Mientras unos chupan cámara y otros sortean zancadillas, los cepemistas tiran juntos del carro. Si Aberchán dice que hay que donar el sueldo, lo donan. En fin, creo que sería un buen ejemplo para analizar en las escuelas de liderazgo. Desde fuera del Gobierno controla sin necesidad de dar puñetazos en la mesa. Y eso, os aseguro, no es fácil.
Hemos asistido, desgraciadamente, a batallas campales y mediáticas montadas en otros puntos de España y en otras formaciones políticas para hacerse con las riendas del partido en cuanto cae en desgracia el líder supremo. Todavía la gente no había digerido la dimisión de Albert Rivera y ya estaban ofreciéndose candidatos a sustituirlo.
Eso no lo hemos visto en CpM y no porque Aberchán no tenga banquillo. Lo tiene. Pero entiendo que él no se eche a un lado porque todavía le queda trabajo por hacer. El éxito definitivo de su etapa al frente de los cepemistas llegará el día que la formación consiga hacerse con el escaño en el Congreso de los Diputados o con uno (o los dos) puestos en el Senado. Y estos gestos de generosidad van por esa línea.
Aberchán está vendiendo una imagen de consenso, de mano tendida que otros no están en condiciones de imitar o sencillamente no pueden hacerlo. Nadie entendería que Gloria Rojas cediera un asiento en el Consejo de Administración de Promesa a un exdiputado de Vox. Si lo hace, mejor que ni se levante a trabajar al otro día. La desaparecen del mapa socialista.
Pero CpM tiene aquí un mejor encaje en el tablero político. Es una formación de corte progresista, pero Aberchán sólo se debe a Aberchán. Él no tiene que dar explicaciones a nadie y sus decisiones no tienen repercusiones en Madrid. Puede jugar al ajedrez con más soltura. Puede sacrificar un peón sin arriesgarse a que le den jaque.
Pero el agradecimiento de CpM a Delgado Aboy es también un aviso a navegantes. Hace un tiempo se habló de una supuesta negociación entre cepemistas y socialistas que buscaba apear a De Castro del Gobierno y sustituirlo por Aboy. PSOE puede que quiera, pero no puede apoyar esa jugada porque el Pacto Antitransfuguismo le pesa como una losa.
Esa vía explorada está ahí, pero digamos que no tiene futuro. Como tampoco lo tiene el pacto con un PP en el que Imbroda sea la contraparte. Otra cosa es que entre los populares haya un lavado de cara. Pero eso forma parte de la ficción. En estos momentos manda Imbroda y él no ha llegado hasta ahí tocado por una varita mágica. Lo ha peleado, se lo ha ganado y no lo veo terminando su carrera política en la oposición.
Pero Aberchán, por lo visto, no renuncia y quiere de su parte a Delgado Aboy y todos los votos que éste arrastra. Porque no nos engañemos, desde que Aboy dejó Vox, no hemos vuelto oír hablar de la formación en Melilla. No digo que no exista, digo que se acabó el runrún y el miedo al sorpaso en el PP.
Aberchán ha hecho una jugada maestra. Es un acto de generosidad política. Otro más. El primero lo hizo el mismo día que cedió los votos de su formación (junto al PSOE) al único diputado de Ciudadanos para presidir la Ciudad. Eduardo de Castro, por cierto, ha reforzado su liderazgo durante la pandemia. Me da que quiere seguir en política y ya no le basta haber apeado a Imbroda del poder.