El vicario Eduardo Resa y el presidente de la Ciudad Autónoma, Juan José Imbroda, fueron los encargados de descubrir una placa conmemorativa en honor a esta emblemática sede institucional. Posteriormente, el vicario renovó la bendición del edificio, recordando que ya fue consagrado en su inauguración por un ilustre antecesor.
Durante la bendición, el vicario explicó que, al igual que en cualquier acontecimiento importante de la vida, como un matrimonio que celebra sus bodas de plata, era necesario renovar esta bendición para pedir sabiduría, prudencia y consejo a todos aquellos que dirigen el destino de la ciudad. Además, resaltó la importancia de cultivar el bien común y destacó el papel de la verdad y la sabiduría como un tesoro inagotable que ilumina la mente de los hombres.
Un homenaje a la historia y sus protagonistas
En su intervención, el presidente de la Ciudad Autónoma subrayó el valor del Palacio de la Asamblea no solo como sede institucional, sino como un símbolo de la evolución de Melilla a lo largo de diferentes etapas políticas. Recordó que el edificio comenzó a construirse en 1928, atravesó la monarquía, la República y la dictadura, y sigue siendo hoy el epicentro de la vida política de la ciudad.
Asimismo, el presidente quiso rendir un homenaje especial al arquitecto Enrique Nieto, responsable del diseño del Palacio, y a figuras clave en la historia de Melilla como Antonio Bravo, considerado el historiador por excelencia de la ciudad. En su discurso, mencionó también a Cándido Lobera, quien en sus escritos ya vislumbraba una Melilla que con el tiempo se fue transformando en lo que conocemos hoy.
El acto también sirvió para recordar a aquel alcalde que inauguró el Palacio hace 75 años, destacando su legado en la ciudad. Aunque evitó entrar en valoraciones políticas, el presidente reconoció su visión de futuro y la importancia de proyectos que impulsó, como la Plaza de Toros o el barrio de la Puebla del Manzán.
Un símbolo de progreso y orgullo melillense
En su discurso, el presidente destacó que el Palacio de la Asamblea es motivo de orgullo para todos los melillenses y que su construcción fue un acto de visión y ambición por parte de quienes entendieron la necesidad de dotar a la ciudad de un edificio a la altura de sus aspiraciones.
“Este Palacio representa el esfuerzo y la dedicación de muchos que trabajaron para hacer de Melilla un lugar mejor”, afirmó el presidente. También expresó su deseo de que quienes en el futuro ocupen sus salas continúen con el compromiso de mejorar la ciudad y servir a sus ciudadanos con responsabilidad y entrega.
"Su existencia es fruto de la visión de quienes entendieron que Melilla necesitaba un espacio institucional de esta magnitud. Ahora nos toca a nosotros y a quienes vengan después seguir construyendo una ciudad mejor", señaló.
La ceremonia concluyó con una renovada bendición del Palacio de la Asamblea por parte del vicario Eduardo Resa, un gesto simbólico que refuerza el significado de este edificio en la historia y el presente de Melilla.
Desde los primeros años del protectorado español en Marruecos hasta la consolidación del régimen democrático, Melilla ha experimentado un crecimiento continuo, reflejado en su administración local. Con la entrada en vigor del Estatuto de Autonomía en 1995, el antiguo Ayuntamiento se transformó en la actual Ciudad Autónoma de Melilla, asumiendo nuevas competencias y consolidando un modelo de gobierno más amplio y adaptado a las particularidades del enclave norteafricano.
Con este acto, Melilla honra su pasado, reconoce el esfuerzo de quienes contribuyeron a su desarrollo y mira al futuro con la esperanza de seguir construyendo una ciudad próspera y unida. Además, con esta ceremonia, la ciudad rindió homenaje a su pasado, reconociendo el esfuerzo de quienes contribuyeron a su desarrollo y comprometiéndose con el futuro.