Trump prometió en la campaña electoral de 2016 que le llevó a la Casa Blanca un año después que construiría un muro en la frontera con México, pagado por los mexicanos. Tras dos años de Gobierno, Trump no sólo no ha levantado el muro sino que tiene en la frontera la peor crisis migratoria a la que se ha enfrentado Estados Unidos en los últimos años. En octubre comenzaron a salir migrantes en caravana desde El Salvador y el goteo no ha cesado. En el paso fronterizo de Ciudad Juárez, limítrofe con Texas, hay 3.500 migrantes durmiendo en instituciones caritativas, en pabellones deportivos y en carpas a la espera de pasar la entrevista con las autoridades migratorias de Estados Unidos. Ante la imposibilidad de sacarle a México los 5.700 millones de dólares que necesita para empezar a construir el muro, Trump presionó en el Congreso a los demócratas y hasta provocó el cierre del Gobierno más largo de la historia de Estados Unidos. Durante 35 días, entre el 22 de diciembre y el 29 de enero pasado, miles de funcionarios dejaron de cobrar sus sueldos, pero los demócratas no cedieron y no dieron dinero para el muro. A Trump no le quedó más remedio que reabrir el Gobierno. Fue incapaz de convencer al Partido Demócrata para que incluyera en los presupuestos generales el dinero del muro con México. Si el presidente del país más poderoso del planeta no pudo obligar a México a pagar el muro ¿por qué iba Marruecos a aceptar pagar los de Melilla y Ceuta? Es lo que tenía en mente Santiago Abascal, líder nacional de Vox, y así se lo recoge Sánchez Dragó en su libro “Santiago Abascal. España vertebrada”. El líder nacional de Vox considera que Marruecos “quizás debería pagar el muro” porque envía oleadas de inmigrantes clandestinos a España. Esto último no es exactamente así porque en todo caso Rabat lo que hace es la vista gorda y deja que los miles de migrantes que salen de Mali, Congo o Senegal lleguen a España tras atravesar su territorio. Esto es lo que Abascal llama “chantaje” y no se lo discuto. También creo que lo es. Marruecos se agarra a la política europea de externalización de fronteras para hacer caja y cuando quiere dinero, relaja la vigilancia fronteriza. Las campañas electorales están para prometer, pero una cosa es soñar con lo imposible y otra, el corta-y-pega de una idea que ha llevado a Trump a hacer uno de sus ridículos monumentales. El problema de los partidos populistas, sean de izquierdas o de derechas, es siempre el mismo: endulzan el oído, pero no explican cómo van a conseguirlo. Así, por ejemplo, cuando Vox dice que quiere devolver todos los migrantes irregulares que hay en España, no explica cómo lo va a hacer. Hacerlo no sale gratis. Usted en un Estado de Derecho no puede coger a medio millón de personas (cifra hipotética) subirla a un autobús y darle una patada en el culo en la frontera. Todo eso cuesta dinero, lleva trámites y lo más importante, que el país de origen quiera recibirlos de vuelta. ¿Cuánto puede costarnos la devolución de todos los migrantes irregulares en este país? ¿Cómo los vamos a identificar, por el color de la piel o por la forma de vestir? Sin embargo, sé que ese discurso es movilizador. Hay una España empobrecida, harta de tener que compartir las ayudas sociales con gente mucho más pobre que no ha nacido en este país. Vox no levantará el muro en Melilla y Ceuta ni Marruecos lo pagará, pero con su discurso populista pone sobre la mesa una solución muy bestia a un problema real (las relaciones bilaterales con Rabat) que ni el Partido Popular ni el PSOE han sabido resolver. Esa incapacidad para encontrar una salida a una situación que se viene dando durante años es lo que lleva a la gente a esquinarse y a optar por la opción que propone darle una patada a la puerta para intentar abrirla.