Gracias a la tecnología podemos viajar a lugares que nunca imaginaríamos sin necesidad de movernos de casa. No hay mejor ejemplo de ello que la videoconferencia que el colegio Enrique Soler de Melilla realizó ayer en tiempo real con la base española del Ejército de Tierra Gabriel de Castilla, a más de 14.000 km de distancia en la Antártida.
A través de Skype y un sistema de videocámaras de alta definición, el centro educativo pudo mantener una conversación con varios miembros del Ejercito e investigadores científicos que actualmente viven en la base instalada en la Isla Decepción. Se trata de la segunda videoconferencia que realizan juntos tras el éxito del año anterior.
El comandante jefe de la base, Alberto Salas, fue el encargado de recibir y presentar a las autoridades presentes en el colegio y a los 1.200 alumnos que pudieron seguir la conexión a través de las pizarras interactivas que el colegio tiene en todas sus clases.
Desde el helado continente, los investigadores de la Universidad de Cádiz (UCA) Arnós de Gil y Belén Rosado respondieron a las preguntas que los propios estudiantes del centro habían elaborado para la ocasión. Asimismo, el melillense José Garcés, sargento primero de la Unidad de Logística 24 de la Comandancia General de Melilla, también participó en la videoconferencia, como representante de las unidades militares de la ciudad en el la base Gabriel de Castilla. Razón por la que entre los asistentes al colegio se pudo ver a su mujer, Yolanda, muy orgullosa de la labor del sargento.
Desde Melilla, el coordinador de actividades del colegio, Antonio Aguilar, fue el encargado de presentar y coordinar el diálogo.
Grandes inquietudes
Para la ocasión, el colegio había seleccionado a una comitiva de doce alumnos que, como portavoces, realizarían 12 preguntas a los habitantes de la Isla Decepción. Los chicos querían saber qué temperatura soportan en la base, qué animales encuentran, cómo realizan su trabajo diario o cuál es la dieta que siguen desde el otro lado del planeta.
Arnós de Gil y Belén Rosado fueron los encargados de resolver la mayoría de las inquietudes de los pequeños curiosos. En cuanto a la dieta, Rosado explicó que, debido al agotamiento que supone trabajar en las duras condiciones antárticas, los miembros de la expedición necesitan ingerir “un volumen mayor de alimentos que cuando están en casa”. Según aclaró, los alimentos que ingieren llegan principalmente desde la península a través del buque Hespérides que suministra a la base lo que necesitan. “Aquí se come muy bien con los dos cocineros que tenemos, está todo muy bueno”, celebró Rosado. Los productos frescos como las frutas y verduras llegan desde el sur de Chile.
Los portavoces de la base explicaron también la fauna que habita los alrededores de la base. La mayor población es la de pingüinos, junto a la de focas leopardo y algunas aves, aunque el sargento Garcés destacó que han llegado a ver ballenas en la zona.
Adaptación al entorno
La expedición llegó a mediados de diciembre a Decepción, donde permanecerán hasta finales de este mes o primeros de marzo. Los alumnos querían saber si les ha costado llevar el día a día en el verano antártico con pocas (o incluso ninguna) hora de oscuridad total. “En las habitaciones tenemos las ventanas totalmente ocluidas por lo que la oscuridad es total y con el cansancio del trabajo diario no hay ningún problema para conciliar el sueño”, confesó Rosado.
En el exterior de la base, los destinados trabajan con temperaturas de hasta 15º bajo cero. Además, los científicos siempre tienen que salir acompañados de apoyo militar de seguridad ya que, por ejemplo, “las focas leopardo atacan a las personas”, explicó el comandante Salas.