Nacido en 1970 en Pilas, una localidad sevillana de camino a Huelva, el presidente local de CSIF, Luis Escobar, se considera melillense desde 1996. Le gusta recalcarlo porque, en realidad, ha vivido más tiempo en la ciudad autónoma que en su pueblo.
-¿Cómo le va la vida?
-No me puedo quejar en absoluto, creo que la vida es un regalo y aunque a veces vengan mal dadas siempre hay que agradecer que estamos aquí, así que feliz.
-¿Cuánto tiempo lleva en CSIF?
-Me afilié a CSIF en 1998, casi desde el principio participé de forma activa en el sector educativo. Tomé la decisión de implicarme más como liberado entre 2009 y 2014, aunque de estos solo dos cursos estuve liberado completo. Cuando entré en política en 2015 lo dejé porque no me pareció correcto desempeñar dos funciones que creo incompatibles, y más siendo CSIF un sindicato independiente. Dos años después de dejar la política, en 2021 me propusieron hacerme cargo del sector de educación, y en 2022 liderar el sindicato en Melilla.
-¿Qué supone para usted ser el máximo representante del sindicato en Melilla?
-Aunque la frase esté muy manida, supone un honor y una responsabilidad. El honor es que todos mis compañeros y compañeras -liberados, afiliados, delegados- me hayan elegido para que encabece un proyecto muy ilusionante y que los máximos responsables a nivel nacional también confíen en mi persona. La responsabilidad viene en no fallarles, sobre todo a tantos trabajadores que acuden a diario con sus problemas laborales y confían en CSIF para que les ayudemos.
-¿Qué es lo que más y lo que menos le gusta de su trabajo en CSIF?
-El trabajo es una parte importante de la vida de las personas. Lo que más me gusta es cuando conseguimos cosas que mejoren sus condiciones laborales, por pequeñas que sean, porque contribuimos a mejorarles la vida. Lo que menos me gusta, aunque apenas sucede, es tener que “llamar la atención” a alguien de mi equipo por algo que haya dicho o hecho. También es muy frustrante que la administración nos ningunee sistemáticamente y tener que buscar medios de “obligarles” a escucharnos, pero todo eso es parte de nuestra labor.
-¿Puede contar alguna anécdota que le haya sucedido en el sindicato?
-Cuando me hice cargo del sector de Educación aún daba clase en el instituto. Un día vino el secretario de Estado de Educación e improvisó una reunión con los representantes sindicales en el Parador, pero yo no podía ir porque tenía clase. En mitad de la clase vino el director muy alterado diciendo que qué hacía allí, que nada menos que el secretario de Estado me estaba esperando. Salí pitando, pero no me había llevado el coche ese día. Un compañero me dijo “te llevo en mi vespa” y, como no tenía casco, le “robé” el suyo a otro compañero de la sala de profesores. De camino al Parador, en la cuesta, la vespa, que era eléctrica, no tiraba porque con una sola batería no podía con los dos, y todo esto mientras llamaba al otro compañero por teléfono, intentando que entendiese que le había “robado” el casco y por qué. Fue delirante. Pero llegué a tiempo.
-¿Qué es lo más curioso, o extraño, que le ha pasado en su vida?
-El día que falleció mi abuelo, al que todos sus nietos adorábamos, yo ya vivía en Melilla. Era el único nieto no presente cuando él se fue. De madrugada, yo estaba durmiendo y me despertó su voz llamándome por mi nombre, dos veces. No era la voz de un anciano de 90 años, era fuerte, pero era la suya. Evidentemente le había oído en sueños, pero al despertar pensé en él, miré el reloj y me volví a dormir. A la mañana siguiente tenía varias llamadas perdidas. Había fallecido a esa misma hora.
-¿Cuáles son sus próximos retos?
-Pues tengo la determinación de que CSIF se convierta en una referencia sindical en Melilla. Ya lo es en gran parte en bastantes sectores, sobre todo públicos, pero me gustaría poder ayudar a más personas que no tienen representación laboral o que no les gusta la representación que tienen. En lo personal seguir aprendiendo -lo hago cada día- y creciendo como persona sin que el cargo me cambie el carácter.
-¿Cómo ve el futuro de Melilla?
-Tengo cierta preocupación. Veo que estamos olvidados por los poderes fácticos. Percibo una sensación general de que se ha creado una conciencia colectiva en España que nos ve como algo lejano y casi anacrónico, y ya no digo desde Europa. Hablan de nosotros (y de Ceuta) como piezas “débiles” ante los conflictos con Marruecos, como regiones absolutamente dependientes. Y aunque desde aquí se intenten hacer todos los esfuerzos, si como nación, desde el Gobierno de España no se apuesta en serio por nuestro futuro, no veo que vayamos a mejor. Lo bueno es que en cuanto haya voluntad política de cambiar, esta conciencia cambiará, y por tanto nuestro futuro.
-¿Cuál es su expresión melillense favorita?
-“¡Waio!” Me hace mucha gracia cuando mis alumnos lo dicen. También me encanta que tengan nombre todos los números finales de los sorteos del 00 al 99: de “la muerte” a “la agonía”, que oye, tiene su filosofía eso, ¿eh?
-¿Y su rincón favorito de Melilla?
-Me encanta el Paseo Marítimo y la vida que tiene.
-Explique su filosofía de vida…
-La vida sin lucha no es vida. Entiéndame lucha en el sentido positivo, de crecimiento. Hay que pasar por la vida y estrujar cada momento, bueno y malo. Como dijo el poeta Thoreau, “no quisiera darme cuenta, en el momento de morir, de que no he vivido".
-Diga un lugar al que le gustaría viajar.
-¡Uy! ¡Muchos! Soy un gran viajero porque me encanta aprender. Conozco casi toda España y muchas capitales y regiones europeas. Tengo pendiente Asia y profundizar algo más en los Estados Unidos e Hispanoamérica, pero no sé si tendré vida suficiente, jajaja.
-¿Viajaría al futuro?
-No, de ninguna manera. Lo bonito es el viaje, no el destino, ir descubriendo las cosas mientras pasan, evolucionar.
-¿En qué época histórica le habría gustado vivir?
-Todas las épocas tienen sus luces y sombras, y la vida me enseña que no todo fue como nos lo han contado, pero, por lo que sé, me habría gustado vivir en la Florencia del Renacimiento.
-¿Usa mucho las redes sociales?
-No mucho, lo imprescindible para difundir nuestros mensajes sindicales y poco más. Un poco X (Twitter) e Instagram. Sin desmerecer lo bueno que tienen, creo que lo de las redes se nos ha ido un poco de las manos.
-¿Cuál es su color favorito?
-Azul oscuro, casi negro (los aficionados al cine me entenderán).
-¿Qué música suele escuchar?
-Larga vida al rock. Pero también me gusta toda la música entre los 60 y los 90, incluidos el pop y el disco. A veces música clásica o instrumental para concentrarme.
-¿Cuál es su comida favorita?
-Viviendo en España, y concretamente en Melilla, eso es difícil de contestar. Adoro la cuchara.
-¿Y la bebida?
-Un buen vino relaja cualquier situación tensa.
-¿Cuál es su época del año preferida?
-Junio. Cuando ya se acerca el verano, pero todavía no hace demasiado calor y hay más horas de luz.
-¿A qué dedica el tiempo libre?
-No me suelo aburrir: leo, escribo, veo y hago cine (soy productor aficionado), hago deporte (natación y fitboxing), viajo, y por supuesto reunirse en torno a una mesa con amigos y familia es fundamental.
-¿Qué prenda de ropa no falta en su armario?
-Aparte de lo normal, ropa de deporte.
-¿Tiene miedo a algo?
-No. Ni siquiera a la muerte, como culturalmente nos enseñan. Evidentemente hay situaciones que ni a mí ni a nadie nos gusta experimentar (dolor, agonía, soledad…), pero eso no significa que les tenga miedo. El miedo lastra el progreso e impide que te desarrolles plenamente. Si observamos, podemos ver cómo a muchos les gusta usar el miedo para manipular nuestra voluntad.
-¿Cuál es el mejor consejo que le han dado?
-Mi padre (DEP) un día me dijo “no hay nada peor en este mundo que un tonto con una gorra de plato, no te acerques a ellos”. Se refería a lo peligrosa que puede ser una persona ignorante con algo de poder. Desgraciadamente no siempre le hice caso, pero la vida te enseña.
-¿Y el mejor que ha dado usted?
-No soy de dar consejos, no me considero lo bastante sabio ni osado para eso, me gusta más escuchar y conversar.
-Para terminar, ¿me puede decir su mejor y su peor recuerdo en la vida?
-Uno de los mejores días de mi vida fue el de mi boda con Susi; sin embargo, también recuerdo emocionado el día que nació mi hija Maite y la vi por primera vez. La estaban lavando en el hospital bajo un foco y lloraba porque le molestaba la luz. Me acerqué, bloqueé la luz de su cara con mi mano y le hablé. Inmediatamente paró de llorar, abrió los ojos y me miró. Nunca olvidaré esa mirada.
Quizás de los peores recuerdos que tengo fue mi última época en política, justo después de conformarse el Gobierno en 2019. Mi salida, que fue absolutamente voluntaria, se debió a que hubo muchas cosas que intuía que pasarían y no me gustaban, y otras que no entendía y me negaba a acatar. Luego me alegré infinitamente de la decisión que tomé. Y aunque fueron unos días duros para mi, hoy es solo un recuerdo, más que superado, que tomo como lección de vida. Y me doy cuenta de que, de una forma u otra, siempre he trabajado para el bien de Melilla. Y que así siga siendo.
