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Diciembre, el brillo y la bruma

por Antonio Ramírez
07/12/2025 11:03 CET
Diciembre, el brillo y la bruma

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El mes de la luz, de esa luz única que solo el frío que ya asoma sabe convertirla en días de única y límpida claridad. En la levedad de las jornadas más cortas del anuario tiene la virtud decembrina, cuando el aire del oeste o el viento de tierra imperan, de concentrar una luminosidad, sobre todo matutina, que únicamente el entrañable artificio que nos anuncia la Natividad por calles y rincones, su brillo, se atreve a retar.

Por donde se deambule, la Navidad, sin duda la tradición más cosmopolita y seguramente las que más emociones y sentimientos concentra, acompaña. Al ser universal, trasciende la creencia y supera, que no aparta, a su religiosidad intrínseca. Es un trecho mágico, preñado de liturgias y costumbres que, además de difícil explicación (ahí radica su sentir mayestático), fácilmente abarca a todos sin igual.

Pero cabe, igualmente, en diciembre la contradicción o la paradoja. Desde sus comienzos, desde hace 47 años, la Constitución Española ocupa un lugar de privilegio en su memoria y vigencia, así como en el calendario. Si la Carta Magna es símbolo de concordia, un hito de acuerdo entre la historia de moderna española del consenso, en esta ocasión, de nuevo, en la que se recuerda la efemérides y dada la polarización política y el enconamiento, ha sido paño para la disputa muy preñada de reproches y vacía de autocrítica.

Desde siempre, formaciones políticas del arco parlamentario y de rigor nacionalista e incluso independentista (no todas por igual, claro) denostaron la Constitución y por ende la fecha. Su ausencia y crítica siempre, como lo es, fue patente. Y entre quienes no la agraviaron ni la agravian, que son una amplia mayoría, están, como señal de riesgo, algunos y algunas que desprecian los valores que la Norma Fundamental ordena su protección y de inexcusable cumplimiento. Cargos de responsabilidad en diferentes instituciones, por un lado alaban con redundantes y rimbombantes palabras los principios de la Constitución, por otro, incluso, negocian con servicios esenciales por un repudiable interés y ajeno al bien común que se comprometieron en salvaguardar. A dos bandas, la galería y el túnel de la avaricia, cuando no de la corrupción.

Tampoco faltó, como antaño pero ahora con más furor, en el marco de la celebración y desde una aparente defensa de la homenajeada herramienta, el seguimiento rígido a las directrices del partido contra los adversarios políticos, más que a llamar y recalar en ese espacio común que fue, como lo es, la Constitución. La ocasión lo pedía o casi lo exigía. Al fin y al cabo, pero de manera más aviesa, eso ya constituye y forma parte de la liturgia de diciembre, lamentable uso de un instrumento de concordia para un derroche de discordia y con volumen.

Adviento, en su casi ya medianía, nos va transportando a la Natividad, allá donde la tradición marca la victoria de la luz sobre la oscuridad. En tiempos en los que hay sombras que dominan, pero que no someten, siempre hay lugar para la esperanza. La ciudad de Belén, de gran simbolismo, vuelve a celebrar tras dos años, aún en precario, la Navidad pese a que los ecos del sufrimiento y la muerte injustos y condenables aún siguen resonando en la zona. Pequeñas luces que hacen confluir hacia una confianza que aunque relativa, en esta última etapa del año intenta retomar esa estación de combustible y avituallamiento emocional como lo es diciembre.

Un mes de luz, con sus brumas pero en el que los recuerdos brillan más, la memoria se acentúa y ella, en no pocas ocasiones, se adentra en la nostalgia cuando no en la melancolía de las ausencias.

Tags: brillobruma

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