Abdelhafid es uno de los argelinos que la semana pasada se manifestaron en la Plaza de España reclamando su salida a la península. “Unos traficantes me arrancaron un ojo”.
Tiene veinte años, los suficientes para haberse convencido de que vivir en Argelia sólo puede depararle problemas e inseguridad. Se llama Abdelhafid y forma parte del grupo de argelinos que durante la semana pasada se manifestó diariamente en la Plaza de España para reclamar un permiso de salida hacia la península.
Todos ellos han solicitado asilo a las autoridades españolas y desde entonces viven en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI). Algunos llevan más de un año en dicho centro, según afirmaron a El Faro.
Cuatro meses en el CETI
“Yo llevo cuatro meses en Melilla”, cuenta Abdelhafid a este periódico. El joven chapurrea algo de francés, como la mayor parte de sus compañeros. Hace más de 50 años que Argelia se independizó de Francia, pero la huella de su idioma pervive en el país magrebí y muchos esperan que, de conseguir algún día tocar suelo europeo, el conocimiento de esta lengua les abra puertas y les sirva también para aprender español.
Cada uno de los argelinos tiene una razón para haber solicitado asilo en España. Unos, por estar perseguidos por motivos políticos o por creencias religiosas; otros, por tener a sus familiares en la península… En el caso de Abdelhafid, su rostro muestra la causa de su huida de Argelia.
Su ojo izquierdo está cubierto por un parche y una gasa. Cuando se le pregunta qué es lo que le ha ocurrido, el joven recuerda el momento que marcó su vida para siempre.
“Hacer un trabajo”
“Yo vivía en Argel. Durante un tiempo, me captaron unos traficantes de droga. Querían que trabajara para ellos”, relata. Pese a su juventud y a la posibilidad de ganar dinero rápido tratando con los criminales, llegó un día en el que Abdelhafid dijo basta. Intentó escapar de ellos, pero en vano. Los traficantes estaban al tanto de todos sus movimientos.
“Me atraparon y me quisieron obligar a hacerles un trabajo”. Él se negó y pagó un precio demasiado alto por mantenerse firme. Bajo el parche que cubre parte de su rostro, sólo queda una cuenca vacía.
“Me pusieron un destornillador en la cara. El resto, ya te lo puedes imaginar”. Así castigan las mafias a quienes desobedecen sus órdenes.
Según afirma Abdelhafid, este episodio sucedió en la capital argelina “hace cinco meses”. A los pocos días, ya se encontraba de camino hacia la frontera con Marruecos y, poco más tarde, conseguía entrar en Melilla por Beni Enzar.
Solicitud de asilo
Al igual que sus compañeros, este veinteañero muestra en todo momento la tarjeta de color rojo que acredita su solicitud de asilo en España. Un documento que le habilita para permanecer en nuestra ciudad, pero que no le sirve de salvoconducto para moverse por el resto del territorio nacional. Lo deja claro el texto que aparece impreso en la propia tarjeta: 'Este documento no es válido para el cruce de fronteras. Válido sólo en Melilla'.
Sin mirar atrás
Abdelhafid intenta no mirar hacia atrás. No quiere regresar a Argelia bajo ningún concepto. Allí dejó a los suyos, pero tiene el convencimiento de que no hay futuro digno para él en el país donde nació hace 20 años.
Está ansioso por que se le conceda el permiso de salida. “A los sirios no les ponen tantos problemas para salir de Melilla y llegar a Europa. Sólo nos los ponen a nosotros, los argelinos. ¿Por qué no nos tratan como a los demás? Nosotros también tenemos nuestro derecho al asilo”, sostiene.
Se acercan las dos de la tarde y los argelinos empiezan a recoger las pancartas que han colgado de los árboles de la Plaza de España. En una de ellas piden que se les aplique la ley de asilo. Y la que Abdelhafid está descolgando reza: “Queremos salida, como todos”.