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Ayer, el Instituto de Gestión Sanitaria (Ingesa) informó de dos sentencias sobre sendos casos de amenazas a profesionales sanitarios ocurridos recientemente en Melilla.
Ambos sucesos tuvieron lugar a finales del año pasado. Uno, en el centro de salud de Cabrerizas; y el otro, en el Hospital Comarcal.
En el primero de estos episodios, el acusado se dirigió a un médico en el citado ambulatorio en términos tan impresentables como intolerables: “Te voy a romper la mandíbula, te voy a pillar en la calle”. Esta conducta ha sido calificada por un juzgado de Melilla como un delito leve de amenazas, por el que se le ha aplicado una pena de multa de 80 días, a un pago de ocho euros por jornada. La sanción suma 640 euros.
En el otro de los hechos denunciados, una mujer tiró de la verborrea más barriobajera para increpar y amedrentar a una auxiliar de Enfermería del Comarcal: “Eres una maltratadora , asquerosa, perra, sinvergüenza, desgraciada y como te pille en la calle te arranco la cara y te reviento, que te pagan para esto”.
Lo más sorprendente de este último suceso no es la deleznable manera en la que esa persona se dirigió a una profesional sanitaria. Lo sobrecogedor es la irrisoria condena que le ha impuesto el juzgado: multa de dos meses a razón de tres euros diarios. En resumen, su conducta vejatoria le saldrá muy barata: tendrá que pagar 180 euros.
Aunque es cierto que al individuo que amenazó al médico en Cabrerizas se le ha impuesto una orden de alejamiento, los castigos a quienes amenazan o agreden al personal médico y de enfermería han de ser ejemplares. Y estas dos sentencias no llegan a serlo, especialmente la del suceso ocurrido en el Comarcal.
Siempre se recomienda a los trabajadores sanitarios que denuncien cualquier situación de este tipo de la que sean víctimas. Ahora bien, es básico enviar a quienes los atacan un mensaje de la mayor firmeza. Y difícilmente puede hacerse imponiendo una multa de 180 euros a quien hizo lo que hizo.