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Tres melillenses cuentan a El Faro cómo vivieron los momentos antes, durante y después del atentado terrorista en Las Ramblas que ha dejado 14 muertos y más de un centenar de heridos
A veces, cuando los cerebros del terror y de la barbarie se empeñan en desbarajustar nuestra normalidad, hacer algo tan cotidiano como pasear por una céntrica avenida se puede convertir en una práctica extremadamente arriesgada. Rafael Vega, un melillense que lleva 42 años viviendo en Barcelona, recorrió el pasado jueves Las Ramblas e hizo una parada en el mercado de la Boquería. Al igual que otras miles de personas, Vega no quiso ignorar estos dos puntos neurálgicos de la Ciudad Condal para incluirlos en el “tour turístico” que había preparado para su prima de Málaga y el marido de ésta, que estaban de visita en la capital catalana.
El hecho de haber seguido escrupulosamente el recorrido que había marcado les ha salvado la vida. La visita a La Rambla, al mercado de la Boquería y al puerto estaban previstos para la mañana del pasado jueves. “Desayunamos en la cafetería Escriba muy cerca de la Boquería. Después vimos todo lo que había que ver en la zona y a las 14:00 horas cogimos la línea 3 en la parada de La Rambla. Tres horas más tarde tuvo lugar el atentado”, relata Vega. Aún le parece mentira que recorriese a pie la misma avenida que horas más tarde sería ocupada por una camioneta asesina. “Nos podía haber pillado allí, pero como por la tarde queríamos subir a Montjuic, nos fuimos a casa a comer”, cuenta.
Después de desafiar de esta forma al destino y haberse podido salvar de una tragedia por una mera cuestión temporal a uno se le vienen conversaciones a la cabeza que de repente cobran un sentido especial: “Cuando por la mañana nos bajamos en la estación de La Rambla mi prima se sorprendió por el amplio despliegue policial. ‘Cuántos agentes’ dijo. Le expliqué que era normal porque estábamos en nivel de alerta antiterrorista 4”, señala.
La llamada
Según Vega, otra conversación que no volverá a olvidar fue la que mantuvo con su hijo pocos días antes de que éste viajase con su mujer a Camboya. “Recuerdo que le dije ‘por qué viajas a ese país. Pueden ocurrir tantas cosas. Me respondió que una tragedia puede pasar en cualquier lugar. Tuvo razón. Fue él el que sobre las 17:00 horas me llamó desde Camboya para informarse sobre mi estado. Fue ahí cuando me enteré del atentado”, explica.
La visita al monte Montjuic quedó suspendida. A cambio, Vega y sus familiares permanecieron toda la tarde y noche hasta las dos de la madrugada “pegados a la televisión”. “Cuando cenamos por la noche, hicimos un sentido brindis por la vida”, apunta.
Luis Pujol es el marido de una melillense y en el momento del atentado se encontraba trabajando en el Hospital Delfos. Después de saber que una furgoneta había arrollado a un centenar de personas en Las Ramblas lo primero que hizo fue llamar a su mujer, que se encontraba con su hija de compras en una zona muy próxima. Tras comprobar que estaban bien, se trasladó al lugar de los hechos para prestar atención sanitaria. “Cuando llegué, la Policía ya había delimitado la zona y al punto más cercano que pude llegar fue a la plaza de la Universidad (a un kilómetro de Las Ramblas)”, apunta. No obstante, según Pujol, el propio gerente del Hospital del Mar, donde se encuentran muchas víctimas del atentado, le comunicó que “todo estaba bajo control”.
Refugio en el hotel
El melillense Arcadio Recio se encarga de la dirección de varios hoteles en Barcelona. Cree que este atentado ha supuesto un varapalo para el turismo, aunque asegura que Barcelona es una ciudad que no ha tardado mucho en recuperarse de la tragedia. Reconoció que algunos visitantes anunciaron su marcha después de lo ocurrido, pero que las reservas se seguían efectuando. “Todo aquel que prefería volver a casa, le hemos devuelto el dinero porque esto no se trata de una cuestión económica. Queremos que la gente durante sus vacaciones esté a gusto”, señala.
Recio cuenta además que uno de los hoteles que dirige cerca de la plaza Cataluña se convirtió en un lugar de refugio para muchos transeúntes después de que un atentado sembrase el pánico en el centro de la ciudad. “Todo el mundo fue atendido de la mejor forma posible y pudo permanecer en el hotel el tiempo que necesitase”, asegura. La cara amable de una jornada de terror y barbarie.
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