No hay muchos pueblos en el mundo que, en su configuración actual, puedan afirmar hoy que sus raíces se hunden cinco siglos en la historia. Melilla puede hacerlo porque forma parte de una de las naciones más antiguas de Europa. Desde el reinado de los Reyes Católicos España se ha mantenido unida y nuestra ciudad ha sabido permanecer siempre fiel a esas señas de identidad.
Hoy celebramos el 516 aniversario de la fundación de Melilla. Y lo hacemos en forma de ciudad multicultural que ha sido capaz de integrar a todas las personas de distintas creencias, pensamientos y costumbres que en algún momento del pasado se han incorporado a la sociedad melillense. Nuestra historia comienza el 17 de septiembre de 1497 con un episodio sobre el que no existe una única interpretación. Sin embargo, a pesar de las diferentes e incluso enfrentadas perspectivas, no hay ninguna duda de que ese día Melilla dio los primeros pasos para llegar a lo que somos hoy formando parte de España. Esa mirada al pasado que todos los años hacemos por estas fechas debe servir para recordar los capítulos de nuestra historia que nos une, intentar extraer lecciones y, sobre todo, para mirar al futuro sin lastres ni hipotecas. Aquellas gestas hay que interpretarlas con la visión de quienes las protagonizaron, desde la perspectiva de su tiempo, con los criterios de un mundo del que nos separan más de 500 años y sin olvidar que la fundación de la casi totalidad de las entidades políticas se apoyan en hechos más o menos violentos, bélicos, trágicos o controvertidos. Y sin embargo, no por ello españoles e iberoamericanos renegamos de nuestros lazos cada 12 de octubre con motivo del Día de la Hispanidad. Tampoco hay rencor en los ojos de los ingleses cada 4 de julio, al escuchar el ruido de las celebraciones que llegan desde el otro lado del Atlántico.
La mirada que hoy echamos los melillenses a nuestro pasado debe servir para reafirmar nuestro deseo de continuar caminando juntos. No puede ser un impedimento para continuar sumando años de convivencia. El único problema de este tipo de celebraciones surge cuando alguien quiere encontrar en ellas motivos para la discordia, provocar un enfrentamiento político sin sentido o aguar la fiesta a quienes deseamos seguir mejorando un legado que ha ido pasando de generación en generación a lo largo de cinco siglos.