LA inmigración ilegal y las constantes peticiones de Melilla a través de las autoridades de la Administración local y central para que Bruselas reaccione ante este problema que afecta a su frontera sur sólo han obtenido de momento el silencio por respuesta. Aún está por ver qué opina la Unión Europea de los asaltos de subsaharianos a la valla fronteriza de la ciudad autónoma. Y mucho más lejana está aún la llegada de una propuesta que contribuya a abordar el asunto de una manera decidida.
La petición de implicación de los responsables políticos de la UE ante un problema que afecta a Melilla es el camino obligado para buscar una salida porque hay iniciativas que no se pueden abordar desde nuestra ciudad y que, incluso, se escapan del campo de acción del Gobierno central. La apuesta firme por el desarrollo económico y político en los países de origen de la inmigración, por ejemplo, necesita el impulso coordinado de la UE para que resulte efectiva. El Ejecutivo local no tiene capacidad política para emprender una acción diplomática de semejante calado y el Gobierno de la nación carece de los suficientes recursos para realizar inversiones que resulten efectivas.
Al Ejecutivo español sólo se le puede exigir el envío de medios materiales y humanos para contener los asaltos. A los responsables de la Administración central en Melilla, la máxima eficacia en la coordinación de esos recursos. Y al Gobierno local, la mayor colaboración y apoyo.
La búsqueda de soluciones definitivas a la inmigración debe plantearse en la UE, pero antes hay que hacer llegar la gravedad del problema a Bruselas. En este último punto sí que tenemos que reconocer nuestro fracaso. Hasta ahora no hemos sido capaces de hacernos oír. Por eso, mientras no logremos transmitir nuestra exigencia de soluciones, sólo podemos esperar el silencio de Bruselas como respuesta ante el problema de la inmigración en Melilla .